Memoria erótica
Crítica de Cine
BLACK ANGEL (SENSO '45)
Histórico-erótica, Italia, 2002, 128 min. Dirección, guión y montaje: Tinto Brass. Fotografía: Massimo di Venanzo, Daniele Nannuzzi. Música: Ennio Morricone. Intérpretes: Anna Galiena, Gabriel Garko, Franco Braciaroli, Antonio Salines, Simona Borini, Tinto Brass. Pendiente de estreno en Málaga.
La cartelera veraniega parece propicia para reestrenos y repescas, con o sin pretexto. El de Black Angel, también conocido como Las perversiones de Livia, Senso '45 en su original italiano, no parece otro que el de recalentar un poco las retinas de los espectadores nostálgicos y noctámbulos que quieran ver en pantalla grande las ya clásicas fantasías eróticas de Tinto Brass, un cineasta tan popular como limitado que se labró un nombre de culto desde los setenta y ochenta con títulos como Salón Kitty, Calígula, La llave secreta, Miranda o Los burdeles de Páprika.
Los títulos español e internacional buscan tal vez disimular la operación cinéfila, nada menos que un remake pseudopornográfico de la mítica Senso de Visconti, cambiando el periodo histórico original de 1866, en plena Guerra de Independencia Italiana contra Austria, por los estertores de la Segunda Guerra Mundial, y supliendo el desgarrador y suntuoso melodrama original por una colección de secuencias eróticas marca de la casa a mayor esplendor carnal y fetichista de una entregada Anna Galiena.
Brass contó aquí con un presupuesto bastante amplio, que se deja notar en la ambientación de época y, suponemos, en el caché de Ennio Morricone, autor de la banda sonora y principal reclamo de prestigio. El popular compositor no consigue empero remendar ni disimular los muchos despropósitos de una cinta que roza el larguero de lo paródico y, en ocasiones, lo directamente indigno, especialmente cuando quiere ponerse seria con los acontecimientos históricos (muertes, fusilamientos, violaciones…) sin renunciar, ay, a los toques eróticos más gratuitos incluso en las situaciones más dramáticas.
Por lo demás, Brass se mueve como pez en el agua en ese registro soft porno de almanaque caro y, entre zooms, transiciones borrosas, decorados de cartón piedra y demás parafernalia estilística pasada de moda, se hace fuerte en la larga secuencia de la orgía que, con reminiscencias a Portero de noche, ocupa los mejores o al menos los más coherentes minutos de la cinta.
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