Cine

Crónica mediterránea desde la 'Corniche' de Alejandría

  • El productor cinematográfico y académico de San Telmo Carlos Taillefer relata su experiencia como jurado en el Festival de Cine del Mediterráneo de la ciudad egipcia

El jurado del Festival de Cine de Países Mediterráneos de Alejandría, con el productor Carlos Taillefer (tercero por la izquierda).

El jurado del Festival de Cine de Países Mediterráneos de Alejandría, con el productor Carlos Taillefer (tercero por la izquierda). / M. H.

La segunda semana de octubre fui invitado a formar parte del Jurado Internacional del 35 Alexandria Mediterranean Countries Film Festival, especializado en cinematografías de los países bañados por el Mediterráneo y con treinta y cinco años de existencia. Acepté desde el primer momento ser partícipe del jurado; y mi interés aumentó al saber que podría visitar la mítica ciudad de Alejandría. Sentí un auténtico placer cuando recibí la lista de las películas a concurso: dieciséis largometrajes de cinematografías tan inusuales como las de Croacia, Eslovenia, Chipre, Malta, Líbano, Serbia, Palestina, Siria… además de las obvias de países mediterráneos como España, Francia, Italia, Grecia, Marruecos, Argelia... Todo esto me produjo un auténtico interés por visionar estos filmes. 

La siguiente gran sorpresa fue cuando me informaron de los miembros del jurado: personas de Marruecos, Egipto, Croacia, Alemania, España, yo mismo, y presidiendo el jurado nada menos que Pierre-Henri Deleau, uno de los fundadores, y su director durante treinta años, de la Quincena de los Realizadores de Cannes. Pierre-Henri es uno de los grandes sabios del mundo especializado en dirigir, programar y seleccionar películas para festivales; a su vez era el Gran Terror del cine español en su periodo de Cannes. Tenía fama de ser muy duro con nuestra cinematografía, y cada año productores, directores y muchos críticos españoles mostraban su disconformidad con los criterios seguidos para que el cine español estuviera presente o no en Cannes. Tuvo también innumerables encuentros, no precisamente suaves, con las autoridades cinematográficas de la Dirección General de Cine, porque no entendía a nuestro cine y era continua la queja por parte de nuestras autoridades de que el cine español no estaba suficientemente representado en Cannes. Son famosas sus broncas en tiempos de Pilar Miró, cuando fue directora general. Pues bien, después de compartir convivencia de Jurado con Pierre-Henri no sé quien llevaría la razón en aquella época, pero no he conocido a nadie con tan inmensa sabiduría en el mundo de los festivales. Sus pupilas reflejaban millones de metros de películas que cruzaron ante sus ojos con seguro placer. 

Pierre-Henri Delau, fundador de la Quincena de los Realizadores de Cannes, presidía el jurado

Teníamos que decidir ocho premios. Los importantes fueron a parar a películas de Marruecos, Palestina y Líbano.La película española que concursaba era  522. Un gato, un chino y mi padre, drama dirigido por Paco R. Baños. Propuse a Natalia de Molina como mejor actriz, pues siempre que va uno a estos sitios, intenta traerse algo para su país; pero en la última votación el premio recayó en manos de la marroquí Jalila Tlemsi. La película española fue la primera programada en el primer visionado conjunto del jurado y a veces esto no es bueno a la hora de los premios porque queda muy lejos, pero a todos nos fascinó la interpretación de nuestra actriz andaluza formada en la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga.Paradójicamente, no había película egipcia a concurso; al parecer, Egipto, que fue uno de los grandes países productores de cine en medio oriente durante los años 70 y 80, en la actualidad apenas produce cuatro o cinco películas anuales, y que los mismos seleccionadores del festival estimaban con poca calidad para concursar. Tampoco había ninguna película israelita, en este caso por razones políticas, como consecuencia del mal estado de las relaciones entre Egipto e Israel.

Un taxi alejandrino. Un taxi alejandrino.

