Danza para nada

Luz Arcas prepara con su compañía La Phármaco su nuevo montaje, 'La voz de nunca', inspirado en Beckett

Danza para nada
Danza para nada
Pablo Bujalance Málaga

14 de septiembre 2014 - 05:00

Responde al teléfono Luz Arcas (Málaga, 1983) desde Madrid. Su compañía de danza, La Phármaco, maneja una agenda apretada: en los próximos días, la sala Galileo de Madrid acogerá la representación de Sed erosiona, un solo que protagoniza Arcas con una soprano en escena; el 1 de octubre, la agrupación comparecerá en la Feria Internacional de Teatro y Danza de Huesca con Éxodo: primer día, obra estrenada hace un año en el Teatro Echegaray; y, como colofón, La Phármaco regresará al escenario malagueño el 30 de octubre para estrenar su nuevo montaje, La voz de nunca, dentro del ciclo de danza. La compañía trabaja con categoría de acogida en los Teatros del Canal de Madrid, donde sus miembros fraguan un trabajo que tiene su origen en Málaga: "Allí desarrollamos las primeras ideas y diseñamos las coreografías, pero los bailarines viven un tanto dispersos, así que nos reunimos en Madrid para ensayar". Si desde su formación en 2009 La Phármaco sigue una carrera imparable, las nominaciones a los Premios Max para Éxodo: primer día (como mejor espectáculo de danza, y para Arcas como mejor intérprete femenina), así como las consignadas por los Premios del Teatro Andaluz, han reforzado, y de qué manera, la presencia de la compañía en el panorama escénico nacional: "Cuando estrenamos Éxodo: primer día nos hacía mucha ilusión la idea de llevarla al Festival de Mérida. Nos pusimos en contacto con la organización varias veces y no tuvimos respuesta. Cuando salieron las nominaciones a los Max fueron ellos quienes se pusieron en contacto con nosotros, así que es posible que vayamos al festival el año que viene, a la sede de Medellín, que es más apropiada para espectáculos de menor formato".

Y es que la literatura y el pensamiento clásico constituyen el primer alimento de La Phármaco, que en La voz de nunca decide subir a hombros de un gigante peliagudo: Samuel Beckett. En esencia, la obra es una adaptación por derecho de Esperando a Godot, con la dramaturgia y dirección de Luz Arcas y Abraham Gragera, la interpretación de Luz Arcas, Begoña Quiñones, Ignacio Jiménez y Juan Manuel Ramírez, las coreografías de la propia Luz Arcas y la música de Carlos González, que comparece en escena con el piano en directo. Y sí, La voz de nunca narra exactamente lo que Beckett contó en su obra más conocida e influyente, punto por punto, a través de dos actos (titulados, respectivamente, Los otros: el teatro y La caída de los ciegos, éste en honor de Brueghel El Viejo) en los que las palabras quedan sustituidas por el movimiento (salvo una sonora sorpresa final en la voz de Lucky, uno de los personajes de la inmortal pieza del irlandés). Sobra decir que a Beckett, que acuñó el lema "Baila primero, piensa después", y que imprimió a sus obras escénicas y audiovisuales una depuración de tal calibre que terminó prescindiendo del texto, habría aplaudido complacido la iniciativa. La enjundia puesta en juego, claro, es mucha. Muchísima.

Arcas no se anda con medias tintas: "El proceso para poner en marcha Éxodo: primer día fue largo y difícil, pero La voz de nunca es un capítulo aparte. Lo que queríamos al fijarnos en Godot es ir a los cimientos de la tragedia contemporánea. El origen de la postmodernidad está en Beckett, así que teníamos que dar el salto sí queríamos expresar algo sobre la condición humana en el presente. Esto nos ha obligado a salir de las estructuras que predominan ahora en la danza contemporánea, donde todo es más fragmentado, pero en realidad siempre nos han visto como algo distinto". Para viajar a las entrañas de Esperando a Godot, Arcas y Gragera se empaparon de una exégesis fundamental de su obra: la que sirvió en bandeja el pensador y escritor francés nacido en Rabat Alain Badiou en su ensayo Beckett. El infatigable deseo (publicado en España en 2007 por la editorial Arena Libros). "Nos gustó mucho este libro porque da la vuelta a todos los lugares comunes que existen sobre Beckett, que si la desesperanza, que si la angustia, que si la soledad... Badiou presenta una visión completamente distinta", apunta Arcas, quien precisa: "Badiou señala que el tema de Godot es, esencialmente, el amor. Y afirma: 'El amor es cuando podemos decir que tenemos el cielo y que el cielo no tiene nada'. Lo que formula Beckett es un cambio del sentimiento romántico al reino de la nada, a la que el hombre rinde culto desde su insignificancia. La nada es el nuevo mito".

