Nadie es perfecto; esta comedia, sí
El Albéniz proyecta hoy en dos sesiones, dentro de su ciclo de grandes clásicos, 'Con faldas y a lo loco' de Billy Wilder


Si Billy Wilder (1906-2002) hubiese sido Dios, sólo una película como Con faldas y a lo loco le habría bastado para crear el mundo, bosones de Higgs aparte. Pocos filmes encierran en sus estrías las líneas maestras de la comedia de un modo tan puro, tan pedagógico, tan servido en bandeja; y ninguna otra comedia estrenada a mediados del siglo XX (este largometraje de Wilder se estrenó en 1959 con un muy evocador título original, Some like it hot, que en buena parte de Latinoamérica se tradujo como Una Eva y dos Adanes) resumió con semejante brío lo que la comedia había dado de sí en el cine hasta entonces (allí estaban Lubitsch, Chaplin, Keaton y todo el proteico music hall de Laurel & Hardy) ni anticipó lo que el género habría de prodigar hasta nuestros días (también campaban ya en su metraje el germen de Woody Allen, Harold Ramis y hasta los hermanos Farrelly como prebostes de la sal gorda, con mención aparte y obvia para Fernando Trueba). Por si fuera poco, el Cine Albéniz proyecta hoy esta obra maestra en dos sesiones (a las 19:00 y las 21:30) dentro de su ciclo de grandes clásicos, lo que permite al espectador malagueño (también, y especialmente, al que tiene su copia de DVD maltratada por el uso) disfrutar de semejante espectáculo de ritmo, frenesí, humor, belleza, voluptuosidad, música y otros aromas dionisíacos en pantalla grande. La ocasión, para la que se brinda una copia remasterizada digitalmente, en alta definición y en 35 mm. con proyección en versión original subtitulada, constituye un verdadero motivo de felicidad para cualquier amante del cine (aunque, estrictamente, ¿hay alguien que no lo sea, al menos en lo que se refiere a esta película?).
Considerada la mejor comedia jamás realizada por el American Film Institute, Some like it hot sólo ganó, paradójicamente, uno de los seis Oscars a los que aspiraba en 1959, el de mejor diseño de vestuario. Pero sus personajes, con Jack Lemmon y Tony Curtis travestidos en una orquesta femenina mientras huyen de la mafia por haber sido testigos de un asesinato, una Marilyn Monroe espléndida en su papel de chica-en-busca-del-millonario-de-turno y un George Raft convertido en el colmo de la elegancia pistola en mano, no tardaron en convertirse en verdaderos arquetipos del último siglo. Para la historia quedan anécdotas dentro y fuera del rodaje, como una Marilyn Monroe embarazada incapaz de memorizar el guión para desesperación de Wilder, el adorable cameo de Edward G. Robinson y la celebérrima sentencia de Tony Curtis: "Besar a Marilyn es como besar a Hitler" (en 2001 Curtis afirmó que nunca había dicho nada parecido, pero la misma historia jugó a su favor a cuenta de la frasecita). Escuchar a Marilyn Monroe cantar I'm through with love en pantalla grande no tiene precio, así que aprovechen la coyuntura. Nunca un ukelele fue tan envidiado.
No hay comentarios