Cultura

Eslava Galán regresa a la trinchera

  • El escritor jiennense publica 'La Primera Guerra Mundial contada para escépticos', una investigación del conflicto en la que el autor se acerca a la experiencia de "la gente sin nombre"

Con esa ironía que le caracteriza, porque no le gusta "perder el humor, incluso en los temas más serios", y compaginando la documentación histórica con técnicas propias de la novela y diálogos ocasionales entre personajes, Juan Eslava Galán se suma a las conmemoraciones del 14 con La Primera Guerra Mundialcontada para escépticos (Planeta), un ensayo en el que este escritor aficionado a la Historia vuelve a sumergirse en ella con la mirada puesta en las personas anónimas, esa "gente sin nombre" que protagonizó el conflicto.

En una Europa que vivía "en el mejor de los mundos posibles" gracias a hallazgos como "los automóviles, el teléfono, las vacunas o la electricidad", el atentado al archiduque Francisco Fernando pondría de manifiesto "las tensiones internas" de los distintos países, que iniciarían un enfrentamiento que se alargaría más de lo esperado. "Todos pensaban que sería una guerra corta, que en Navidad estarían en casa, pero el propio progreso complicó las cosas. Los generales estaban educados en viejas tácticas y tardaron en entender un panorama que incluía nuevas estrategias, al que se habían incorporado elementos como las ametralladoras y las alambradas", resume el autor.

"¿Todo eso quién lo sufre?", se pregunta el autor de La mula o Rey Lobo: "Los pobres desgraciados que estaban en las trincheras". Entre otros datos que ha conseguido Eslava Galán están "quién fue el primer muerto de la guerra y quién fue el último, una tontería en un conflicto que tuvo tantos muertos, pero que expresa bien lo que significa una guerra. El primer día murieron dos en la misma acción: un chico alemán y un francés. Fueron muertes absurdas como la última, cuando ya estaban mirando los relojes y esperando que llegara el armisticio, y en los últimos segundos cayó un desgraciado". Especialmente conmovedora es su crónica de la tregua de Navidad en la que alemanes e ingleses hicieron un alto en la batalla para intercambiar villancicos y confraternizar, un capítulo que escandalizó a los altos mandos, que no quisieron ver el lado humano del asunto y que confiscaron las fotos de aquella experiencia.

El volumen, profusamente ilustrado, rescata algunas de las imágenes de esa tregua que sobrevivieron a la criba. El libro divulga numerosos documentos, algunos extraídos de la colección particular del novelista, que revelan el notable desarrollo que tuvo la propaganda en la I Guerra Mundial. "La imprenta ya puede hacer postales en color, hasta entonces la propaganda se hacía de un modo torpe, con caricaturas", opina el jiennense sobre un campo en el que también ganaron los aliados. "Hitler se queja, en Mi lucha, de que ingleses y franceses hicieron mejor la propaganda en la Primera Guerra Mundial. En esas imágenes los alemanes salían como unos brutos, unos salvajes; los alemanes, sin embargo, ponían a los aliados como débiles o enanos. Lo que pasaba es que en el campo de batalla, el inglés o el francés descubría que los alemanes no eran tan fieros... y los otros que sus rivales no eran tan fáciles como los pintaban", comenta.

En el campo de batalla, las bajas se producían por el pie de trinchera, una enfermedad causada por el frío y la humedad que llevaba al ablandamiento de la piel y a la gangrena, o por enfermedades venéreas: sólo en el flanco de los británicos, cuenta Eslava, 150.000 soldados contrajeron algunas de ellas. Hasta en el tema de la prostitución los alemanes eran los más organizados: su Policía Moral edita una tabla de precios que muestra el libro.

En esa guerra en la que España fue neutral más por casualidad que por principios -"Alfonso XIII estaba casado con una inglesa bastante dominanta, y era hijo enmadrado de una austriaca, así que tenía la guerra en casa", cuenta Eslava entre risas-, se produjo un importantísimo cambio de mentalidad en la mujer. "Los hombres abandonan las fábricas y la administración, y la mujer se incorpora a todo. Al final de la guerra, algunas volvieron al hogar pero otras no: se habían acostumbrado a su sueldo, habían descubierto que podían hacer el trabajo de un hombre. Ahí empieza la verdadera liberación de la mujer, algo que incide directamente en la moda: antes las mujeres estaban encorsetadas, pero después de la guerra llevaban ya vestidos más sueltos".

Eslava cree que ahora "no puede haber una guerra de esta escala" pero, añade, en Europa "estamos inmersos ahora en una guerra económica, por parte de algún país del norte, que está sojuzgando al resto de Europa por medio de la moneda común y el banco común. Eso no afecta a Inglaterra, que es más lista y que no entró en el euro".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios