Crítica de Cine

León, en tierra de nadie

un día perfecto

Drama, España, 2015, 106 min. Dirección y guión: Fernando León de Aranoa. Fotografía: Álex Catalán. Música: Arnau Bataller. Intérpretes: Tim Robbins, Benicio del Toro, Olga Kurylenko, Mélanie Thierry, Fedja Stukan, Eldar Residovic, Sergi López. Cines: Málaga Nostrum, Vialia, Plaza Mayor, Miramar, La Cañada, Goya, Rincón de la Victoria, El Ingenio.

El cine de Fernando León ha ido ensanchando su horizonte de miras, siempre apegado a lo social desde una mirada crítica, del foco familiar y el barrio periférico a los asuntos de actualidad como el paro, la prostitución, la inmigración o la soledad en la vejez. Un cine siempre anclado en los guiones, menos atento al potencial de la imagen o la puesta en escena que a calculadas estrategias dramáticas de manual.

Con Un día perfecto León se suma a ese modelo exportador de cine transnacional por el que transitan ya muchos cineastas españoles, de Amenábar a Bollaín, de Coixet a Bayona, aunque la suya siga siendo la bandera del humanismo de concienciación y los relatos más o menos alegóricos.

El cineasta se marcha ahora a la Guerra de los Balcanes a mediados de los 90 para desplegar sus señas de identidad en territorio extraño a partir de una novela de Paula Farias: personajes bien perfilados, construidos a través de diálogos elocuentes y chisposos, tramas limpias, guiños y rimas de guionista aplicado (el niño, el cadáver en el pozo, la pelota, la anciana que sigue a las vacas…), tono amable y moraleja final.

Trasunto de su propia condición internacional, el variado grupo humano de cooperantes reunido en las montañas y carreteras rurales dirime sus dilemas morales, diferencias personales y asuntos amorosos (sic) entre conversaciones y réplicas vivaces, toques de humor negro y apuntes históricos que trazan un paisaje moral que valdría para cualquier conflicto bélico. De eso se trata en definitiva. El pequeño teatro de la vida al aire libre que aquí se representa comprime la realidad en un esquema básico en el que unos (Del Toro, Robbins) destacan sobre otras (Kurylenko, Thierry), un teatro sobre las miserias y el absurdo de la guerra con cinturón de seguridad, chaleco antibalas y mensajes claros.

León sigue sin aportar gran cosa visual a sus trabajados guiones, y tampoco sabe qué hacer con la música, consistente aquí en un repertorio de clásicos rock insertados de mala manera.

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