Espontánea versatilidad
Crítica de Música
Orquesta de córdobaHHHHH
14 Festival de Música Española de Cádiz. Solista: Juan Pérez Floristán, piano. Director: Lorenzo Ramos. Programa: Obertura de 'Fidelio' de Beethoven; 'Noches en los Jardines de España' de Falla; Concierto para piano en sol mayor de Ravel. Lugar: Gran Teatro Falla de Cádiz. Fecha: Viernes 25 de noviembre. Aforo: Casi lleno.
Sesión breve la de este año de la Orquesta de Córdoba en el Festival de Música Española de Cádiz. Un concierto en el que el protagonismo correspondió mayoritariamente al pianista sevillano Juan Pérez Floristán, que en la primera parte rindió tributo al centenario del estreno de las Noches en los Jardines de España de Falla, en la segunda tocó una de las obras más embriagadoras de Ravel y aun alargó su actuación en una tercera donde mostró lo desprejuiciado de sus gustos y la versatilidad de su estilo.
El concierto comenzó con una Obertura de Fidelio que Lorenzo Ramos dirigió desde la contención expresiva. Fue un Beethoven mirando más a la claridad y la mesura ilustradas que al mundo de las tensiones románticas aún por llegar. El conjunto cordobés mostró empaste y equilibrio correctos, que hizo extensibles a sus dos acompañamientos, en los que la principal virtud de Ramos fue plegarse al universo expresivo del joven talento sevillano, incluso en la obra de Falla, en la que el piano parece tener más función de instrumento obligado que de concertante.
Fue la visión un tanto abrupta, pasional, en carne viva de Pérez Floristán la que se impuso, un Falla menos atento al aura misteriosa e impresionista que tantos intérpretes han resaltado de la obra que al color y el ritmo. Fueron ambos (color y ritmo) elementos esenciales de los movimientos extremos del Concierto de Ravel, con su aroma jazzístico especialmente enfatizado. Como era de esperar, en el arrebatador Adagio assai central, Pérez Floristán eludió cualquier atisbo de almibaramiento, seduciendo desde la flexibilidad de la línea y el juego con las dinámicas. En las propinas, una bulería del jerezano Gerardo Núñez y un preludio del neoyorquino George Gershwin, tocado por la magia de la espontánea musicalidad, pusieron en contexto la omnicomprensiva fantasía artística de un músico llamado a ser grande.
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