Pero, ¿acaso se puede bailar Esperando a Godot? Luz Arcas vuelve a responder con poso categórico: "Claro que sí. Nosotros hacemos la obra tal cual, respetando su estructura y con todos los componentes teatrales que atesora. Pero a través de la danza". Así, si el silencio es una herramienta fundamental en el teatro beckettiano, La voz de nunca incorpora registros propios del cine mudo "gracias al trabajo que hace en escena Carlos González con el piano y a su música, que parte de algunas partituras anteriores como el Claro de luna de Beethoven". Sobre el tono de humor y de vodevil que Beckett adoptó para su obra, inspirado en las películas de Abbot y Costello, Arcas señala que el mismo está presente "aunque con una nueva tonalidad. Beckett se refirió a Godot como algo 'terriblemente cómico', y creo que La voz de nunca funciona exactamente así. A mí, al menos, me hace mucha gracia. Y los invitados que han venido a los ensayos han terminado riéndose. Todo se desarrolla en allegro, así que imagino que sí, que resulta bastante entretenido. Aunque, en el fondo, me gustaría pensar que hemos logrado hacer algo así como una danza del absurdo".

Tras su estreno en Málaga, La voz de nunca tiene ya fechas garantizadas en Valencia y Granada y La Phármaco negocia justo estos días una puesta de largo en Madrid. "Aún no la hemos movido mucho, pero esperamos que vaya funcionando bien y nos salgan oportunidades", señala al respecto Arcas, quien asegura igualmente que los objetivos de su compañía pasan por hacerse con sus primeras actuaciones internacionales: "Tenemos algunas opciones para llevar Éxodo: primer día a Latinoamérica, y algunos festivales europeos se han interesado ya también por La voz de nunca. Es una cuenta pendiente que queremos saldar cuanto antes, porque para una compañía como La Phármaco es importante salir al exterior para consolidarse dentro".

Y corresponde, entonces, preguntar a Luz Arcas por las dificultades para una agrupación como la suya de hacerse con el favor del público, y de qué manera la situación que genera el IVA cultural al 21% constituye un obstáculo en este sentido. Una vez más, su respuesta resulta altamente clarificadora: "La relación del público con la danza en España es algo muy complicado. No tiene nada que ver con el teatro, es un mundo muy distinto. Es cierto que el IVA lo hace todo más difícil, pero lo verdaderamente grave es que no exista una política cultural seria dirigida a hacer de la danza una necesidad para la gente. En los teatros no hay temporadas de danza, sólo festivales. No hay programaciones que permanezcan de manera estable, prolongada en el tiempo, y así es muy difícil formar públicos". Pero tampoco los artistas pueden mirar a otro lado a la hora de asumir responsabilidades en este sentido: "Durante muchos años la danza se ha dedicado a la investigación porque se ha nutrido de subvenciones y se ha terminado expulsando al público de los teatros. Se pusieron en marcha proyectos que daban directamente la espalda al espectador y que a mí, la verdad, me parecían un coñazo. Muchas veces los bailarines y las compañías han estado ensimismados, casi había que pedir perdón por llenar una sala, y eran preferibles las malas críticas a las buenas. Yo no soy así. A mí me encanta llenar una sala. Y para que un espectáculo como Éxodo: primer día llegara a funcionar, la ayuda de las buenas críticas que cosechamos al principio fue decisiva. Hasta no hace mucho, que la danza hablase de otra cosa distinta de sí misma significaba cometer un pecado. Pero hay que entender que la danza no es un tema, sino un lenguaje. Y un lenguaje no puede hablar de sí mismo. Debe hablar de otras cosas".

No obstante, Arcas percibe un cambio de tendencia gracias al trabajo de compañías jóvenes como La Phármaco, que prestan un talento esencial a la hora de reconquistar al público: "Aquel ensimismamiento cambió ya a otra cosa. Ahora estamos en disposición de desarrollar la danza como una expresión artística, y de que el público acepte acompañarnos, que se interese por lo que hacemos". Seguramente, no habrá muchas oportunidades tan valiosas como la que La Phármaco cuece estos días a fuego lento en La voz de nunca. Si Beckett acuñó su estética feroz en Textes pour rien, aquí asistimos, tal vez, a una danza para nada. Una danza para decirlo todo.

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