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Cultura

Muñoz Molina recupera el Príncipe de Asturias para las letras españolas

  • El narrador, ensayista y articulista es el primer escritor en castellano que recibe el galardón en los últimos 13 años.

Antonio Muñoz Molina no cree que los premios midan a los escritores. Ni los recibidos ni los que no llegan. Él, que tiene en cualquier caso un puñado importante de ellos, fue distinguido ayer con otro más, pero no uno cualquiera: el Príncipe de Asturias de las Letras, que reconoció la "hondura" y la "brillantez" de su obra así como su compromiso intelectual.

Asume el galardón "con naturalidad", dijo en Madrid pocas horas después de que el jurado leyera su nombre en Oviedo, convirtiéndolo en el primer autor en lengua española en recibirlo en los últimos 13 años, desde que lo ganó el guatemalteco Augusto Monterroso, y en el primero de nacionalidad española tras lograrlo hace 15 Francisco Ayala, tan vinculado a Granada, ciudad ligada íntimamente a este ubetense nacido en 1956.

"Estas cosas pueden venir o no venir", aseguró. A él, en todo caso, se le veía contento, sonriente, relajado. Aunque negara que este premio suponga un peldaño hacia el Cervantes. "No creo en los escalafones", dijo el autor, que se impuso en las votaciones del jurado al irlandés John Banville y al japonés Haruki Murakami. "La literatura no es eso -defendió-. La literatura es gente que escribe y gente que lee". "Y los premios son por añadidura", remachó, seguido de cerca por su mujer, la también escritora Elvira Lindo, con la que reparte su vida entre Madrid y Nueva York desde que dirigió allí el Instituto Cervantes.

La noticia le sorprendió en su "retiro madrileño". De él salió para comparecer en público, en una rueda de prensa en la Casa de América de la capital en la que con su tono habitual, mesurado pero firme, claro y de hondo sentido cívico, no rehuyó ninguna cuestión. Ni siquiera las relacionadas con la Familia Real, hoy tan en el centro del debate sobre la negligente vida pública española, y tan presente en la fundación que le otorgó ayer el premio. El escritor cree que a España le vino "muy bien" en la Transición la presencia del Rey, fue "muy útil" en esos momentos, dijo, la monarquía. Pero también cree que las personas que encarnan ahora a la institución "no han estado a la altura de las circunstancias, eso está claro".

Afirmó que procura "ser pocas cosas" en la vida, de ahí que limite "al máximo" sus identidades; pero si le piden su opinión sobre la monarquía responde que no es monárquico, que, "en principio", es republicano, "una forma de gobierno más democrática que la monarquía". "Pero, si vamos a la práctica, entre la monarquía holandesa y la república de Venezuela, me quedo con la monarquía holandesa", dijo el escritor antes de añadir: "El ideal republicano puede que a veces se haya cumplido en regímenes que formalmente eran monarquías con más eficacia que en regímenes republicanos".

"Mi opinión sobre los Príncipes es limitada, porque los conozco poco, pero me parecen que son excelentes personas en una posición imposible", aseguró el autor de El jinete polaco, Sefarad, El viento de la luna, La noche de los tiempos o el reciente y muy comentado Todo lo que era sólido, un ensayo donde aborda el derrumbe estrepitoso de la España de nuestros días.

Durante unos 50 minutos, el narrador, ensayista y articulista, cuya obra ha merecido numerosos premios y está traducida a más de veinte idiomas, respondió a las preguntas de la prensa. Admitió, de entrada, que ha tenido "mucha suerte" en su carrera, y que pertenece a "una generación privilegiada", que empezó a escribir en plena democracia: "Llegamos a los lectores en los años 80, una época excepcional, y tuvimos la suerte de contar con un público que quería leer nuestra literatura".

La época actual, añadió el escritor, es muy distinta a la de sus comienzos literarios, cuando en 1986 publicó su primera novela, Beatus ille, pero es ahora cuando "necesitamos la ficción más que nunca porque es un acto de soberanía, de negarnos a aceptar que la realidad es la que es". "Es un acto de resistencia enconada, furiosa", apostilló el autor más joven en merecer el Príncipe de Asturias de las Letras.

A pesar de la terrible crisis que padece España, Muñoz Molina no es pesimista en lo que a la literatura se refiere. "La literatura nunca ha sido un fenómeno de masas, y creo que, comparativamente, los lectores de ahora siguen siendo muy sofisticados en muchos casos", argumentó el premiado antes de reconocer que sí le preocupa que, "con el pretexto de la crisis y de las nuevas tecnologías, cosas que estaban arraigadas en España puedan desaparecer, como la educación, las bibliotecas y las librerías". Si desaparecen, "la literatura saldría perjudicada".

En cuanto a su faceta de intelectual, señaló que "sólo se puede escribir de verdad en un estado de absoluta libertad interior". Esa faceta de intelectual comprometido es una de las que le reconoció el jurado del prestigioso galardón, y queda más que patente en la obra mencionada más arriba, Todo lo que era sólido. En ella, explicó, se propuso hacer "una reflexión personal sobre el tiempo que a cada uno nos ha tocado vivir" y suscitar "un debate verdadero sobre la situación actual de España".

"El libro es un intento de explicarme aquello que existe y que puede dejar de existir. No es una acusación contra nadie, ni mucho menos. Es un ejercicio de autocrítica, porque yo he sido consciente de muchas cosas, pero de otras, no", advirtió. "Pero comprendo que todo el mundo anda muy ocupado y que leerse los libros antes de criticarlos es un esfuerzo", afirmó con ironía Antonio Muñoz Molina, en referencia a algunas de las críticas, y no han sido pocas, que ha recibido por este libro, fundamentalmente por parte de escritores o intelectuales que se dieron, injustamente según ellos, claro, por aludidos en las críticas del flamante ganador del Príncipe de Asturias.

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