Cultura

Intrahistoria musical del siglo de oro español

Festival de Música Antigua. 30 de junio. Sala María Cristina. Director: Juan Carlos de Mulder. Músicos: Lambert Climent (tenor), Ernesto Schmied (flauta), Javier Artigas (órgano), Calia Álvarez (viola de arco), Izascun Cruz (percusión), Juan Carlos de Mulder (vihuela). Aforo: Unas 60 personas.

A pesar de que la expresión tiene su origen en el contexto de la literatura, hubo también un Siglo de Oro de la música española durante el XVI y XVII. Los nombres de Cristóbal de Morales, Francisco Guerrero, Antonio de Cabezón y, sobre todo, Tomás Luis de Victoria integran la nómina de una época irrepetible. Sin embargo, junto a estos grandes nombres -casi todos ellos dedicados a la música sacra- tiene lugar una verdadera eclosión que se extiende a todas las esferas de la vida, desde las más populares hasta la corte de los reyes.

Ese otro Siglo de Oro, el de la música secular, es el eje de la antología que Camerata Ibérica presentó en el cuarto concierto del Festival de Música Antigua bajo el título Flores de música. Una colección de piezas profanas breves -danzas, villancicos, entremeses, ensaladas- que conforman la intrahistoria musical del renacimiento y el barroco español. Entre ellas encontramos las de los vihuelistas Juan de Encina y Luis de Milán, Mateo Flecha El viejo y otras composiciones anónimas, que han llegado a nuestros días en diversas recopilaciones, como los cancioneros de La Colombina o el de Palacio.

Desde los primeros acordes de La Spagna, una bellísima baja danza del compositor flamenco Heinrich Isaac, que hizo las veces de preludio instrumental, la Camerata Ibérica sonó extraordinariamente: la percusión, contenida, y la vihuela, tan frágil como sutil, perfectamente arropada por la calidez y nobleza de timbre, en las antípodas de lo untuoso, del conjunto de flauta, órgano y viola de arco.

Todo en esta música, el ritmo, los temas burlescos, amorosos y pastoriles, o la jovialidad de las melodías, resulta alegremente mundano e invita a al disfrute de lo intrascendente, sea cantando las torpezas de Rodrigo Martines, recreándose en las diferencias (variaciones) sobre el villancico popular Guárdame las vacas o bailando el anónimo del siglo XVII, Canarios.

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