Seguramente la noticia más irreal de cuantas hubo que contar el año pasado en Málaga fue la muerte de Nacho Albert: el escritor, músico y director teatral y cinematográfico falleció en los primeros días de octubre a los 43 años, en un momento en que mostraba un especial vigor creativo con varios proyectos en marcha, y el mundo cultural malagueño tuvo que pellizcarse a conciencia para convencerse de que lo que anunciaban los titulares era cierto. Por su versatilidad y los frutos logrados en los muy diversos palos que tocó, Albert ejerció de verdadero agitador cultural en la Málaga de su tiempo, como emblema de una posición artística e intelectual cimentada desde abajo, desde la más feroz independencia, con ánimo popular y a la vez una amplia exigencia contemporánea; seguramente la mejor prueba de este legado es el enorme agujero que ha quedado en el mapa de la cultura malagueña desde su desaparición, y por eso precisamente el ciclo Málaga de Festival quiso rendir ayer homenaje a Nacho Albert en un acto celebrado en el Rectorado con la presencia de amigos, familiares y compañeros en el que se dio buena cuenta de la magnitud de este legado y de la calidad de una inspiración que, ciertamente, nunca se irá del todo.

La coordinadora del MaF, Cristina Consuegra, fue la encargada de abrir el encuentro, en el que participaron otros cinco creadores y viejos cómplices de Nacho Albert: el director teatral Francisco J. Corpas, el realizador audiovisual Juanjo Villar, el actor Luis Centeno, el músico Miguel Olmedo y el director y dramaturgo Paco Bernal. Corpas revisó en su participación la ejemplar trayectoria escénica de Nacho Albert, con iniciativas pioneras como la serie Nightshot y su abundante producción de teatro breve, y reclamó "un certamen o concurso teatral con su nombre en su memoria".