Crítica de Cinesica

Cruce de caminos

En algún momento, la expresión mezcla de géneros e incluso el apelativo inclasificable tomaron un matiz positivo. Se consideró como algo a alabar per se que una cinta nadara entre varias tonos. Pero lo que se tuvo menos en cuenta fue, a vista de la tendencia reciente, si se trata de un objetivo factible para cualquier tipo de historia o realizador. Como si no fuera de por sí suficientemente difícil dominar un solo género.

Los buenos demonios -alguna pista lanzaba el título- viene a engrosar dicha lista de películas inclasificables. En los quince primeros minutos ya hemos visto secuencias propias de un thriller, de un drama y de una comedia. Un asesinato a sangre fría, familias tratando de sobrevivir con poco que llevarse a la boca, y una escena grotesca en la que un tenor y una violinista adornan el último adiós a un fallecido.

Entre la confusión, vamos desgranando la personalidad de Tito, un joven taxista de pinta angelical, que soluciona sus problemas económicos a base de robar y matar a turistas que llegan a La Habana. La propuesta de Chijona tiene cierto interés, pero se esfuerza demasiado en esconderlo bajo varias capas de crítica (Angola, los nuevos ricos, los viejos nostálgicos) y una puesta en escena algo anacrónica. Tienen mucho más empaque los instantes de intimidad de Tito (por ejemplo, oliendo -y casi saboreando- los pasaportes que roba) o las réplicas de Rubén (excelente Vladimir Cruz), que cuando el guión se pone discursivo y se aleja definitivamente de la Trilogía sucia de La Habana para acercarse a una resolución de conflictos casi telenovelesca.

"Somos un país subdesarrollado como para tener serial killers, Tito", comenta una de las protagonistas en una respuesta multigénero que anticipa que ninguna trama quedará resuelta. El cierre de la cinta se plantea, una vez más, con un recurso y en un tono ajeno a todo lo que habíamos visto hasta ese momento. Inclasificable es poco.

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