Un taxi alejandrino. / Carlos Taillefer

A raíz de esto último viene a cuento algo ocurrido entre las sesiones compartidas por los miembros del jurado: en medio del festival me llegó la noticia de que por fin los restos del dictador Franco se podrían exhumar del Valle de los Caídos y darle sepultura familiar. Después de intentar explicarles cómo había sido posible que este acontecimiento se produjera con tantos años de retraso, para vergüenza de todos, aplaudieron. A los pocos minutos el traductor que acompañaba al miembro egipcio del jurado, actor famoso que solo hablaba árabe, se me acercó particularmente y me dijo: “Carlos, me alegro mucho del traslado de Franco que acabas de explicar. El problema nuestro en Egipto es que tenemos un Franco viviente permanentemente”. Se refería a Abdelfatah Al Sisi, militar y político que lideró un golpe de estado en el año 2013 y al año siguiente se convirtió en Presidente.

Alejandría huele y tiene un aire parecido a muchas ciudades mediterráneas con paseos marítimos frente al mar, como Niza, Barcelona, Valencia y Málaga. Solo que su llamada Corniche es un gigantesco paseo de 25 kilómetros de longitud, lleno de taxis con los mismos colores de Barcelona: negros y amarillos. Aunque son muchas las horas que, siendo jurado, tenemos que dedicar a ver películas, podemos hacer escapadas puntuales entre proyección y proyección, y disfrutar de los lugares donde se celebran los festivales. Y en el caso de Alejandría pude visitar la Biblioteca y la casa de Cavafis.

Biblioteca de Alejandría

Alguien cercano de Málaga me contó que existía un departamento de donaciones en la Biblioteca de Alejandría; así que no desaproveché la ocasión y después de disfrutar de la arquitectura del edificio construido por un despacho de arquitectura noruego, seleccionado en un concurso internacional (podrían tomar nota en la ciudad de los museos y franquicias), me dirigí al interior del edificio e hice dos donaciones: dos ejemplares del último anuario de la Academia de Bellas Artes de San Telmo de Málaga y do ejemplares del libro/guion En Busca del Paraíso (Ediciones del Genal), de mi amigo Javier García-Mauriño y de mí mismo; guión de una película nunca rodada sobre la vida de Gerald Brenan y Gamel Woolsey en Yegen y Churriana. Así que no deja de ser un acto simbólico, pero podemos afirmar que unos trocitos de Málaga se encuentran actualmente a disposición de los lectores o investigadores que se interesen en la actual biblioteca de Alejandría, situada en un lugar aproximado a donde estuvo la original, al parecer en el suelo subacuático según las últimas investigaciones de arqueología submarina. Igual que las ruinas del Faro de Alejandría que quedó destruido por dos maremotos y está bajo la fortaleza del sultán Qaitbey.

La Biblioteca de Alejandría. La Biblioteca de Alejandría.

La Biblioteca de Alejandría. / Carlos Taillefer

La casa de Cavafis

He de agradecerle a mi amiga Aurora Luque, poeta, experta helenista y descubridora/rescatadora de tantos personajes femeninos injustamente  olvidados, el que en una de esas escapadas entre proyección y proyección me acercara a conocer la casa de Cavafis, donde vivió sus últimos treinta años . Se encuentra situada al lado del Darwish Theater, un coqueto teatro de Ópera de la ciudad, apenas a cinco minutos del mar y muy cerca del Hotel Cecil. Da gusto que se conserven todavía lugares tan inspiradores como éste, patrocinado por la Hellenic Foundation for Culture Alexandria. El espacio íntegro del tercer piso está ocupado por una gran parte del mobiliario, un pequeño museo con objetos y publicaciones y algo muy singular como era el (único) balcón del edificio donde Cavafis salía a fumar y observar la calle y a las personas que entraban y salían del burdel situado en la planta baja de su misma casa. Homosexualidad y prostitución estaban prohibidas entonces, como ahora, en Egipto. 

Todas estas cosas me hacen recordar cómo hasta hace muy pocos años existía en Valencia un festival de cine que duró más de 40 ediciones y que se llamaba  Mostra Cinema del Mediterrani. Eran tiempos de la alcaldesa Rita Barberá, que llamó a Salomón Castiel, ideólogo junto al difunto Antonio Garrido del Festival de Málaga, para dirigirla. Estuvo al frente un año, le propuso que “eso del Mediterráneo” estaba ya caduco, que no funcionaba, y que lo que había que hacer era “convertir la Mostra en festival de cine de aventuras”. Al siguiente año se convirtió en Festival de cine de Aventuras. Al tercer año desaparecieron los dos: el del Mediterráneo y el de Aventuras. Así se lo gastan nuestros gestores culturales. Siempre nos quedará Alejandría. Que viva la Ciudad de Alejandría.

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