Cultura

Heiner Müller levanta el telón

  • El 'Quartett' del dramaturgo alemán da mañana el pistoletazo de salida al certamen en el Cervantes · 26 funciones de 14 espectáculos, incluidos tres estrenos nacionales, se representarán hasta el 9 de febrero· 'Quartett' se representa mañana y pasado en el Cervantes a las 20.30.

El dramaturgo alemán Heiner Müller (Eppendorf, 1929-Berlín, 1995) analizaba de esta manera su obra Quartett, estrenada en 1980: "Al escribir sobre cualquier tema no me interesa más que su esqueleto. Aquí me ha interesado dejar al descubierto la estructura de las relaciones entre sexos tal y como las considero reales y destruir los clichés, lo reprimido. Aunque yo también viva de ilusiones en mi vida sexual, cuando escribo no puedo tomar en consideración esas ilusiones. Mi impulso principal cuando trabajo es la destrucción. Esto es, joderles el juguetito a otras personas. Creo en la necesidad de los impulsos negativos". La pieza, basada en Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos, abre mañana a las 20.30 (con una segunda función el sábado) el Festival de Teatro de Málaga en el Cervantes con la producción de la compañía francesa Rumpelpumpel y la dirección de Matthias Langhoff, antigua mano derecha de Müller.

El dramaturgo escribió Quartett en plena eclosión de su figura, cuando ya había llevado al Berliner Ensemble que fundara Bertolt Brecht a los cauces de modernidad suficientes para superar el expresionismo materialista alemán (sin abandonar, eso sí, los presupuestos sagrados del teatro épico) y se había consagrado como autor fundamental del siglo XX europeo. Con esta obra, Müller inició igualmente una nueva etapa en su propia producción, después de quince años dedicado a la recreación de clásicos mitológicos griegos (Elektra, Edipo, Prometeo, Orfeo, Medea) y de Shakespeare (la magistral Hamlet Machine, de 1977). El alemán había dirigido sus esfuerzos hacia estos materiales ajenos a partir de 1965, después de que la RDA censurara buena parte de sus obras: Los campesinos (1961) fue prohibida por el excesivo realismo con que retrataba las miserias de la vida real y La construcción (1965) fue denunciada por el mismísimo líder Erich Honecker. Las piezas inmortales de antaño permitieron a Müller trabajar sin tanta presión de las autoridades y a la vez sin renunciar del todo a sus singulares postulados estéticos y políticos.

En Quartett, el autor de Germania, muerte en Berlín toma en realidad a De Laclos como excusa para acercarse definitivamente a Strindberg, una de sus más apasionadas obsesiones como dramaturgo, y en especial a la obra La señorita Julia, demoledora sentencia dictada contra las relaciones entre distintos sexos. Müller asume el pesimismo hegeliano y arremete con dureza contra las conveniencias establecidas: el deseo actúa como una animal feroz que acaba con todo y la convivencia no puede entenderse sino como un combate a muerte. El amor es una relación de poder y la intimidad una guerra civil. En esta disección de los argumentos sociales, Müller devuelve al teatro a su terreno político, al punto en el que el hombre, como en Hamlet, pierde la razón para dejarse guiar por sus monstruos. La obra presenta espacios y tiempos bien definidos, con dos escenarios conciliados: un salón anterior a la Revolución Francesa y un búnker posterior a la Tercera Guerra Mundial. En ellos, dos personas entablan un duelo en el que sólo puede ganar uno. Con Quartett, en suma, Müller recuperó sus argumentos históricos y antropológicos más radicales. Nueve años después, la caída del Muro de Berlín confirmó que, cuando dos cohabitan, uno ha de extinguirse en favor del otro.

El montaje que llega al Teatro Cervantes, que tuvo su estreno español en el pasado Festival de Otoño de Madrid, reúne numerosos atractivos. Su director, Matthias Langhoff, dirigió el Berliner Ensemble entre 1992 y 1993 y trabajó estrechamente con Heiner Müller hasta su muerte. De hecho, Langhoff fue el primer lector de Quartett, ya que tenía el privilegio de revisar antes que nadie los manuscritos del maestro. Mientras Müller encendía la RDA, su aliado artístico viajaba con pasaporte internacional a los festivales de teatro más importantes del mundo para regresar a Berlín con noticias frescas. Langhoff, por tanto, habla de tú sin complejos a la obra (aunque la dirige por primera vez para este montaje, en versión francesa) y emplea una escenografía plena de contenido simbólico, que combina la representación de un vertedero con una pantalla en la que se proyectan retazos del imaginario colectivo del siglo XX. Si Müller no concede tregua, la puesta en escena fulmina toda complacencia.

La interpretación corre a cargo de Muriel Mayette y François Chattot, actores de la Comedia Francesa y de amplia solvencia en sus trayectorias para enfrentarse a semejante bestia. Con Müller, y en Málaga, el teatro se escribe con mayúsculas. Que dure.

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