Cultura

Crónica de una velada coja

Auditorio del Museo Picasso Málaga. Fecha: 4 de marzo. Conferenciante: Alfredo Taján. Cante: Rocío Bazán con Gaspar Rodríguez a la guitarra y Eva Fernández e Israel Moreno a las palmas. Aforo: Unas 150 personas (unos tres cuartos de entrada).

La cuarta jornada del ciclo Flamenco en el Picasso se anunciaba atractiva y extraña a la vez desde un principio. Primeramente se había anunciado que se dedicaría a la figura de El Cojo de Málaga, y que la conferencia la pronunciaría Alfredo Taján. Este escritor argentino afincado en Málaga nunca antes nos había ofrecido un trabajo referido al flamenco, lo que fomentó la curiosidad por escucharle. Pero, el tema de la conferencia fue cambiado por Taján -alegando desconocimiento- a Los ángeles eléctricos: Jean Cocteau en el misterio picassiano del flamenco y los toros.

Verdaderamente, a pesar de quedarnos sin profundizar en la vida y obra de El Cojo, el nuevo tema se presentaba jugoso pero Taján no supo extraer la sustancia importante en lo referente al flamenco, y se dedicó a leer -demasiado rápido- un sinfín de citas sin hilo conductor ni puerto al que arribar, que levemente apuntaron temas tan interesantes como la visión de lo español y el flamenco desde puntos de vista filosófico-estéticos como la extremosidad, el éxtasis expresado en el baile y en la tauromaquia, el sacrificio o la relación eros-thánatos, cuyo desarrollo echamos de menos. Su presencia no quedó justificada ante un auditorio que venía a escuchar una conferencia sobre flamenco.

Rocío Bazán, por su parte, no tuvo más remedio que montar su actuación independientemente de la charla. Sí que homenajeó al Cojo de Málaga cantando sus tarantas y fandangos, muy bien de la voz y con el poderío que estos palos requieren. Bien acompañada por Gaspar Rodríguez, hicieron un recital en el que procuraron dejar constancia de su personalidad, aunque abusaron de las cadencias lentas, lo que hizo que algunos cantes se hicieran especialmente largos, como la creación por farrucas o el cuplé por bulerías. Las cantiñas, sobradas de compás, y los fandangos, fueron recortaítos y certeros, lo que propició la ovación del público.

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