Picasso reconoce a Picasso

La Casa Natal presenta cinco nuevas entregas de la serie 'La hoja que ríe asomada', que recupera ensayos críticos de autores españoles sobre el genio

Picasso, practicando el 'air painting' con un mechero.
Picasso, practicando el 'air painting' con un mechero.
Pablo Bujalance Málaga

21 de noviembre 2014 - 05:00

Si cada uno es, en gran medida, lo que otros dicen de él, el ejemplo de Picasso, que cual Belcebú armado de legiones no era uno sino muchos, resulta determinante al respecto. El artista malagueño dijo todo lo que tuvo que decir sobre sí mismo a través de su obra, titánica e inabarcable, suficiente para llenar todo un siglo e inspiradora de toda una corriente crítica y hermenéutica, consagrada únicamente al corpus picassiano, que perdura y, seguro, perdurará; pero, al mismo tiempo, sus días en la tierra cobraron categoría de leyenda en virtud de su compromiso político, sus retiros, sus mujeres y sus silencios. Así que el genio y el hombre han ofrecido desde que ambos son tales, y aún en el presente, material de sobra para quienes han decidido aproximarse a su asunción desde los más variopintos puntos de vista. La mirada crítica a Picasso se convirtió bien pronto en un fenómeno universal: desde los mismos comienzos del siglo XX su voluntad rupturista y a la vez clásica hasta las heces sedujo a artistas, periodistas, críticos y demás exégetas desde Moscú a Nueva York. Pero el verdadero quid de la cuestión se resolvía en el modo en que esa mirada se daba desde España: la oficialidad del país natal del artista abjuró del creador y éste respondió en consecuencia. Pero, igual que Picasso nunca dejó de introducir la tradición ibérica en sus obras hasta su muerte, cierta cultura española mantuvo siempre ávido su interés por el demiurgo. El artista francés llamado Pablo Picasso siempre fue español, y España siempre fue, a su modo, y en la medida de lo posible, aunque fuese en sus anhelos más prohibidos, picassiana. En consecuencia, la aproximación crítica a Picasso realizada desde España, a menudo sesgada, liquidada, apartada o simplemente olvidada, sirve en bandeja un interesante juego de vasos comunicantes: como si la huella picassiana que perduró en España se encontrara con el Picasso que encontró el mundo puesto a sus pies. Como si Picasso, al cabo, reconociera al mismo Picasso por obra y gracia de los exilios y la fea Historia del siglo XX.

Como primera institución bibliográfica respecto al artista, la Fundación Picasso Casa Natal se ha sentido siempre aludida por esta umbría acumulada sobre los estudios aparecidos a este lado de los Pirineos cuando España y Picasso jugaban a no quererse. Por eso, la institución puso en marcha hace algunos años la colección La hoja que ríe asomada, que precisamente rescata estos textos y los devuelve a la crítica presente desde los estragos de la desmemoria. Ayer mismo, la fundación que dirige José María Luna presentó cinco nuevas entregas de la colección pertenecientes a otros tantos autores, con la particularidad de que, entre las cinco, el órdago abarca prácticamente toda la cronología productiva de Picasso, desde el génesis del cubismo hasta sus últimos años. Los cinco breviarios, con los que la colección alcanza veinte números, corresponden a voces distintas en cuanto criterios estéticos y generacionales, por lo que, en conjunto, convierten la aproximación a Picasso en un pentágono repleto de matices. El primero viene firmado por todo un clásico, Ramiro de Maeztu, que escribió el ensayo La idea. Platón - Picasso (publicado en el Heraldo de Madrid) en Londres y que propone en el mismo una interpretación de la naturaleza pitagórica de las esferas, vía Platón, a partir de las bases cubistas que por entonces empezaba a asentar Picasso junto a Braque en París. Un autor del presente, el poeta malagueño José Infante (que participó ayer en la presentación de los títulos), escribió cinco artículos en homenaje a Picasso en el Sol de España en 1971, y en ellos lamentaba que la ciudad que vio venir al mundo al pintor respondiera con indiferencia ante la consagración internacional de su hijo más universal; ahora, aquellos textos se recuperan con el título Picasso y Málaga. Una tarde con Picasso recoge los recuerdos que escribió Rafael Durancamps tras su visita a Picasso en su domicilio de la rue La Boëtie en París, y que habían permanecido inéditos hasta ahora. De José Camón Aznar, autor del canónico Picasso y el cubismo (1956) se recupera El maniqueísmo ibérico de Picasso. Y de Josep Renau se rescata otro inédito: En los 75 años de Picasso. Un manantial inagotable.

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