"En España no se trata al flamenco con el cariño y el respeto que se merece"

Farruquito. Bailaor

El bailaor sevillano reúne este viernes en el Castillo de Sohail (Fuengirola) a su familia de artistas -entre ellos sus hermanos 'El Farru' y 'El Carpeta'- para ofrecer un montaje de "flamenco puro".

El artista durante una actuación en septiembre del año pasado en el Lope de Vega de Sevilla.
El artista durante una actuación en septiembre del año pasado en el Lope de Vega de Sevilla.

El New York Times concedió el título de mejor artista de la Gran Manzana en 2001 a Juan Manuel Fernández Montoya Farruquito con 18 años. Se lo dieron tras verlo en el Festival de Flamenco de Nueva York acompañado de la estirpe Farruco con el espectáculo Farruquito y familia, el mismo que exhibirá mañana en el Castillo de Sohail con motivo del Marenostrum Music Castle Park. Tres lustros después, el bailaor sevillano vuelve con este montaje -tras su estreno de TR3S Flamenco el año pasado en el Cervantes, donde dejó claro que la dinastía Farruco sigue marcando el compás- para contar la evolución profesional de los suyos y de él mismo. Una evolución en línea recta donde el artista no se olvida de emocionar: "Cuando salgo a bailar no estoy pensando en la técnica". No falta jurarlo, se ve a simple vista.

-Hace poco declaró que trata de expresar en cada obra su estado de ánimo. ¿Cómo se sintió cuando confeccionaba Farruquito y familia hace 15 años?

-En ese momento sentía que la familia era algo muy importante, dentro y fuera del escenario. Gracias a ese espectáculo volví a actuar junto a ella, con la que he crecido a nivel personal y artístico. Somos compañeros de oficio. El Carpeta -apodo artístico de su hermano Manuel Fernández Montoya- en ese momento era un niño, ahora es un hombre. Este show es volver a contar el estado profesional que vive esta familia.

-¿Ha evolucionado mucho su baile desde entonces?

-La evolución es diaria. Conforme uno crece como artista expresa más sentimientos, más ideas y por qué no, más habilidades: habilidades rítmicas, habilidades visuales. El flamenco es como un cuadro. A veces se utiliza la paleta entera y otras veces sólo un color, pero los matices siempre son distintos. Aunque el estilo de pintura seguramente sea el mismo.

-¿Con qué color se identifica Farruquito y familia?

-Con el blanco porque es puro, es verdad. Todo lo que ocurre en el escenario nos representa como artistas y como personas. Contamos también con unas proyecciones donde se ven fotografías inéditas de momentos nuestros, en familia. ¿Por qué bailamos así? Porque así somos después en la realidad.

-Hablaba de su hermano El Carpeta, que se ha hecho mayor. ¿Sintió miedo en el momento que tuvo que asumir el papel de Farruco con apenas 15 años?

-Nunca lo pensé de esa manera. Mi abuelo tenía su sitio, como lo tuvo mi padre. Ellos dos eran los pilares. Yo no era ni soy uno ni otro. La familia confió en mí para que fuese la voz cantante, hablando artísticamente. En lo personal es más llevadero. Pero profesionalmente es un peso muy grande porque lo que hagamos en el escenario va a perjudicarme o a beneficiarme más a mí que a ellos.

-¿Es difícil innovar en el flamenco, un baile tan pegado a la raíz?

-No. La gente está muy confundido con el purismo. El purismo es todo lo que se haga con el corazón, no tiene que ser antiguo. De hecho, esta más cerca de lo original que de lo ortodoxo. Aun así, no estoy de acuerdo con algunas propuestas actuales que transforman el flamenco en algo que no es.

-¿Entonces no está de acuerdo con propuestas que añaden pasos de danza clásica o incluso de claqué a un número flamenco?

-Es que eso no es evolucionar, es hacer otra danza. La evolución reside en hacer una versión distinta de ti, pero bailando flamenco, no claqué.

