Cultura

Pastora ni quiere ni tiene edad

  • En la novela biográfica 'Reina del duende', la periodista y escritora María Estévez repasa la vida artística y sentimental de Pastora Imperio · Héctor Dona, bisnieto de la artista, colabora en la obra

Hace apenas dos años, el crítico de flamenco Manuel Bohórquez se lamentaba de que aún no existiese una biografía completa sobre la gran Pastora Imperio. En el 125 aniversario del nacimiento de la leyenda, la bailaora ya tiene su merecido e impecable tributo. "Mejor tarde que nunca. Siempre he admirado a Pastora y me fascina escribir", sostiene la periodista María Estévez, la pluma que ha perfilado Reina del duende, un libro publicado por Rocaeditorial.

"Era una mujer que aprendía viendo, bailando, experimentando... Eso es lo que convierte a un artista en un genio, su capacidad para evolucionar y mejorar", valora María, jubilosa por poder contar las andanzas. Más que de un libro, se trata de justicia, de un ajuste de cuentas con el tiempo. Desde su infancia chispeante y de radiante mirar glauco, la obra va narrando los amores, la cara artística y la senda de Pastora.

Asimismo, el hilo sirve como excusa para surcar la historia de España. Vivió la Monarquía, la República y el Franquismo; sobre las tres eras supo deslizarse con el donaire filosófico de una superviviente: "Había que tener mucho temple y mucha mano izquierda para que una monárquica como ella sobreviviera a la República, pasó de ser odiada a ser admirada en un año. Y luego, tras bailar para las Brigadas Internacionales, Franco le dio una medalla. Única", concreta entusiasmada la autora.

El mismísimo Alfonso XIII suspiró por haberla hecho reina, pero fue el torero Rafael El Gallo quien avivó su corazón con más fuerza: "Rafael fue el amor de su vida. Su unión fue la primera realmente mediática entre un torero y una artista. Ambos rivalizaban en protagonismo en los medios", agrega la autora. El enamoramiento condujo al altar, pero el choque de aquellas dos personalidades exageradamente geniales rompió la unión al año de casados: "Ella era guapa, con talento e independiente…, una combinación muy difícil para cualquier hombre, sobre todo, en 1911. Lo suyo fue un tsunami, un amor inmenso. Se querían y se peleaban con arrebatos", describe Estévez, por cuyas venas circula la sangre de su abuela Regla Ortega, bailaora y sobrina de Rafael.

Sin ser muy consciente de la inflexión histórica que favorecía, Pastora Rojas Monje (Sevilla, 1887- Madrid, 1979) fue arquetipo de la lucha por los derechos de la mujer a comienzos del siglo XX: "Era una pionera y lo sabía. No buscaba cambiar el mundo, quería que el día a día fuera un poquito mejor. Siempre ayudó a quien se lo pidió", revela la escritora. Al separarse, tuvo que soportar las humillaciones de los partidarios de su marido, al tiempo que padecía internamente por sentir que seguía perteneciéndole. En plena República, fue capaz de divorciarse y no titubeó en reclamar el voto femenino y en pedir que se cambiaran las leyes. También tuvo que criar sola a Rosario, su única hija, de la que fue padre Fernando de Borbón, algo que nunca reconoció. Todo este batiburrillo de vicisitudes y tempestades forjó a una mujer "muy valiente".

Baile, cante y ciclón, cenit del folclore flamenco, encarnación desbocada de los caudales del duende, un misterio inexorable cercaba a Pastora Imperio, una gracia inspiradora que susurraba a artistas e intelectuales: "Fue musa de Benavente, Azorín, Pío Baroja, Unamuno, Romero de Torres, los hermanos Machado... Después de musa, ya transformada en arte, se convirtió en icono y en objeto de admiración social", retrata María. Todos querían tenerla cerca, "desde Reyes y emperadores hasta toreros, actores y Presidentes de Gobierno. Era artista por su talento y su capacidad para inspirar a los demás". Estrenó El amor brujo, con música de Falla y texto de Gregorio Martínez, en el teatro Lara de Madrid en 1915 y tuvo a toda una Generación del 98 a sus pies, aguardando la irradiación de su embrujo. También poetas del 27, como García Lorca, se empaparon de ella.

El 14 de septiembre de 1979, la estrella de la artista se apagó definitivamente, mas su rastro hoy permanece más vivo que nunca. Su bisnieto, Héctor Dona, músico y actor, ha colaborado con esta biografía novelada y ha contribuido a desvelar secretos y sentires de la familia. Reina del duende, escrito desde la atalaya periodística de Los Ángeles, donde María Estévez labora actualmente, rinde tributo a una creadora irrepetible: "Creo que hoy no hay una sola artista con la valentía de Pastora. Tal vez Sara Baras tiene la dimensión internacional que tuvo Pastora. Ojalá ella o alguien como ella se atreviera a bailar El Amor Brujo en una superproducción vanguardista", evalúa la autora, que incita a los artistas de estos días a "hacer que los tiempos nuevos se vuelvan inolvidables".

Dice la hermosa copla de Rafael de León que Pastora Imperio ni quiere ni tiene edad. En definitiva, se trata de un personaje atemporal: "Rocío Jurado sabía de lo que hablaba cuando cantaba con tanta emoción esa letra", confiesa María, quien equipara a Pastora con bailarinas "de la talla de Isadora Duncan, Mata Hari o Maud Allan". Hija de Víctor Rojas, sastre de toreros -Pastorilla conoció a Rafael El Gallo cuando éste va a hacerse un traje en la época de novillero-, y de la bailaora Rosario La Mejorana, Pastora "no era una mujer, era un mundo" que jamás querrá ni tendrá edad... ni olvido.

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