Cultura

GlobalRhythm dedica una biografía a Nat King Cole

  • En el libro, el músico recupera el lugar privilegiado que le corresponde como gran renovador del lenguaje jazzístico

Pocos días antes de morir, en el hospital donde convalece, un enfermo postrado en su silla de ruedas se presenta así a la monjita que lo auxilia: "Hola, soy Nat King Cole". La hermana Madelon no debía de andar muy al tanto de los asuntos mundanos, pues escéptica y piadosa le sigue la corriente a aquel pobre hombre, sin saber que es uno de los músicos más célebres del siglo: "No se preocupe", le responde condescendiente, "lo llevaré a donde usted quiera, majestad". En las palabras del genial jazzman no hay presunción ni soberbia ni enfebrecido orgullo: su apodo, "el Rey", era tan parte de sí mismo, de su estampa pública y su personalidad, había sido tan modestamente asumido y con tanta naturalidad -por él, pero sobre todo por el inmenso auditorio a quien había conquistado- como el hábito en la monja.

La anécdota es referida por Daniel Mark Epstein, que ha escrito una espléndida biografía de Nat King Cole cuyo mayor mérito consiste, no ya en repasar amenamente los pormenores de su vida y explicar su obra -cosa que resuelve a las mil maravillas-, sino en hablarnos de Nat con el estilo y las virtudes de Nat, esto es: con elegancia, humor, dominio absoluto del ritmo, riqueza cromática e inventiva melódica (en el caso del escritor, diríamos mejor "narrativa"). Nat King Cole. La voz inolvidable, bellamente editado por GlobalRhythm, recorre la ajetreada vida de Nathaniel Coles, quien eliminando la "s" del apellido y acortando su nombre en Nat muy pronto habría de hacer honor a su apodo, King, "el Rey", en una carrera musical ascendente que le haría cosechar enormes éxitos -incluso más allá de lo musical, como showman, o más exactamente, maestro de ceremonias y presentador televisivo- y recibir no pocos disgustos en una Norteamérica lacerada por profundos prejuicios raciales.

¿Resulta apropiado tildar de revolucionario a quien disfrutó de las mieles del éxito y la fama, el cantante comercial de baladas clásicas como Unforgettable o Aquellos ojos verdes? Diríamos que sí, al menos en el caso de Cole, verdadero arquetipo de una época -la que va desde la Era del Swing hasta los años 60- en que lo "comercial" no estaba reñido necesariamente con lo moderno, lo original e incluso lo genial. Por otro lado, hubo dos facetas de Cole: el pianista con su nuevo lenguaje jazzístico y el fabuloso cantante que exploró, entre otras cosas, las posibilidades de la balada comercial. Y en esas dos direcciones se desplegó la serena revolución de Nat King Cole, cuya sonrisa, como su particular estilo pianístico, parece una prolongación de la sonrisa de Earl Hines, "papá" (Fatha) del piano moderno.

Su trío aportó un nuevo lenguaje, deudor del estilo de Hines y precursor de lo que en pocos años sería conocido como bebop. Influyó decisivamente en pianistas del nuevo movimiento, como Bud Powell u Oscar Peterson (cuyo disco With Respect To Nat constituye acaso el más hermoso homenaje recibido por Cole). En otro orden de cosas, aprovechó su vertiente más comercial, su repercusión social, en provecho de su decidida lucha contra la segregación racial. El hecho de que esa batalla fuera protagonizada por un Nat King Cole sonriente y moderado le valió la amistad e intimidad de gentes como el presidente Kennedy, no pocas críticas de personalidades más beligerantes, y, sobre todo, muchos enemigos del otro lado: lean, si no, el espeluznante episodio del intento de secuestro -¡en escena!- por un brazo juvenil del Ku Klux Klan en las tierras del Sur, o la lucha infructuosa por conseguir patrocinadores publicitarios para su exitoso programa de televisión... En definitiva, hoy comprendemos cómo cada nuevo éxito personal de Nat constituyó un firme paso adelante en el camino contra la segregación racial en su país, unos Estados Unidos que se quedaron pasmados -ya fuera por puro alborozo o por mera confusión- frente a la pantalla cuando Cole, el primer hombre negro que presentaba un programa de retransmisión nacional, echó a bailar en el plató con una hermosa mujer blanca.

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