Cultura

Microeconomía del amor

  • Eloy Fernández Porta medita en esta obra, merecedora del Anagrama de Ensayo, sobre la conversión del amor y zonas limítrofes en un exitoso producto de mercado

En este libro de Eloy Fernández Porta, merecedor del último Anagrama de Ensayo, se vuelve a plantear el viejo tema del sustrato patrimonial de los afectos, o si se prefiere, del númen crematístico del amor y la vertiente financiera de los sentimientos. La diferencia, o la novedad de ERO$, está en desplegar esta microeconomía afectiva sobre los nuevos fenómenos derivados de internet, más la abundante iconografía que han generado los medios de masas. La tesis es muy simple: el concepto de amor es un concepto variable, pero también es un producto de consumo, y como tal, publicitado, modificado y rentabilizado industrialmente.

Que el amor, como lo conocemos hoy, está atenido a las modas, lo sabemos desde que los jóvenes del XIX empezaron a suicidarse a la manera de Werther. Que además es un asunto patrimonial, queda claro con la distinción de Engels entre matriarcado y patriarcado como formas de sucesión y vías de herencia. Duby, en El caballero, la dama y el cura, establece el año mil como fecha en que el matrimonio, legal y patrimonialmente hablando, comienza a funcionar modernamente con la figura del mayorazgo y la escrupulosa línea sucesoria. Es decir, que el amor y su consagración, sobre el componente social y religioso, incluye desde primera hora (la dote, el poltach, etc..), una detallada normativa financiera, cuyo fin último es la perpetuación, cuando no el incremento, de la riqueza.

No obstante lo dicho, lo que se plantea en ERO$, a veces con encomiable humorismo, es la conversión del amor y zonas limítrofes (esto es: la amistad, el sexo, el adulterio, la pasión volandera o cualquier tipo de extravagancia que pudiera vagamente lindar con este gigantesco itsmo de lo inaprehensible), en un exitoso producto de mercado, y los discursos subyacentes a esta colosal operación de márketing. De ahí el subtítulo, La superproducción de los afectos, cuya función es situar el discurso, no tanto en la vertiente emotiva, en sus variaciones históricas, sino en el terreno, más movedizo, de la producción y promoción mediática. Se trata, en suma, de clarificar el intrincado ámbito, virtual y televisivo, donde hoy se articulan nuevos modos de relación social, y donde el matrimonio, o la búsqueda de una pareja estable, es una más de las numerosas opciones que la red nos ofrece. Todas igual de aburridas, probablemente.

Al cabo, el capitalismo sentimental que aquí se analiza, y que Lipovetsky o Verdú han glosado de modo lírico y apocalíptico, no es sino la consecuencia tardía de aquella producción masiva surgida de la II Guerra Mundial, y que tuvo en mayo del 68 un fruto inesperado y refractario a las bondades del consumismo de los 50/60 (consumismo del cual habían surgido, y que había hecho posible la afluencia masiva de jóvenes a la universidad).

Lo que plantea, no obstante, Fernández Porta, es la radical novedad de estos fenómenos, y la incapacidad de los viejos discursos sobre la interioridad humana (la sociología, la psicología, etcétera), para abordar un cruce de apetencias, un intercambio de deseos, que viene prefigurado, a su vez, por la novedad de los vehículos y las estrategias puestas en marcha para su consumo. Esta es, quizá, la parte más interesante, y también la más conflictiva, de ERO$. ¿Se trata de un cambio estructural, de una nueva cualificación de los sentimientos, operados sobre una sociedad virtual? ¿O estamos ante una actualización, ante un ancheamiento de los apetitos humanos, que se abren paso, como antes con la televisión, y antes con el libro, a través de los formatos habilitados por la informática?

La naturaleza del hombre consiste en no tener naturaleza, según Ortega. Pero esta ductilidad del individuo, diluido, multiplicado o fragmentado hasta el infinito en las redes virtuales, tal como lo imagina Fernández Porta, ¿es una mutación o una puesta al día? Para el autor de ERO$, estamos ante una redistribución y reorganización del orbe sentimental, profusamente segmentado y de naturaleza exhibicionista. Un orbe, por otra parte, en el que Paris Hilton quizá sea la musa irónica, la cifra insustancial, su icono estupefacto.

Eloy Fernández Porta. Anagrama. Barcelona, 2010. 379 páginas. 19,50 euros.

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