Paisajes fisiológicos

Arte

El malagueño David Escalona se confirma como uno de los artistas andaluces emergentes más singulares con 'El delirio de Darwin', una indagación poética en lo escatológico del orden biológico

Juan Francisco Rueda

20 de septiembre 2009 - 05:00

Hay paisajes que sólo pueden ser disfrutados tras un viaje. Y hay paisajes que invitan a un largo viaje. Las obras que componen El delirio de Darwin, que me sugieren paisajes fisiológicos, suponen un viaje a nuestro interior tanto como a nuestra esencia y a nuestro origen.

Hace tres años dedicábamos a Escalona una crítica de su exposición El delirio de la Reina en Granada, e intuíamos que este artista, que por aquel entonces se proyectaba como escultor, poseía algo más que un lenguaje propio, poseía un original e intransferible universo temático y formal que nos hacía vislumbrar que Escalona construía un proyecto. El delirio de Darwin -un regalito envenenado en el bicentenario del nacimiento del británico- tanto como su Dibújame un cordero en la madrileña Galería Carmen de la Calle en 2008, vienen a corroborar todas aquellas intuiciones. En este sucederse de exposiciones, el artista malagueño, además, ha trasvasado su poética a la instalación, al dibujo y a la pintura, encontrando nuevas soluciones y figuras que complementan y amplían ese mundo propio que se halla alimentado por una tensión entre la atracción y la repulsión -más diluida en sus dibujos que en sus esculturas-. Su proyecto tiene la virtud de mostrarnos bajo la exquisitez técnica, el lirismo y la belleza, un mundo de oscuras y ocultas resonancias. La delicadeza y virtuosismo de sus imágenes, que en algunos casos cabría compararlas con la estampa japonesa, oculta o nos presenta poetizado lo escatológico de toda esa fisiología e histología que emplea y a las que me he referido como esencia y origen (tejidos, órganos, fluidos, remedos de sistemas circulatorios y neuronales, células de todo tipo, etc.). Sus dibujos son de una perturbadora belleza, esto es, no provocan un efecto narcotizante y hedonista, ya que esa plenitud no se alcanza ante la extrañeza y violencia implícita de su universo. Resulta asombrosa la capacidad para componer esos ambiguos paisajes en los que capilares y venas se transfiguran en árboles y corales; las fibras de los músculos devienen en enigmáticas figuras orgánicas próximas a crisálidas o larvas; las células se suspenden ingrávidas pareciendo por momentos flotar en agua y transmutarse en anémonas o medusas; o lo orgánico parece mineralizarse surgiendo una tensión entre lo biológico y lo geológico. Es asombroso, por tanto, cómo ese mundo mínimo e interno, en tanto que anatomía y fisiología, desagradable incluso, devenga en poético mundo paralelo. ¿Nos ofrece Escalona un paisaje fuera de nosotros o un viaje poético a nuestras entrañas como paisaje?

Subyace en su obra un ejercicio de hibridación que atenta contra la pureza, lo inmaculado y lo estanco. Esas mixtificaciones como la de lo mineral y lo biótico o la de lo marino y lo entomológico junto a lo humano, permite que se establezcan delirantes relaciones entre especies y órdenes: detrás de esa belleza y lirismo afloran convergencias aterradoras y amenazantes. Tanto como la certeza científica de que compartamos con la mosca del vinagre un 60% de nuestro ADN o con la rata un 90%.

Lirismo y crudeza, belleza y terror, materia palpitante y fantasía onírica, conversión de lo atractivo en repulsivo y viceversa, virtuosismo con los materiales y técnicas y la potencia, alcance y simbología de ese mundo propio, hacen de Escalona uno de los artistas andaluces emergentes más singulares.

David Escalona Sala de exposiciones del Archivo Municipal Alameda Principal 23, Málaga. Hasta el 27 de septiembre.

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