Félix Romeo, honestidad brutal

12 de octubre 2011 - 05:00

Poseía una erudición asombrosa que no se limitaba al ámbito de la literatura. El cine, la música o el cómic eran otros tantos terrenos a los que se dirigía su apetito voraz, omnívoro, literalmente insaciable. Decían que apenas dormía, ocupado en la pesquisa permanente, pero aunque su sed de libros nuevos o viejos no conocía límites, era lo más alejado, por su vitalismo, a un ratón de biblioteca. Practicó el periodismo y la crítica literaria de un modo brillante, incisivo y partidario, con especial simpatía por los contemporáneos pero sin casarse con nadie. Compartía sus entusiasmos y animó a muchos autores más jóvenes a emprender o continuar el camino de la escritura, mientras él mismo se mostraba reticente. Gustaba de la discusión acalorada y de la compañía de los amigos, una legión de devotos que ahora llora su muerte doblemente injusta, por inesperada y prematura. Deja un hueco grande, como su propia humanidad, en la cultura española, necesitada de miradas como la suya que no se limiten a glosar las consignas diseñadas por los departamentos de mercadotecnia.

No hay comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último