Comedia, Alemania, 2009, 99 min. Dirección: Fatih Akin. Guión: F. A. y Adam Bousdoukos. Fotografía: Rainer Klausmann. Intérpretes: Adam Bousdoukos, Moritz Bleibtreu, Birol Ünel, Anna Bederke, Pheline Roggan, Lukas Gregorowicz, Dorka Gryllus, Wotan Wilke Möhring.

Después de intentar explicar el mundo en clave trágica (Contra la pared, Al otro lado) y convertirse en referente de este nuevo, joven y desmemoriado cine europeo con una calculada mezcla de gravedad social y vistosas estructuras narrativas, Fatih Akin regresa sus orígenes (la ciudad de Hamburgo, una historia de hermanos, aquí de origen griego, el tono de comedia) para distanciarse de su imagen seria sin renunciar del todo a sus principios.

Soul Kitchen recupera el espíritu de sus primeros largos, Corto y con filo y Solino, también el de Kebad connection, película de la que era guionista, en una versión ligera y con mucho buen rollo de la juventud urbana multicultural que se mueve al ritmo de pegadizas canciones funky-soul. Se trata aquí de contar en clave caricaturesca, amable y bien atada la historia de un local, el Soul Kitchen del título, epicentro de simpáticas e inofensivas transacciones para un grupo de treintañeros cuyos objetivos vitales pasan por un actualizado carpe diem en el que los negocios, el amor, la amistad, la precariedad o la cultura alternativa convivan en desprejuiciada armonía.

Como ya es costumbre, aunque esta vez sin necesidad de camuflar demasiado las estrategias ni darnos demasiado la chapa a propósito del trascendente efecto mariposa que mueve el mundo, Akin sigue tirando del manual del buen guionista para medir sus actos cronómetro en mano y caracterizar convenientemente a sus entrañables criaturas, prototipos de esa juventud guapa, desaliñada, multirracial y moderna para la que están pensadas sus películas. Todo aquí resulta, por tanto, tan atractivo como liviano, tan mecánico como inofensivo, entregado a una fiesta con barra libre en la que, por supuesto, Akin ejerce de DJ supremo.