El Museo Picasso evoca el exilio americano de Max Ernst

El profesor Flahutez disertó ayer sobre el reencuentro del artista con el surrealismo

Rocío Armas / Málaga

30 de octubre 2008 - 05:00

En 1941 el arte libre vivía un momento convulso y el exilio funcionaba como vía de escape y refugio para muchos creadores. Max Ernst no escapó a este influjo y, tras numerosas peripecias en varios campos de concentración en Francia, al amparo del comité de refugiados el 14 de julio consiguió un visado para viajar a Estados Unidos pasando primero por Lisboa desde donde voló hacia Nueva York de en compañía de su futura mujer, Peggy Guggenheim. Sobre esta nueva etapa de Ernst lejos de la vieja Europa el profesor Fabrice Flahutez disertará hoy en el Museo Picasso Málaga.

"Se reencontró con sus amigos surrealistas y en esa aventura se topó con un contexto diferente al europeo tanto literario como económico y social", avanzó ayer Flahutez. En la cultura americana Ernst buscó "la fuente de su nuevo imaginario", añadió.

Un elemento clave de su resurgimiento artístico fue el descubrimiento de la cultura indígena. Ese conocimiento es la llave de entrada a un sistema precapitalista de reorganización de la sociedad "como salvavidas del mundo con una nueva teoría de una sociedad equitativa y sostenible", apuntó Flahutez, profesor en la Universidad de París X Nanterre .

Su condición de refugiado le obligó, como a otros intelectuales exiliados (entre ellos Breton, Chagall y Duchamp) a trabajar con discreción en las publicaciones identificadas con el movimiento surrealista, como VVV. "Ellos aparecían sólo como colaboradores para no suscitar la desconfianza de las autoridades, aunque en realidad tomaban decisiones en la revista", comentó el profesor.

Nueva York propició el reencuentro de posturas entre artistas tradicionalmente enfrentados. "A pesar de sus diferencias artísticas el exilio provocó esa unión de fuerzas en un mismo movimiento", insistió el conferenciante. El punto de inflexión de esta corriente fue la exposición, Los primeros papeles del surrealismo, que fue posible gracias a su cariz benéfico. Se organizó para recaudar fondos de ayuda a los refugiados.

Esa explosión artística funcionó como "catalizador", trascendió a las nuevas generaciones y dio lugar a una nueva escuela de creadores.

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