Jay Kay, el señor del poncho que por una noche pulsó el ritmo de Málaga

concierto El Auditorio Municipal se rindió ante el impecable sonido de la banda británica

Cerca de 8.000 personas acudieron el miércoles a la segunda cita de Jamiroquai en España, dos horas exactas de potente directo con tan sólo un 'bis' de despedida

El cantante agradeció la entrega de Málaga, que no paró de bailar y corear todas sus canciones.
El cantante agradeció la entrega de Málaga, que no paró de bailar y corear todas sus canciones.
Rocío Armas/ Málaga

05 de agosto 2011 - 05:00

Dicen que la puntualidad es una virtud, pero en España estamos (mal) acostumbrados a la espera. Máxime cuando se trata de uno de los conciertos más deseados de todo el año en Málaga. De ahí que la noche del miércoles a más de uno le cogiera con el paso cambiado que la banda de Jay Kay comenzara a sonar a las 22:34, tan sólo cuatro minutos por encima de la hora prevista. Aún así, cuando cerca de ocho mil personas están pendientes de un escenario, la sorpresa se torna enseguida en una sonora ovación. Como la que recibieron los músicos de Jamiroquai nada más pisar el Auditorio Municipal, convertido ya en una pista de baile.

Porque cuando se pronuncia el nombre de la veterana banda británica -15 años en la música es hoy toda una experiencia- la cabeza se llena de uno de los mejores y más logrados ritmos del pop actual, ese que bebe sin reparos del funky, el acid jazz y la electrónica. Pero también se llena de colores. Los que acostumbra a proyectar en la pantalla y los que su mentor lleva encima. En forma de plumas o, en esta ocasión, sobre algo parecido a un poncho mexicano.

"¡Buenas noches, Málaga!", clamó el músico, cómodo en su propio arco iris y con un sombrero negro como remate. Como si de un bendecido mantra se tratara, el público devolvió el saludo a la manera usual: con saltos, alaridos y cámara de fotos grabando. La manta de incondicionales comenzaba entonces a calentar músculos al ritmo de Rock Dust Light Star -su último disco- mientras el resto intentaba tararear un estribillo similar al original. Se trataba tan solo de entrar en faena y cualquier tema de sus siete discos de estudio vale para reconocer la marca Jamiroquai.

Aún así, conciertos como este sirvieron para desmentir un extendido bulo que circula entre los menos entrenados: "las canciones de Jamiroquai siempre suenan igual". A no ser que se traduzca en que suenan igual de bien. Porque Cosmic Girl no se parece a Alright ni mucho menos a Deeper Underground.

El impecable sonido de la banda se encargó de demostrar que 20 millones de álbumes vendidos se deben a algo más que unos buenos arreglos. La guitarra de Rob Harris y el bajo de Paul Turner protagonizaron los minutos más venerados de la noche. Si las versiones de Jay Kay pueden sobrepasar los diez minutos será porque las cuerdas que le acompañan son capaces de sostenerlos. Del mismo modo que si su cantante se atreve a comenzar Love Foolosophy en acústico y acabar con una catarsis instrumental es porque se sabe poderoso. Sobre el escenario el miércoles lo fue y se le perdonó que no fuera generoso.

Tras los agradecimientos de rigor, el señor del poncho se despidió hasta más ver a las dos horas exactas de concierto. Tan solo regaló un bis, White Knuckle Ride, y se dejó en la recámara clasicazos como Too Young To Die o Virtual Insanity. Eso sí, sonaron diez minutos después, enlatados, en el aparcamiento del auditorio. Jamiroquai logró que por una noche Málaga andara con ritmo. Cuestión de magia.

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