Jondo Caballero Bonald
Los flamencos de Jerez homenajean al premio Cervantes 2012 con un disco en el que cantan sus letras a ritmo de seguiriyas y bulerías
José Manuel Caballero Bonald (Jerez de la Frontera, Cádiz, 1926) es un maestro para los que nos dedicamos al oficio de juntar palabras. Más si nuestro tema es lo jondo. En este sentido es autor de obras míticas como Luces y sombras del flamenco (1975), que ha sido reeditado en numerosas ocasiones. Años antes publicó El cante andaluz (1953) y El baile andaluz (1957). Colaboró también con Antonio Gades, en la adaptación literaria de Fuenteovejuna (1994).
En el ámbito flamenco, Caballero Bonald ha ejercido también de productor discográfico, destacando en este sentido su Archivo del cante flamenco (1968), asimismo reeditado recientemente. Esta obra está registrada en vivo, en el entorno de los artistas que aparecen en la grabación. No obstante, el escritor jerezano también produjo obras de estudio como Cantes vividos (1973) y La raíz del grito (1974) de Diego Clavel, Cantes viejos/temas nuevos (1973) de El Turronero, Cantes de ayer y de siempre de El Sordera (1975) o Bandera de Andalucía (1977) de José Mercé, para los que aportó un interesante corpus poético para ser cantado. También fue el letrista de los célebres Encuentros (1985) y Tierra (1989) de El Lebrijano. De hecho, José Mercé revive en esta edición dos de esos números que integraban su disco de debut: la malagueña del Mellizo El rebelao y las seguiriyas Casita del pobre. Un ejercicio muy estimulante es la audición de los cantes en ambas versiones: la del pujante Mercé de finales de los 70, cuando aún buscaba su propia voz, y la del cantaor maduro pero todavía poderoso de hoy. Me quedo, naturalmente, con el cantaor de 2017. Aunque se trata, seguramente, de comparar el flamenco que amaba Caballero Bonald con ese del que reniega hoy. Y es que Caballero Bonald, como señala Téllez en el texto del libreto, se halla del todo ajeno a lo jondo actual.
El director del Centro Andaluz de las Letras afirma que aquella expresión flamenca que amaba Caballero Bonald era más salvaje, y que la actual "ya no es perseguida, sino protegida por las instituciones". Ciertamente la sociedad española, incluido el escritor Caballero Bonald, es menos salvaje y está más protegida por las instituciones, cosa que es muy de agradecer. Aunque respecto del flamenco, como saben, aún queda un largo camino institucional por recorrer: sobre todo el que se refiere a la educación Primaria, Secundaria y Superior. Pero Téllez nos da con estas afirmaciones una pista muy útil para entender la vena flamenca de Caballero Bonald y de muchos intelectuales de su generación, que luego se apartaron de lo jondo. Y es que veían en el flamenco lo que más les interesaba, esto es, su carácter contestatario. Sin ver su lado acomodaticio. También las instituciones franquistas cortejaron a su forma a lo jondo, como sabemos todos. Y no hemos de olvidarnos de las instituciones de izquierdas, que las había, dentro y fuera de España, con gran poder. No creo que el flamenco sea "un amante esquivo", como afirma Téllez. Todo lo contrario, porque sabe que "no estás ni estamos/ para fuegos de artificio/ cuando apenas si respiramos", exige entrega absoluta. El poeta, al que no gustan los experimentos en lo jondo, pese a ser él mismo un artista experimental, como sabemos, estará satisfecho con este álbum estrictamente tradicional, en la línea de los que él mismo produjo, para Ariola y Fonomusic. Tradicional desde los años 50 hasta los 70 del siglo XX, quiero decir.
Mercé es el único de esos cantaores que antaño colaboraron con Caballero Bonald que está incluido en esta obra, aunque su primo Vicente Soto toma el testigo de su padre El Sordera en cantiñas y seguiriyas. El eco del gran Manuel Moneo suena demoledor por seguiriyas y tonás. David Lagos, productor musical del disco y sin duda el más completo de los cantaores jerezanos de hoy, canta bulería por soleá y minera. La Macanita, Jesús Méndez y María José Santiago también intervienen en la obra. De los textos, me quedo con el que firma García López, que se ocupa de averiguar los caminos que van de los versos de Caballero Bonald a lo jondo y viceversa, aunque, eso sí, referido sólo a Anteo (1956), una de las primeras obras del escritor.
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