"Dalí ofrece claves para revisar cómo se ha construido una historia de España"
martí manen. responsable del pabellón de españa
Un millón de personas visitarán hasta su clausura el 22 de noviembre el proyecto que este comisario catalán residente en Suecia ha diseñado a partir de su relectura del pintor de Figueras
El de Martí Manen (Barcelona, 1976) es uno de los perfiles más sólidos en la generación de comisarios que está tomando el relevo en la escena internacional. Catalán afincado en Estocolmo, donde combina la docencia con la crítica de arte y la organización de exposiciones, su proyecto fue elegido por el Ministerio de Exteriores para representar a España en esta 56ª Bienal de Venecia, una de las citas más relevantes del calendario cultural, que se clausura el próximo 22 de noviembre. Un rosa intenso y una pantalla que muestra a Salvador Dalí dan la bienvenida al visitante en un pabellón que rehúye de tópicos y banderas para reflejar -sin escatimar el humor- la compleja realidad artística y emocional de España en el actual contexto de crisis económicas y migratorias. Manen jugó fuerte y ganó. Sus posiciones no son complacientes ni edulcoradas; en sus anteriores trabajos, como en éste, su principal objetivo es dejar que los artistas hablen. Pepo Salazar (Vitoria, 1972), Helena Cabello (París, 1963) y Ana Carceller (Madrid, 1964), así como Francesc Ruiz (Barcelona, 1971) fueron los elegidos para dar contenido a su propuesta, titulada Los Sujetos.
-Sucede como comisario a la artista zaragozana Lara Almárcegui, que ocupó este espacio con montañas de escombros. ¿Qué imagen de España ha querido ofrecer en el pabellón nacional?
-Cada pabellón es una historia. En mi caso me interesaba saltar a otro posible modelo, incorporar a un artista muerto e incómodo, como Salvador Dalí, y tener un pabellón plural y con varias voces cruzadas. Me interesaba ofrecer una imagen cargada de complejidad, donde las cosas no tienen que cuadrar, donde no hay necesariamente un diálogo "lógico" y donde una lectura rápida es necesariamente incorrecta. Al mismo tiempo, en el pabellón hay una idea de sensualidad: cómo se presenta algo complejo atreviéndose a ello. No es un pabellón que puedas resumir en una idea rápida y esto es algo que dificulta su consumo, pero es que a lo mejor no tenemos que ofrecer productos de consumo rápido en arte. Tengo que decir que a nivel internacional se comprende perfectamente, a lo mejor se necesita algo de distancia para ser capaz de asumir todo lo que está pasando en el pabellón. Y en España, claro.
-¿Qué Dalí descubre aquí?
-Tenemos al Dalí que sabe generar una imagen pública de sí mismo, el Dalí que negocia en directo en el plató de televisión, un Dalí mucho más complejo y cargado de contradicciones de lo que se quiere ver, un Dalí que entiende perfectamente la diferencia entre el yo público y el yo privado, un Dalí que podemos leer desde el hoy. Es también el Dalí performativo, leído desde teorías queer y de la mano de una escritora feminista en los 60 en Nueva York. No hay obra de Dalí en el pabellón, hay un modo de entender la figura del artista como espacio de libertad individual. Al mismo tiempo, es alguien que habla y lo hace sin tapujos. En una de las entrevistas que tenemos dentro del pabellón, un Dalí bajo el franquismo dice, en 1958 y en una televisión americana, que ya está decidido que España será una monarquía y que Franco y Juan Carlos lo tienen cerrado. Así que este Dalí también ofrece claves para revisar cómo se ha construido una historia de España.
-¿Cómo se relacionan los artistas seleccionados, conceptual y espacialmente, con Dalí?
-Conceptualmente existe la idea de generar un diálogo asincrónico: Dalí entra en el presente ya que los otros tres proyectos son de hoy y sirven, entre otras cosas, para ofrecer un tipo de gramática que permite este salto a Dalí. Espacialmente es bastante transparente: entras en el pabellón por Dalí, en un espacio central pintado de rosa y con alfombras rojas, un espacio cargado emocionalmente que huye de una idea asumida de lo que es el archivo. Hay un juego entre lo que es soporte y lo que es contenido y, de nuevo, esta idea de sensualidad que está bastante lejos de lo que es supuestamente el rigor. Y después cada artista tiene su espacio propio sin necesidad de diálogos forzados. A nivel de montaje, aunque no lo parezca, es bastante sutil: cada artista tiene un tipo de luz distinto, el tratamiento de cada proyecto está individualizado. Y es desde estas distancias que se empiezan a tejer diálogos, sin forzarlos previamente, sin dirigir demasiado. Con Dalí hay puntos de partida para cada posible diálogo, por ejemplo tenemos Dalí News, el periódico irónico que Dalí hace sobre sí mismo como protagonista, situado cerca del trabajo de Francesc Ruiz desmontando la gramática de la prensa escrita y entendiendo el kiosco como capas de información a revisar críticamente.
