Medea: historia de una posible redención

Ana Belén regresa al Cervantes de la mano de José Carlos Plaza

Ana Belén, en una escena de 'Medea', ayer, en el Teatro Cervantes.
Ana Belén, en una escena de 'Medea', ayer, en el Teatro Cervantes.
Pablo Bujalance Málaga

16 de enero 2016 - 05:00

Estrenada el pasado verano en el Festival de Mérida, y objeto de una posterior gira que tiene este fin de semana su parada en Málaga, Medea supone el tercer envite del tándem formado por el director José Carlos Plaza y la actriz Ana Belén al repertorio grecolatino después de Fedra y Electra, con una versión armada por Vicente Molina Foix que presta a la historia de la despechada esposa de Jasón una lectura distinta del arquetipo al que el mismo personaje se ha visto sometido. La producción llegó ayer dentro del Festival de Teatro de Málaga a un casi repleto Teatro Cervantes, donde volverá a representarse hoy; y allí hizo las delicias del público, que aplaudió en pie la propuesta. Cabe apuntar, de entrada, que si bien Medea ha sido, por derecho propio, pieza fundamental del teatro del siglo XX al haber sido reclamada por maestros de preclara influencia como Heiner Müller, su calidad de arquetipo no se ha visto mermada en lo que llevamos del XXI: su decisión, la de matar a sus hijos a modo de venganza, no es tampoco ajena a este tiempo, en el que la extranjera sigue arrojando dudas sobre la condición humana como estamento equilibrado y tocado por la gracia. Cabría preguntarse, no obstante, a estas alturas, si es posible redefinir a Medea , someterla a un examen de matices e, incluso, proponer una lectura distinta de sus hechos. Justo esto es lo que en su momento se propuso Vicente Molina Foix (responsable igualmente de la versión de la Electra de José Carlos Plaza), que ha armado una versión con raíces ancladas en las tragedias de Eurípides y Séneca, así como en el poema épico Jasón y los Argonautas de Apolonio de Rodas sin ocultar cierta intención de redimir al personaje. En la misma dirección juega Plaza, quien, frente a los habituales aquelarres oscuros y siniestros acordes con el mito, propone una lectura escénica más luminosa y menos hermética.

También contribuye a la causa la misma Ana Belén, que construye a una Medea definitivamente más humana, más sosegada, que soslaya los tópicos desgarradores de la tragedia aunque sin llegar a obviarlos del todo. Junto a Ana Belén , completan el reparto Adolfo Fernández (que compone a un Jasón muy pegado al suelo, como criatura a la vez arrogante y temerosa), Consuelo Trujillo Luis Rallo, Poika Matute, Alberto Berzal, Olga Rodríguez, Leticia Etala y Horacio Colomé. Francisco Leal firma una escenografía clásica, muy al gusto de José Carlos Plaza, con su carácter litúrgico (representado sobre todo en un árbol que evoca continuamente el triunfo de Jasón en la captura del vellocino de oro) al servicio del mito, aunque surcada de proyecciones evocadoras que introducen lenguajes contemporáneos, mientras que la música de Mariano Díaz corre justo en la misma dirección. El artefacto resulta así muy del gusto del gran público, tal y como quedó demostrado ayer en el Teatro Cervantes; aunque lo mejor del montaje reside en cuanto ofrece de distinto y afilado. En lo que menos hace explícito y más deja en la orilla del misterio.

La versión de Molina Foix bebe tanto del escepticismo de Eurípides como del humanismo de Séneca para tomar distancias, casi de manera brechtiana, del crimen. Por encima de su posición de esposa traicionada y de madre asesina, la Medea aquí perfilada es una mujer que intenta comprender la Historia y que asume la violencia y la injusticia que mueven a la misma. Tal y como explicó el propio Molina Foix después del estreno en el pasado Festival de Mérida, "Medea es una mujer que sale de la tierra, y ahí es justo donde queremos devolverla. Nuestra propuesta refleja el mundo propio de la protagonista y los antecedentes de la conquista del sagrado trofeo fundiendo, como así debió suceder algún remoto día, la persona y las artes de la princesa hechicera con la figura del marino desposeído de su reino y su orgullo guerrero". Medea penetra en sus sentimientos y decide llegar hasta el final, pero su envite no excita fuerzas divinas sino humanas. Ella es más teatro y menos mármol.

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