Instrumento Marín
Su cuerpo es una caja de música y su lenguaje un vehículo en marcha. Andrés Marín es ritmo y el ritmo se llama Andrés Marín. El pasado miércoles se encargó de recordarlo en el Cánovas abriendo sin alardes El cielo de tu boca. El flamenco orgánico se acaba de depurar en la fisonomía de este bailaor de raza.
Entre sus músculos y su piel, Marín esconde -a buen seguro- un metrónomo que le permite componer y descomponer el sonido a su antojo. Si en El alba del último día ya mostraba pinceladas de su querencia por el eco de las campanas, en este nuevo espectáculo el artista explora con valentía un universo musical compartido con Llorenç Barber, otro maestro del minimalismo. Juntos recorren sobre el escenario un mismo canal de comunicación, despojados de artificios para quedarse con la raíz, con la música primigenia y la danza como necesidad vital.
Marín no necesita dramaturgia alguna para explicar que El cielo de tu boca es el espacio que dista entre la emoción y el desgarro. Todo el discurso está en sus pies, -sabios y precisos- en su baile angular y en su presencia escénica. Aún así, su dueño eligió arroparse por un trío de ases para acabar de erizar la piel.
Con el cante de Enrique Soto, José Valencia y Segundo Falcón la seguiriya, la farruca y todo lo que se les antoje conmueve. Lástima que las imponentes campanas de Barber, por sí solas, no acabaran de convencer. Gana el instrumento Marín.
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