Fernando Cámara reapareció sin suerte
Este malagueño, aunque de adopción, se fue a la enfermería a las primeras de cambio, tras mostrar unas airosas chicuelitas · La cara de la moneda fue para Salvador Cortés
Fernando Cámara reapareció sin suerte en La Malagueta. El primero de la tarde echó las manos por delante y el jiennense lanceó ganando terreno. No se empleó el toro, pese a lo cual, Cámara quitó por airosas chicuelitas. El toro sabía lo que se dejaba atrás y desde el principio de su lidia sacó mucho peligro. En la muleta, además, topó con la cara por arriba y su matador lo pasó con las lógicas precauciones con la mano izquierda. Al tomar la derecha, nuevo aviso del toro que terminó por coger a Fernando de forma aparatosa. Las asistencias trasladaron al diestro a la enfermería, donde se le apreció la rotura del fémur de la pierna izquierda. Una reaparición muy desafortunada.
Eduardo Gallo se limitó a dejar una estocada caída para poner punto y final a la vida del toro que había herido al primer espada. El segundo, que correteó sin fijeza de salida pero no metió mal la cara, permitió al torero de Salamanca lancear con buen trazo y firmar una magnífica media verónica. El toro estaba justito de fuerza y de casta y llevaba la cara a media altura, aunque no terminaba de meterla mal. Eduardo Gallo se mostró aseado con la mano derecha, aunque el toro no transmitía. La embestida, cada vez más sosa, se complicó con la falta de fuerzas, pese a lo cual, el diestro estuvo decidido en lo intentos al natural. Perdió las manos el quinto en los muletazos de recibo y tuvo un viaje corto en el que no se empleó ni transmitió, constituyendo uno de los ejemplos más claros de los que ya hemos calificado como corrida muy justita de fuerza y de casta. No había toro y, como consecuencia, no había faena que no obstante, Gallo, voluntarioso, prolongó en exceso.
El tercero de la tarde pasó por el primer tercio sin emplearse. Salvador Cortés brindó al público y comenzó la faena con muletazos cambiados por la espalda y rematar con torería su primera serie. Acertó el sevillano a darle al toro, que metía bien la cara, sitio y tiempo y dijo muy bien el redondo con la mano derecha rematando las suertes con un extraordinario pase de pecho. Repitió la serie en el mismo tono, arrancando una ovación. Al natural, templó la embestida y remató con un trincherazo de cartel de toros, a cámara lenta, para seguir con otra serie sobre la zurda hecha de muletazos muy templados. ¡Lástima que las fuerzas medidas del toro y su escasa transmisión no ayudara a que la faena, muy notable, alcanzara más altos vuelos!. Cortés mató al cuarto, en sustitución de Fernando Cámara. Un toro noblón que tampoco transmitió aunque no hizo cosas feas al meter la cara. El torero tuvo que llevarle a media altura para que no midiera el suelo y de esa guisa, ni el espada ni su oponente, lograron decir nada. Se decidió, por fin, a bajarle la mano y, en consecuencia, el toro perdió las suyas, pero los muletazos aunque aislados ganaron en hondura. Un circular, un trincherazo y un pase de pecho hicieron subir la faena. Brindó Salvador Cortés la muerte del sexto a El Niño de la Capea, después de lancear con buen juego de brazos, suertes a las que el toro respondió metiendo bien la cara aunque sin humillar, acusando ya su escasez de poder. Se simuló la suerte de varas y la faena se compuso de principio de muletazos para afuera, tratando de no forzar la embestida y para que el semoviente -que no merece el toro otro calificativo- no rodara por el suelo. En la serie siguiente Cortés se ajustó más aunque sacó el engaño por arriba. A fuerza de insistir, repitió el toro que no tenía mala condición, pero estaba ayuno de fuerzas y además se quedaba muy corto. Intentos con la zurda con algún muletazo suelto hasta que la res buscó las tablas.
En la quinta del abono, el público comenzó a responder pese a la flojedad de los carteles y la suerte le volvió la espalda a Fernando Cámara en su reaparición. La cara de la moneda fue, esta vez, para Salvador Cortés.
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