-¿Qué le interesó de estos artistas a la hora de seleccionarlos?
-Me interesaba mucho su obra y cómo cada uno de ellos se enfrenta a la idea de artista y al trabajo en sí. En esta ocasión, y con Dalí, no quería un tipo de obra de carga poética, sino que me interesaba presentar artistas que de algún modo te dan un puñetazo con su trabajo. Son artistas que no huyen de la complejidad ni de la dificultad y que, además, no se esconden en trucos defensivos. Pepo Salazar ofrece acumulación de capas, contenidos que se mueven desde lo industrial a lo político mezclando tipos de referencia sin problema en un apabullamiento que, para mí, ofrece una posibilidad de reflexión enorme sobre nuestro tiempo. Francesc Ruiz sabe muy bien cómo trabajar desde una investigación amplísima y al mismo tiempo realizar obras contundentes y cargadas a varios niveles. Sus kioscos son salidas gramaticales y además una lectura política sobre la realidad, sobre qué consumimos y qué asumimos como lo real.
Por último, Cabello/Carceller buscan una posición casi de manifiesto, ofreciendo todos los registros en una situación complicada como la que estamos viviendo. En su trabajo se salta de la idea de construcción de identidad individual a los problemas geopolíticos. La primera imagen del vídeo que presentan en Venecia es una chica africana de color colándose de noche al pabellón, entrando a España a escondidas para intentar estar en una Europa que después se descubre como un lugar no apto para la alteridad.
-La Bienal de Venecia concentra la mayoría de sus contenidos en dos zonas: I Giardini y el Arsenale. España está ubicada entre los primeros pabellones históricos de Giardini, reflejando la importancia que tuvo en el tablero global a principios del siglo XX. ¿Qué supuso para su trabajo este curioso emplazamiento?
-Bromeo un poco sobre el tema, es casi como si fuera un error histórico. El pabellón español tiene una posición privilegiada en la Biennale y no cuadra con su posición en el arte global. A nivel práctico significa que vas a tener una cantidad ingente de visitantes, las cifras que se manejan se acercan al millón.
-¿Qué aportan los pabellones nacionales, gestionados y costeados por cada país, a una Bienal que quiere reflexionar sobre Todos los futuros del mundo, el lema elegido por el comisario general Okwui Enwezor?
-En Venecia creo que hay algo muy importante y es la diversidad. No es una bienal homogénea sino un lugar de altibajos y esto es algo que la convierte en interesante. Cada pabellón se decide independientemente de la propuesta del comisario general y ya está. Existe respeto mutuo y canales para que estemos informados de qué hay en cada lugar, pero pretender algo homogéneo con países de índole y capacidad muy distinta sería erróneo. De algún modo, la Bienal te permite comprender la situación del mundo y en esto los pabellones son clave.
-¿Cómo se ha enfrentado al presupuesto que se le concedió?
-Muy bien. Empezamos con una primera cifra de 200.000 euros y gracias al empeño de todos pudimos trabajar con 400.000. Venecia es caro y se trabaja al límite pero al final más que cifras lo importante es que el equipo se sienta partícipe del proyecto y quiera que todo salga adelante, como así ha sido.
-¿Qué retos plantea el hecho de que el Pabellón español de la Bienal dependa de Exteriores y no del Ministerio de Cultura?
-Es sorprendente, pero lo que ha supuesto es tener cero censura. Una vez en marcha creyeron en el proyecto y no hubo miedo alguno. Piense que Francesc Ruiz, por ejemplo, entra al trapo con la figura de Berlusconi, Cabello/Carceller tratan problemas raciales y de identidad en términos de género, Pepo Salazar se aproxima críticamente a imágenes de cultura de masas y allí está Britney Spears... o sea, que había opción al miedo y a frenar ideas y no ha sido así.
-¿Sigue siendo importante la Biennale en el contexto global?
-Evidentemente. Todo el mundo pasa por Venecia pero además hay nombres que saltan a otras ligas. Si pensamos a nivel internacional es muy importante, si pensamos a nivel nacional también lo es. Nos acordamos perfectamente de pabellones de hace 10 años y no es tan fácil hacer lo mismo con otras exposiciones. Son 120 años de bienal, con lo que es historia y presente al mismo tiempo y aquí hay algo importante en ello.
También te puede interesar
Lo último