Arte

Luz, fin y medio

  • La Fundación Montenmedio acoge en el paraje gaditano de Vejer de la Frontera, muy cerca de Málaga, uno de los 'espacios para el cielo' más deslumbrantes del gran creador norteamericano James Turrell

Desde junio se puede visitar en el parque de esculturas de la Fundación NMAC, en pleno bosque gaditano, Second Wind 2005 de James Turrell, el último y puede que el más ambicioso de los proyectos artísticos site-specific que promueve la citada fundación. Ésta, en su interés por unir arte y Naturaleza, invita a realizar proyectos que interactúen e interpreten los conceptos de entorno y lugar, esto es, tanto el espacio natural de Montenmedio como otras cuestiones derivadas de orden antropológico, de situación geo-política o de prospección y reinterpretación de la Historia y la cultura.

Second Wind 2005 es una invitación a un cúmulo de experiencias a través de la luz, tales como la meditación, la revelación, la trascendencia, la espiritualidad, el simple goce estético y, para algunos, incluso, una experiencia religiosa, aunque, ante todo, es un rotundo ejercicio de fenomenología de la percepción. En cualquier caso, entrar y permanecer en Second Wind 2005 es una experiencia extraordinaria, procesual, sinestésica y reveladora.

La construcción responde a la tipología de los skyspaces (espacios para el cielo) de Turrell, en los que opera, como hace desde los 60, con la luz como material y con la percepción como medio y fin, ya que a través de esos procesos perceptivos intenta revelarnos cómo percibimos la luz, su naturaleza y los mecanismos convencionales de nuestra visión. Sin embargo, frente a otros skyspaces, el de Montenmedio se manifiesta singular. Tal vez porque Turrell ha concitado una serie de elementos profundamente simbólicos, aunque no pretenda establecer vinculación alguna con religiones. Verdaderamente, la arquitectura de esta pieza y su funcionamiento la convierten en una máquina simbólica. Si en otros skyspaces existe una asepsia y neutralidad del marco arquitectónico (a-referencialidad y mínimas dosis de subjetividad y semántica) destinadas a lograr una incontaminada contemplación del espacio y del cielo cambiantes, gracias al devenir del día y a procesos lumínicos inducidos (luz artificial), en Second Wind 2005 se vuelve sumamente connotativa y contaminada, y, seguramente, algunos espectadores sentirán una predisposición a ciertos aspectos religiosos o metafísicos.

El espacio se encuentra bajo una colina, adoptando el sistema de los speos e hipogeos (templos excavados en la tierra y laderas en el antiguo Egipto), y supondría un metafórico viaje interior; por un túnel, siempre en una rampa ascendente -nada es casual-, accedemos a una pirámide truncada por cuya abertura volvemos a ver el cielo (triángulo y pirámide simbolizan divinidad y ascensión y remiten a primitivas funciones religiosas, sacrificiales y funerarias); dentro, en una inmensa cisterna de agua, encontraremos una stupa (templo budista con forma de cúpula que vendría a ser lo celestial) y en la que se toma asiento; ésta cuenta con un óculo abierto al cielo, digamos que es la salida o transportación al exterior, a la luz, gracias a una elevación de la mirada tanto como del espíritu (la elevación es la base de lo sublime para Pseudo-Longino y en el zen el satori es un estado paroxístico de meditación a través de la luz). Aún queda el simbolismo de la luz que, por su incorporeidad, alude a la divinidad (pensemos en las teorías neoplatonianas de Plotino o en Cristo como "luz del mundo"), e innumerables fueron los cultos solares, como Ra en Egipto o en el Mediterráneo Mithra (asociada también al cielo y que se halla en la génesis de la tauromaquia) Y, como colofón simbólico, el medio natural en el que se localiza Second Wind 2005 despertará en más de uno la noción de Panteísmo (la Naturaleza como manifestación de Dios). El espectador no ha de ser omnisciente, pero los valores sensoriales, ambientales y simbólicos recibidos, merced a la psicología de la percepción, pueden exacerbar y predisponer ciertos estados contemplativos.

Por otra parte, el espectador adquiere una naturaleza procesual, ya que, en el camino hasta la stupa y en el tiempo de observación de las variaciones lumínicas y cromáticas del cielo y la cúpula, se encuentra sometido a continuas fluctuaciones y etapas perceptivas de raíz sinestésica (texturas, rumor del agua, colores, luz, oscuridad).

En el proceso, se pasa de un cielo como magnitud infinita en el exterior a otro finito que se ve a través del óculo, que lo enmarca sin profundidad y paralaje posibles. Junto a esto, la luz artificial (neones y leds ocultos) lo colorean, haciéndolo devenir en algo artificial, plano y que ha bajado prodigiosamente hasta el mismo óculo, al alcance de la mano. Prodigioso resulta, igualmente, el espectáculo lumínico-cromático que se consigue con la contraposición de los espectros de luz natural y artificial, que posibilita una variación progresiva de los colores e intensidades del cielo y de las paredes (naranjas, rosas, violáceos, verdes, amarillos). Esa sensación plena, ese ensimismamiento, narcotizante por momentos, no impide que el espectador descubra la luz como fin y no como medio (se muestra la luz en sí misma y no para iluminar elementos ajenos). En esos momentos se comprende el viaje de ida y vuelta que ha realizado Turrell: desde la razón en la concepción de esa máquina a lo sensorial y lo sensual que produce para volver a la razón. Ahí, el espectador se descubre descubriendo y descubriéndose. Divina luz de Turrell que nos permite iluminarnos.

'Second Wind 2005' Fundación NMAC (Montenmedio Arte Contemporáneo) Dehesa Montenmedio (Ctra. N-340, Km. 42,5), Vejer de la Frontera, Cádiz.

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