Mucho ruido y pocas nueces
Patio del Instituto Vicente Espinel. Fecha: 2 de julio. Producción: Pata Teatro. Texto: William Shakespeare. Dirección: Josemi Rodríguez. Adaptación: Macarena Pérez Bravo y Josemi Rodríguez. Reparto: Virginia Muñoz, Antonio Chamizo, Rocío Rubio, Carlos Cuadros, Miguel Guardiola, Macarena Pérez Bravo, Víctor Castilla y Josemi Rodríguez. Aforo: Un centenar de personas (lleno).
Estrenó un tal William Shakespeare Much ado about nothing en 1599, el mismo año en que, presuntamente, alumbró el Bardo Como gustéis, otra comedia que comparte con la anterior su querencia a las formas tragicómicas del Siglo de Oro español y el ingenio conquistador de sus protagonistas femeninas. Pero fue tal vez en la casa de Leonato donde con más precisión trazó el autor sus ideales humanistas, en virtud de una trama en la que los elementos propios del juicio interno, guiados por el raciocinio y el buen criterio, presentan alcances mucho más duraderos y efectivos que la venganza ejecutada como desahogo primario. Bajo su tono galante y juguetón, la comedia ahonda en la muerte como vía de acceso a la asunción de la verdad (aspecto en el que sólo dos años después Shakespeare entraría definitivamente de lleno con Hamlet), consagra la piedad y la equidad como rasgos inequívocos de la especie y presenta un modelo de lucidez encantadora en la feminidad (rabiosa) de Beatriz, en la que, al igual que en la Rosalinda que con tanta gracia se anticipa a La dama duende de Calderón en Como gustéis, se podría identificar un alter ego del propio Shakespeare. Mucha es, por tanto, la tela por cortar aquí. Pero ya se sabe que, cuando de montar sus obras se trata, lo peor que se puede hacer es obligar al inglés a hablar. Es con mucho preferible limitarse a jugar y que sea el Bardo quien diga lo que quiera, cuando quiera. Y esto es lo que ha hecho Pata Teatro con su Mucho ruido y pocas nueces, que durante todo el mes de julio se representa en el patio del Instituto Vicente Espinel (Gaona) en la quinta edición de los clásicos de verano de la compañía malagueña: un Shakespeare redondo, pulcro, limpio, que reluce como una patena recién purificada. Y que se disfruta como la amistad.
El montaje que dirige Josemi Rodríguez, responsable de la versión junto a Macarena Pérez Bravo, deja el original en un envite de hora y media que va a lo que tiene que ir, subrayando los matices de la trama sólo donde es preciso, sin imposturas ni regodeos innecesarios, pero igualmente sin atajos. Con suma inteligencia, la lectura se sirve de los elementos más teatrales de la comedia, como el baile de máscaras y las escuchas indiscretas desde los apartes, para trenzar los nudos que el espectador debe ir desenredando por su cuenta (y riesgo). En su desnudez formal, adornada con acierto por el hermoso vestuario de Elisa Postigo, la función se crece en los matices, siempre reveladores. Y funciona.
Pero nada de esto sería igual sin el reparto. Miguel Guardiola compone a un fabuloso Leonato, creíble siempre, bien plantado y mejor dicho, que se corresponde plenamente con el ideal humanista de Shakespeare. Éste recae también en el príncipe Don Pedro, resuelto con eficacia y oficio por Víctor Castillo. En cuanto a Virginia Muñoz, qué quieren que les diga: en el tiempo isabelino tendría su gracia ver a una Beatriz interpretada por varones, pero aquellos ingleses no sabían lo que se perdían. La química que comparte con Antonio Chamizo echa chispas, como la de Carlos Cuadros y Rocío Rubio, geniales en su tránsito de templanza y juventud. Los propios Rodríguez y Pérez Bravo completan un reparto feliz y necesario. No se la pierdan.
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