Cultura

Diana Krall, calidad sin emoción

¿Puede un concierto ser bueno pero dejar frío? Sí que puede. Con Diana Krall eso ocurrió, al menos a quien escribe. La dama canadiense del jazz, la mediática esposa de Elvis Costello -"Mi marido es de Liverpool", recordó la cantante y pianista en el Cervantes en la noche del lunes- ofrece calidad, tanto la suya como la de sus músicos, pero la pasión y el riesgo no están incluidos en el precio de sus entradas.

"Quizá el mejor vocalista y pianista fue Fats Weller, pero para mí es más importante Nat King Cole", explicó Krall antes de reinterpretar otra de esas hermosas pero añejas piezas que dan forma a su repertorio. Lo más contemporáneo que se pudo escuchar en el Cervantes fue a Stevie Wonder, con gotas de The Beatles. Porque los arreglos tampoco son un dechado de contemporaneidad. Todo les sale bien, aunque no es complicado pues todo ya lo conocíamos: tanto las canciones como el modo de interpretarlas.

Krall es una buena pianista y una notable cantante, y sus músicos son todos sobresalientes, pero no funciona del todo la mecánica en el escenario; llega a ser previsible el modo de ejecutar y desarrollar los temas, quizá el principal pecado capital si hablamos de jazz, que es de lo que se supone que hablamos.

Lo que sí hizo Krall muy bien fue contar su vida: que si en Mijas ella y su banda eran los únicos clientes del restaurante, que si se enteraron de la victoria de España en la Eurocopa por el griterío, que si viajar con dos niños de 19 meses en una gira era duro y que lo peor era el check-in en los aeropuertos... Y así durante demasiado tiempo. El nivel de inglés de la población española ha mejorado en las últimas décadas, pero no tanto. Además, ¿a quién le importa su vida doméstica como diva y madre? Quizá fuese su modo de acercarse al público, pero fue mejor la reflexión sobre Fats Weller y Nat King Cole, la verdad.

Esto de Krall es caviar frío, bueno pero demasiado claramente cool. Es normal que le den Grammy y que el precio de sus entradas llegue a las tres cifras -lo que hay que ver en tiempos de crisis económica, o eso dicen-. Otra cosa es superar el umbral de lo correcto, por perfecto que sea, para alcanzar las alturas de la emoción. Si no se logra no se interpreta música, sólo se recrea.

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