Cultura

El enigma de Pável Filónov, al descubierto en el Museo Ruso

  • El centro de Tabacalera inaugura hoy su segunda muestra temporal, con 66 obras de un artista poco divulgado en Occidente.

El Centro de Colecciones del Museo Ruso de San Petersburgo inaugura este jueves en su sede de Tabacalera la exposición 'Testigo de lo invisible', su segunda muestra temporal tras 'La época de Diaghilev', con 66 obras del artista ruso Pável Filónov (1883-1941), uno de los mayores exponentes de las vanguardias del siglo XX en su país aunque poco divulgado en Occidente.

De hecho, la de Málaga es la tercera gran exhibición dedicada a Filónov que se celebra en Europa tras las organizadas en 1990 por el Centro Pompidou de París y Kunsthalle de Düsseldorf. El mismo Museo Ruso de San Petersburgo contiene la práctica totalidad del legado artístico del pintor, alrededor de 400 cuadros que fueron donados en 1977 por la hermana del artista, y esta circunstancia, según explicó esta mañana a los medios la comisaria de la exposición, Yevguenia Petrova, ha influido necesariamente en la escasa proyección de Filónov fuera de Rusia: "Otros pintores como Malevich, Chagall y Kandinski son más conocidos gracias a que tienen su obra repartida en más países". Precisamente, el objetivo de 'Testigo de lo invisible' es dar cuenta de la altura artística de Filónov, en igualdad respecto a sus contemporáneos más afamados en cuanto a magisterio".

La historia de Filónov es un fiel reflejo de la historia de la Unión Soviética. Tal y como recordó ayer, Petrova, "a finales de los años 20, cualquier estilo artístico distinto del realismo socialista fue prohibido". Sin embargo, Filónov decidió mantenerse fiel a su propio compromiso estético, formulado a través del 'realismo analítico". Para Filónov, de nuevo según Petrova, "la civilización que reina en las ciudades es algo contrario al ser humano. Él proponía un arte influido poderosamente por la naturaleza, en la que no quedara representada tanto la realidad como su 'principio'. Sus cuadros, ya fuesen realizados sobre óleo o sobre papel, funcionaban un poco como seres vivos: Filónov prestaba especial atención a los detalles, a los elementos mínimos considerados por él moléculas que a partir de aquí empezaban a crecer". El resultado, tal y como se puede comprobar en la exposición, es una indagación en la materia y en los enigmas que la misma contiene, casi en un plano biológico, hasta lograr episodios de arrebatadora belleza.

A partir de los años 20, Filónov -a quien el director del Museo Ruso de San Petersburgo, Vladimir Gusev, definió ayer como "un comunista idealista y romántico"- asumió en gran medida los postulados de la Revolución Soviética, pero, según Petrova, "se negó a representarlos como en una fotografía. Había encontrado su camino y no estaba dispuesto a renunciar a él. Por eso, aunque pasó no pocas penurias, fue siempre un pintor libre". En los años 30, guiado por la necesidad, aceptó algunos encargos de las autoridades soviéticas que realizó al más puro estilo del realismo socialista, pero incluso éstos (de los que pueden verse dos ejemplares en Tabacalera) fueron rechazados". En 1929, el Museo Ruso de San Petersburgo organizó una retrospectiva dedicada a Filónov que jamás llegó a realizarse: las obras permanecieron embaladas durante un año a la espera de una oportunidad que nunca llegó. Ahora, Málaga abraza a Filónov en un órdago no exento de justicia poética para descubrir su enigma: el de un artista que pintó, casi siempre, lo que quiso. 

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