-¿Qué piensa sobre los espectáculos excesivamente comerciales que se ofrece al turista?

-No sabría decirte. Hay mucha gente buena actuando en ese tipo de montajes. Incluso hay espectáculos para entendidos donde la gente lo hace muy mal. Está muy infravalorado el espectáculo para el turista y muy sobrevalorado el espectáculo de gran escenario. Hay muy buenos flamencos en tablaos turísticos y hay artistas sin los suficientes conocimientos que están en todos los carteles.

-¿Qué opinión le merece que algunos programadores se fijen más en los premios que atesora un artista que en su trayectoria?

-Quizá es la única forma que tienen de saber a quién están programando. Vuelvo a lo mismo. No todos los programadores son aficionados al flamenco y quizá tienen que recurrir a esto.

-¿Qué valora más en un bailaor: su técnica, su naturalidad, su capacidad para la improvisación?

-Que sea capaz de transmitir algo, de erizarme el vello. Da igual que sea a través de un movimiento aparentemente sencillo. Si me paro a pensar en su técnica, en su vestuario, sus luces, es que no me ha emocionado mucho.

-Hace poco estuvo dando una masterclass en el Conservatorio Superior de Danza de Málaga. ¿Qué cosas no se aprenden en una escuela?

-Las cosas que se aprenden en la calle. El flamenco es de la calle. El flamenco es que una guitarrista te toque la guitarra, que tú le bailes a un cantaor, que el cantaor toque las palmas. Cuando salgo a bailar no estoy pensando en la técnica.

-¿Entonces a quién verdaderamente hay que preguntarle por el flamenco es a un artista antes que a un crítico, no?

-Por supuestísimo. La opinión del crítico es una única visión.

-A los críticos de medio mundo se les llena la boca hablando de su baile. ¿Cuál ha sido la crítica que más le ha servido para evolucionar?

-A mí todas. Incluso las destructivas, pocas, pero las he tenido. Hay que ser humilde y aceptarlas.

-Hace poco entrevisté a Sara Baras, Rocío Molina y Antonia Contreras. Las tren comentan que se valora más el flamenco fuera de España. ¿Cree usted lo mismo?

-Sí, lo he vivido en propias mis carnes. La razón no la sé.

-¿Y las condiciones laborales son mejores fuera?

-Sí, se paga un poco mejor que en España. Pero no es sólo eso. Los artistas no nos vamos fuera porque nos paguen más. Es que se nos trata con más respeto, profesionalidad y cariño. Son puntuales y serios. Aquí en España no son serios con el flamenco. Eso desgasta a los artistas. Por eso cada vez es más difícil trabajar aquí. También tenemos que valorar que aunque nos paguen más fuera, bailamos en nuestra tierra. Pero no es el dinero lo que nos mueve. En España no se trata al flamenco con el cariño y el respeto que se merece.

-¿Piensa honestamente que se le ha dado más importancia al flamenco desde que se declaró Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2010?

-Que va. Eso es una medalla más que se ponen. Si de verdad les importara el flamenco lo programarían en la televisión a la hora que se pone La que se avecina, la serie. No, ponen los conciertos a las tantas, cuando la juventud está durmiendo. ¿Así se conciencia? ¿Poniendo los conciertos a las tantas de la madrugada? No hay ningún programa en la televisión pública dedicado al flamenco. Es ahí donde estamos conectados, a la televisión y a las redes. No podemos olvidar que en España tenemos muchísimas cosas que exportar al mundo, ni que este país es una gran familia.

-España puede exportar muchas cosas, pero somos los primeros en no valorarnos. Así ocurre con el flamenco.

-Sí. Eso lo decía Lola Flores cuando yo tenía 10 años. Hace 24 años salía ella diciendo en televisión que por qué lo de España era siempre lo peor. Que por qué el que llegaba de fuera, el último, le dábamos mucha más importancia. Aún hoy nos lo preguntamos.

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