Ramon Fontserè. Actor y director

"Claro que Chaves daría para un 'Ubú', pero tendrían que hacerlo en Andalucía"

  • Els Joglars presentan hoy y mañana en el Teatro Cervantes 'El coloquio de los perros', y su primer responsable tras la salida de Albert Boadella apunta aquí algunas claves jugosas

Actor genial para el teatro, el cine y la televisión y miembro de Els Joglars desde hace tres décadas, Ramon Fontserè (Barcelona, 1956) tomó el testigo de la dirección de la compañía de manos de Albert Boadella y ha demostrado tener claros sus principios. Prueba de ello es su primer montaje en estas lides, El coloquio de los perros de Cervantes, que se representa hoy y mañana en el teatro malagueño bautizado a mayor gloria del genio de las letras españolas.

-En 2004 Els Joglars estrenaron El retablo de las maravillas y diez años después llegan a Málaga con El coloquio de los perros. ¿Sigue siendo la picaresca cervantina el mejor aliado del presente?

-Sí, por supuesto. Una de las cosas que más me gustan de Cervantes es la manera en que observa lo que ocurre en su época y cuenta lo que ve. Eso corresponde a un tipo de genios que rara vez se dan en la Historia. Lo que cuenta en El coloquio de los perros es además de plena actualidad, como dices, porque la condición humana no ha cambiado mucho desde el siglo XVII. Tal vez lo haya hecho en lo tecnológico, pero las virtudes y miserias son esencialmente las mismas. Cervantes fue además el primer humorista español de una índole filosófica; y eso que le tocó vivir una época muy dura, en la que además tenía competidores como Lope, que era un monstruo, algo así como Guardiola, Messi y Mourinho, todos a la vez.

-Podemos obviar a Mourinho, si lo prefiere.

-No, está bien, también tiene su aquél. Pero, a lo que iba: El coloquio de los perros habla, sobre todo, de las ganas de vivir y de la aceptación del destino para hacer una crítica del poder establecido. Y Cervantes pone lo que escribe en boca de unos perros. Puedes imaginarte lo que valía un perro en el siglo XVI, o el XVI. Hoy es muy al contrario, lo de los perros se ha desmadrado. Hay mascotas que viven mejor que muchas personas.

-Pero ya Juan Pablo II dijo hace treinta años que los animales tienen alma, y se armó un escándalo. ¿No comparte esta idea?

-No sé. Cervantes habría sido muy respetuoso con lo que hubiera dicho el Santo Padre: no en vano, luchó contra el Turco. Pero yo opino más como Savater: los animales no tienen derechos porque no tienen obligaciones. El hombre debe tratarlos con respeto, aunque sea por una cuestión de fair-play, pero nada más. De todas formas, la cuestión es preguntarse si el bípedo socializado es más razonable que el resto de criaturas.

-Por lo que he leído, el próximo montaje de Els Joglars, VIP, tratará el asunto de la infancia en términos similares. ¿Comparten los niños los privilegios de los perros en la postmodernidad?

-Los que ya tenemos una edad hemos asistido a la ley del péndulo: se ha pasado de un extremo a otro a una velocidad de vértigo. En VIP planteamos una reflexión, ciertamente, sobre la infancia, pero también sobre los padres que ponen todo su empeño en evitar a sus hijos frustraciones, en apartarlos del roce de la vida. Y nos preguntamos si, al hacerlo así, no estaremos criando una legión de monstruos, de pequeños tiranos. Todo parte de una anécdota que contaba Josep Pla: una vez fue a visitar a una señora y cuando llegó a su casa se encontró con que esta señora estaba terminando de atender a otra visita. La misma señora le pidió que aguardara unos minutos y que, mientras tanto, se hiciera cargo de su hija pequeña, que entonces daba sus primeros pasos. Pla aceptó encantado y se sentó en otra habitación mientras la niña gateaba a su alrededor. Entonces, la pequeña se incorporó, se encaramó a sus rodillas y se le acercó a la cara. Pla esperaba ya que la niña le hiciese alguna caricia cuando lo que hizo fue darle un mordisco feroz en la mejilla. El pobre soportó aquello con estoicismo y no le dijo nada a la madre, pero después pensó: "Debemos proteger a la infancia, pero ¿quién nos protege a nosotros de ella?"

