Molly Bloom: éste es su cuerpo

Juan Manuel Hurtado presenta mañana en el Teatro Echegaray su adaptación escénica del último y polémico capítulo del 'Ulises' de Joyce

James Joyce, con su editora Sylvia Beach, en la librería parisina Shakespeare & Company, donde el 'Ulises' vio la luz en 1922.
James Joyce, con su editora Sylvia Beach, en la librería parisina Shakespeare & Company, donde el 'Ulises' vio la luz en 1922.
Pablo Bujalance Málaga

18 de noviembre 2015 - 05:00

Es bien sabido que cuando James Joyce publicó en 1922 su Ulises el mundo literario de la época se alzó en armas contra sí mismo. Digerir un proyectil de tal calibre no podía resultar sencillo: ni la libérrima escritura ni la inmoral ambición que el monumental libro exhalaba encajaban en una cultura que todavía tendría que pagar cada su inmadurez. La novela fue prohibida en Europa y en EEUU, pero tampoco esta circunstancia satisfizo a los prebostes que vieron peligrar sus sillones cuando comprendieron que otra literatura se cernía en el siglo. Contra los profetas del relativismo pueril, cabe decir que la influencia desatada no ha terminado todavía: el Ulises, en su reedición del mito y del mismo génesis de la literatura, sigue elevándose como un reto ante escritores, cineastas, artistas y directores de teatro, a ver quién tiene narices de meterle mano. Y es aquí, en esta capacidad de ofrecer una lectura inagotable, donde James Joyce es un autor tan moderno como el que seguirá siendo en el próximo siglo. El último en darse por aludido ha sido el creador escénico Juan Manuel Hurtado, que presenta mañana jueves a las 21:00 en el Teatro Echegaray con categoría de estreno Molly Bloom, su adaptación del último (y más polémico) capítulo de la novela, en una nueva producción de Alfa Teatro interpretada por Henar Frías y Rubén Tobías, quien también se ha hecho cargo de la dirección de actores. Hurtado, pieza clave del teatro alumbrado desde Málaga en el último medio siglo, con más de cuarenta espectáculos en su curriculum, ha logrado quitarse una espinita que ha requerido enormes dosis de paciencia con este montaje urdido entre Málaga y Madrid. El resultado ya está aquí.

Molly Bloom, la esposa infiel del protagonista Leopold Bloom, es, en palabras de Hurtado, "un ser femenino vivo. No es un arquetipo, no es el vehículo de unas cuantas ideas que el autor nos quiera trasladar, y ahí radica su magia y su fecundidad. Molly es compleja, misteriosa, simbólica; y a la vez clara, inmediata, contradictoria, circunstancial, como la vida misma de cualquier persona. Molly no es Madame Bovary, que muestra una obsesión idealizada y tres rasgos de carácter". Surge de inmediato la cuestión acerca de cómo diablos adaptar un monólogo interior de cien páginas escrito por Joyce sin un solo signo de puntuación y con infinitos niveles de lectura, como si se tratara de una aproximación cuántica al caos. Y Hurtado responde: "La adaptación ha sido una labor de microcirugía cerebral que requería tener el pulso bien templado para no cortar la vena nutricia del argumento ni el nervio esencial del tiempo. Joyce en su Ulises es esencialmente tiempo, es música. Y yo he intentado no traicionarle sin fastidiar sus palabras en el tiempo". La editorial ETC Libros, por cierto, acaba de publicar el texto de Juan Manuel Hurtado en un volumen que podrán adquirir los espectadores que acudan mañana al Echegaray.

El proyecto de Hurtado respecto a Molly Bloom viene de largo. Hace ya algunos años trajo como programador al Teatro Alameda y a otros escenarios de la provincia La noche de Molly Bloom, adaptación de José Sanchis Sinisterra del mismo capítulo del Ulises que Hurtado, "por razones obvias", no ha tenido en cuenta. Y respecto a Los días felices, la obra que Samuel Beckett (quien ejerció de secretario de Joyce en su juventud) estrenó en 1961 como presunta respuesta (nunca confesa) a Molly Bloom, el director apunta: "Lo que realmente está en Beckett, y viene de Joyce , es el concepto imbricado del tiempo, de la temporalidad como pregunta esencial, la congestión entre el tiempo , el silencio , el gesto y la palabra. En fin, la música del silencio interrogante. La respuesta en ambos es muy parecida: la paradoja y la conjetura, la finalidad misma del teatro que no desea ser dogmático y didáctico. Yo he partido de Joyce para llegar a Joyce. Otra cuestión, es que lo haya logrado. Pero Joyce, si es algo, es libertad". En cualquier caso, Molly, al no ser un arquetipo femenino, "puede conectar con los tiempos presentes y futuros. No hay nada de argumento feminista en la obra. Sí hay una vindicación de la persona mujer. Esto la desentraña de un momento preciso de su genética. El tiempo de Molly es el tiempo de la mujer misma. Que, por cierto, es un tiempo distinto al tiempo del varón. Y de ahí los problemas que luego surgen".

Precisamente, esta vindicación resuelta como ejercicio de autoafirmación por encima de la moral impuesta y narrada mediante un lenguaje no exento de tonos soeces, aglutinó buena parte de las acusaciones que tuvo que soportar el Ulises nada más ver la luz y que incendiaron la cadena de prohibiciones. Para Hurtado, las razones que llevaron a los puritanos de antaño a tirarse de las barbas a cuenta de Molly Bloom siguen intactas: "Lo que les molesta a ciertos sectores del poder instituido es el movimiento, el ritmo de la vida misma. Si su aportación hoy está vigente es por ese instinto radical de vindicar el movimiento humano y la libertad del obrar. En tanto que persona sensual, erótica, carnal y libre Molly siempre propone un revulsivo más allá del puritanismo estático de su tiempo y de su entorno".

Sin embargo, que nadie se lleve a engaño: lo que Alfa Teatro propone mañana, por muy grande que sea el peso literario de Joyce, es teatro. Así lo defiende Hurtado, quien ha podido constatar en los ensayos que el monólogo interior del personaje "se ha abierto un tanto a la contemplación directa del espectador. Lo que me parece bien, pues facilita el discurso comunicativo con el mismo. Y en cierta medida yo lo he apoyado, con las músicas y las luces. O sea, ofrecemos un espectáculo más teatral, menos literario". A modo de resumen de un viaje para el que no hay billete de vuelta, el autor de la versión concluye: "Molly Bloom me ha enseñado que el deseo no acaba nunca. Que el exilio sólo es un estado interior del pensamiento constreñido. Me ha enseñado, al fin, que no se puede separar la palabra de la carne, ni la emoción de las horas, ni el verbo de la vida. Molly es la protagonista real de su propio deseo. Y ese deseo no es otro que la fecundidad de la vida misma". No es mal aprendizaje.

stats