Cultura

Destacan el valor seco y el buen corte de Iván Vicente

  • La corrida de Salvador Domecq, que dio mal juego, fue decisiva para que la terna se marchara de vacío

La gente no valoró lo suficiente el esfuerzo de Iván Vicente en el primero y desde luego estuvo tremendamente fría con la bonita faena de Eduardo Gallo al tercero. El resto de la función fue un quiero imposible por culpa de los toros, deslucidos al máximo.

Vicente fue el destacado de la tarde, por agallas y capacidad para resolver. Muy por encima del mencionado marrajo que abrió plaza, un animal grandón y reservón, que no humillaba y salía distraído de los encuentros. Toro manso y con genio, y orientado, sabiendo siempre lo que se iba dejando atrás. Más cosas todavía que contar del toro: medía mucho al torero, le costaba mucho arrancarse y cuando se echaba para adelante lo hacía descompuesto y al bulto. Pues con todo eso, y el viento como dificultad añadida, Vicente tragó una barbaridad. Fue una pena que no cayera el toro con la espada dentro, pues la estocada fue también algo muy serio. Y después de dos golpes con el descabello, aviso incluido, la cosa quedó en una simple ovación. El cuarto fue toro a menos, como la misma faena, que había tenido muy buen principio por el lado derecho. Toreo de valor seco el de Vicente, pero también de corte exquisito. Sin embargo conforme avanzaba el trasteo se iba descomponiendo el toro, cada vez con menos acople también del torero.

César Jiménez cargo con los dos más insulsos del envío. Manso, blando y sin transmisión su primero, que embestía andando y se paraba a mitad del muletazo. Por no tener el toro, ni malas intenciones. El hombre le buscó las vueltas pero fue inútil. La faena no tomó vuelo y las ganas de Jiménez sirvieron sólo para tapar lo malo del toro.

Eduardo Gallo, injustamente tratado por el tendido, que acogió con suma frialdad su primera faena, a la que muchos pueden pensar que le sobró el último tramo. Pero quizás fue precisamente ese pasaje el que quiso utilizar como recurso para meter más a la gente en la faena. Lo cierto es que con el capote toreó de maravilla. Muleta en mano las tandas por la derecha, llevando al toro muy enganchado, tuvieron además ajuste y verdad. Gallo se gustó mucho por ese pitón. El toro, cada vez más a menos, por el izquierdo apenas colaboró. El cambiante sexto arrollaba por sorpresa y Gallo no terminó de centrarse con él. Antes de despenarlo aguantó un par de coladas.

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