-Volviendo a Cervantes, si al escritor el humor le sirvió para camuflar la adscripción humanista que habría podido darle problemas, ¿es la risa la mejor manera de decir las cosas sin levantar demasiadas sospechas?

-Yo no lo diría así, porque a veces el humor es directo, claro y diáfano. En ocasiones procura esa catarsis necesaria. Hoy, por ejemplo, nos quieren convencer de que creer es más importante que ver. Por ejemplo, imagínate que aparece alguien con un tubo de metal y quiere convencernos de que eso es arte; si decimos que no, replicará que no tenemos ni idea de arte. Todo se sacraliza de una manera proverbial, y por tanto nos quieren hacer creer a pies juntillas que lo que es sacralizado debe ser asumido como tal. Pero el humor pone las distancias necesarias para protegernos de eso. Actúa como un espacio protegido, como un último reducto de la civilización. Sin humor, la vida sería una tragedia. Mira a Chamfort, el moralista francés que se suicidó dos veces porque la primera le salió mal: a pesar de sus crisis, decía que el día más aprovechado es el día en que uno se ríe de verdad. Y Chaplin convirtió un caso de canibalismo real en una deliciosa comedia romántica, La quimera del oro.

-¿Cómo lleva sus funciones de dirección en Els Joglars?

-Al principio era muy raro, porque tenía que dirigir y actuar a la vez. Cuando, por ejemplo, Pilar Sáenz tenía que darme una réplica en los ensayos y yo no estaba en escena, todo resultaba muy extraño. Pero llevo ya 32 años en Els Joglars y el resto de mis compañeros más de 25, así que eso ha facilitado mucho mas cosas. No necesitamos conocernos, tenemos eso ya resuelto. Poco a poco hemos dado con la clave, empujando todos en la misma dirección. El trabajo de mi ayudante de dirección, Martina Cabanas, es además fundamental.

-Els Joglars han vuelto a actuar en Cataluña, y además harán allí VIP en catalán. Imagino que esto forma parte de la normalidad.

-Sí. Fíjate, del Dr. Floit & Mr. Pla hicimos una versión en castellano, otra en catalán y una tercera en valenciano. Y Daaalí la hicimos en inglés en toda Europa. El coloquio de los perros sólo la hacemos en castellano, pero sí, VIP la haremos en catalán en Cataluña. Fue Albert Boadella, cuando me pasó el testigo, quien nos dijo que, más allá de que él hubiese tomado una decisión personal, nosotros no teníamos por qué seguirla y que de hecho debíamos actuar en Cataluña cuando nos lo ofreciesen. Que había un público al que no debíamos descuidar. Y eso vamos a hacer.

-Ahora que la desafección política es un hecho, tal y como demuestra la convocatoria de las próximas elecciones europeas, ¿cree posible que el teatro recupere su función cívica, que ocupe el hueco que han dejado las instituciones públicas en la formación de una conciencia ciudadana?

-Es difícil eso que planteas, sobre todo porque el teatro se ha sometido a los mandos políticos y ha decidido no molestar, no incordiar. El teatro, como te decía, tiene una función catártica, de poner negro sobre blanco, de desacralización. Pero debería ser el propio sistema político el que lo permitiera. Algunos genios como Cervantes y Albert Boadella se han atrevido a hacerlo, no con un ánimo moralizador, sino de corrección. Y no vendría mal que se atrevieran otros.

-¿Habría que volver a recurrir a Ubú, entonces, para someter a sátira a Manuel Chaves?

-Sí, porque su caso es igual al de Pujol: gente que permanece en el poder más de treinta años y deja tras de sí un chapapote de corrupción y clientelismo. Sólo nosotros hicimos Ubú President, sólo nosotros hicimos la sátira cuando había que hacerla. Y debería cultivarse más. Eso sí, nosotros abordamos a Pujol porque le conocíamos bien; con Chaves, habría que hacerlo en Andalucía. Con Cándido Méndez, por cierto, tampoco estaría mal. Cuando tomó las riendas de la UGT, yo todavía tenía pelo.

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