Lección libre con el viejo profesor
Fernando Savater compartió ayer un refrescante encuentro con los alumnos del IES Portada Alta en el que conversaron sobre filosofía, terrorismo, la crisis, la televisión pública y la designación del próximo 'lehendakari'
Una hora antes de la convocatoria, Fernando Savater compartía charla y té con el equipo docente del instituto de enseñanza secundaria Portada Alta de Málaga. Los profesores ya tenían sus libros firmados, y mientras, en la puerta de la sala adornada con pasteles, crecía una ingente fila de alumnos que también querían su respectiva rúbrica, armados con sus volúmenes en la mano, Las preguntas de la vida, Ética para Amador y hasta La hermandad de la buena suerte, la novela que valió al pensador y escritor el último Premio Planeta. El centro celebra este año su vigésimo aniversario, una ocasión histórica que quedó ayer bendecida gracias a una visita perseguida y deseada desde hacía muchos años. El autor de Contra las patrias compartió ayer un encuentro asombrosamente fértil con estudiantes y enseñantes presentes y pasados invitado por el Departamento de Filosofía del instituto. El jefe del mismo, Antonio Titos, admitió visiblemente emocionado durante la introducción al acto que el de ayer fue uno de los mejores días de su vida.
Tras la presentación del profesor José Antonio Binaburo, coordinador andaluz del proyecto Escuela, espacio de paz, Savater se enfrentó a un auditorio repleto y ávido de respuestas. Y no se anduvo con rodeos. A modo de apretón de manos, se definió a sí mismo como "un profesor, un maestro en el sentido menos bíblico del término" (insistiría en ello en varias ocasiones posteriormente, al reivindicarse como "profesor de filosofía, no filósofo; yo trabajo para los genios, que son otros") y a la filosofía como "una reflexión sobre preguntas que no sirven para nada". Con las cartas sobre la mesa, aligeró los trámites y dio la voz a sus alumnos, porque eran suyos, hasta conformar una inolvidable experiencia de ejercicio democrático, de práctica mayéutica: él fue la partera que pidiera a gritos Sócrates para ayudar a dar a luz el conocimiento en los de su generación. "El filósofo es el que trata a los demás como si fueran filósofos. Hace preguntas y escucha respuestas. Se dirige siempre a la parte intelectual del otro", afirmó.
El resultado fue un ambiente de libertad. Los chicos, estudiantes de entre 4º de ESO y 2º Bachillerato y de los grados medio y superior de los ciclos formativos del instituto, arremetieron a preguntas con desparpajo y muchas ganas. No podía faltar la política y la formación de UPyD: "En una democracia, todos somos políticos. En una dictadura se arrebata el poder político a la gente. Quienes formamos UPyD lo hicimos porque queríamos hacer política en vez de despotricar contra quienes la hacen". Con respecto a los nacionalismos, su postura se mantiene tan meridiana como siempre: "Todos tenemos apego por lo nuestro, y es natural. Lo malo es cuando eso se convierte en motivo de exclusión y argumento para el sostenimiento de ciertos derechos adquiridos". Hasta salió a la palestra una pregunta sobre la próxima designación del próximo lehendakari: "Tengo mi bola de cristal algo empañada. Pero apuesto por Patxi López. Lo que espero es que no adopte posturas nacionalistas cuando llegue a la presidencia".
Entre la muchachada caló especialmente la manera tierna y a la vez directa con que Savater relataba sus experiencias más duras. Nunca relajó su sonrisa, lejos de cualquier victimismo. Incluso cuando una chica le preguntó por su ingreso en prisión durante el franquismo: "La policía mató a un compañero mío y decidí incrementar mi compromiso político. Me metieron en la cárcel y me quitaron el pasaporte. Y aún así siento nostalgia. No de la cárcel, claro, sino de aquellos años. Cada vez que volvía a casa magullado, mi madre me decía: 'Hijo mío, entiendo que hagas esto, pero ¿por qué siempre tú?". Con igual emoción recordó a José Luis López de la Calle y a quienes fueron amenazados por el terrorismo después de recibir las amenazas del franquismo. "¿Por qué siempre nosotros, los mismos?", se preguntaba ayer. Y, sin embargo, quiso quitar hierro a sus propias amenazas: "Mi situación no es la misma que la de un señor o una señora que vive asustado y encerrado en Hernani, donde nada más salir a la calle se mofan de su miedo. En Madrid vivo más tranquilo. Conservo algunas prácticas sencillas, es como mirar a ambos lados cuando cruzas la calle. Nada grave".
Hubo tiempo para repasar la Educación para la Ciudadanía ("siempre defendí la existencia de una asignatura que explicara los fundamentos de nuestro sistema político, pero nunca en detrimento de las horas de filosofía"), la televisión pública ("Zapatero me invitó a formar parte de un equipo asesor cuando llegó a la Moncloa; redactamos un informe muy grueso que debe estar guardado en algún cajón"), el Plan de Bolonia, el caso de Emilio Gutiérrez y la herriko taberna ("No es el camino, pero estallar cuando quienes te han destrozado la casa se ríen en tu cara es muy comprensible"), la cultura ("cuanto más inculto eres, más dinero necesitas para pasar el fin de semana") y todo lo que tuviera que ver con aprender: "Todos crecemos como la hiedra, apoyándonos en lo que nos ofrece resistencia". Y la luz, la de Montaigne, se hizo.
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