La Cochera Cabaret recibe a Kiko Veneno a bordo de su nueva 'Gira sureña'
El músico revisa hoy en Málaga sus últimas composiciones y sus clásicos recién llegado de Estados Unidos y México
Al cabo, y después de tantos años con su música presente, resulta reconfortante señalar que Kiko Veneno vuelve a Málaga en estado de gracia. Seguramente, la madurez tiene estas cosas: con el Veneno (1977) venerado en los altares y consagrado por la crítica como álbum fundacional dentro del rock español, el reconocimiento unánime de propios y extraños y el Premio Nacional de las Músicas Actuales concedido en 2012, José María López Sanfeliu (Figueras, 1952) ha llegado a esta década en su plena condición de maestro, por más que lo suyo sea, felizmente, una perpetua disposición de amateur. Kiko Veneno es nuestro Bob Dylan, nuestro Caetano Veloso, nuestro Serge Gainsbourg; pero, ante todo, es ese compositor de bellísimas canciones, lanzadas como abrazos, que tanta compañía brindan cuando hace falta. Lo mejor de todo es que Kiko Veneno sabe tomar distancia de los halagos y complicarse la vida a gusto. Y esta noche, a las 22:00, lo demostrará en La Cochera Cabaret dentro de su nueva Gira sureña, recién regresado de su exitosa tournée por EEUU y México (con paradas inolvidables como la celebrada en el festival South by Southwest en Austin, Texas, así como en Chicago y Miami).
La prueba del modo en que Kiko Veneno se complica la vida es su último disco, Sensación térmica, una celebración tropicalista de las ganas de hacer música para la que el artista contó en las labores de producción con Raül Fernández Refree. En temas como La vida es dulce, Taranta Babú, Mala suerte y Malagueña de San Juan de la Cruz destacan la poética doméstica de siempre con aires cálidos, dulcemente electrónicos, mecidos, inmediatos, optimistas, de bases contundentes y armonías halladas, plegados al detalle y servidos en un paquete nuevo en el que se revela el Kiko Veneno de siempre. Resultó significativo que Sensación térmica coincidiera en las estanterías con la reedición de Échate un cantecito por su vigésimo aniversario: conviene celebrar lo tantas veces tarareado, pero también que el genio parece tener cuerda para rato. Aleluya.
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