Cultura

Instrumentos para una disección de la verdad

Teatro Cánovas. Sala B. Fecha: 26 de febrero. Dirección: Miguel Zurita. Texto: Vicente Ortiz y Miguel Zurita. Reparto: Olga Salut, Ana Iglesias y Elena de Cara. Aforo: 50 personas (lleno).

Lo primero que sorprende de la puesta en escena de Tres (articulada, paradójicamente, en la bipolaridad doméstica que sostienen los extremos del cálido pasillo / escenario de la sala pequeña del Teatro Cánovas) es su ambiciosa persecución de la verdad, en todos los sentidos del término. Hay evocaciones necesarias del juego teatral, claro, especialmente en los pasajes de calado más poético, los de narratividad menos evidente; pero sobresalen las cosquillas buscadas al naturalismo, la presunción de un realismo alentado para la focalización de la experiencia, en detalles como el borboteo de la cafetera (con su consiguiente aroma a café) justo al término de un monólogo o la sinceridad de un disco de vinilo, surcado de nuevo tras su rescate desde los lejanos años 80. La ordenación de los elementos rebosa inteligencia, en la (aquí obligada) dirección de la mirada del espectador y, más aún, en la disposición de los mismos para el germen de significados en una obra que, en el plano textual, dice mucho con muy poco, en el sentido de que deja suficientes espacios abiertos al público para que decida por su cuenta. Superada la primera impresión que ejerce tan pulcra adscripción al detalle, lo que se revela es el modo en que esa verdad escénica sostiene una verdad dramática. En Tres, son otras tantas hermanas las que se enfrentan, tras una reunión indeseada, a una mentira que las mantiene vinculada a un oscuro pasado, con el fin de alumbrar una verdad que, juntas o por separado, les permita emprender la marcha hacia el futuro. Y sí, todo en el montaje se empeña en ser honesto y en parecerlo, en una expresión pegada a la tierra que no puede quedarse únicamente en la esencia pregonada por Grotowski (aunque la primera lección que cabe extraer de Tres es que el detalle no está reñido con lo esencial).

Sin embargo, más allá de la puesta en escena y del drama, donde más y mejor trasluce la verdad de este proyecto es en el trabajo de sus actrices, soberbias, inspiradoras, pródigas y bien templadas, desde la emocionante espontaneidad de Olga Salut hasta el directo al estómago de Ana Iglesias pasando por el virtuosismo, gesto a gesto, réplica a réplica, de una Elena de Cara que debe ya ser considerada como una de las mejores intérpretes de su generación. Si Sócrates afirmaba que hacen falta dos para alumbrar la verdad, aquí se demuestra que con tres podremos ir un poco más lejos. Es en el oficio acabado y riguroso de estas tres actrices donde tiene sentido el ensamblaje del territorio poético y del drama familiar desprovisto de trucos y atajos. Tres habla, en fin, mucho y muy bien del trabajo de Miguel Zurita y Vicente Ortiz. Habrá que celebrarlo como merece.

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