Arte

'Punctum' y herida

  • RocíoVerdejo indaga en la ambigüedad y la paradoja como método para invocar la proyección sentimental del observante

Roland Barthes hablaba de que algunas fotografías tenían la capacidad de generar en el espectador una gran intensidad afectiva, asimilable a lo conmovedor y a lo inquietante. Esa intensidad recibió el nombre de punctum, y el autor francés habló de él como una flecha que traspasa e hiere. Sin embargo, Barthes matiza que el punctum no se halla en la fotografía sino en nosotros (no es universal ni objetivo sino individual y subjetivo), siendo contadas las imágenes que tienen la capacidad de detonarlo y no a todos los espectadores les invadirá esa afección. Ahora bien, las obras de Rocío Verdejo parecen predestinadas a desatar ese punctum barthiano, a propiciar esa intensidad emocional de la empatía, así como a facilitar nuestra proyección en esas imágenes.

Ello puede deberse a que Verdejo ofrece una reserva de imágenes para la autoexploración en las que reconocernos, al igual que a las estrategias y a las soluciones que emplea. Parafraseando de nuevo a Barthes, aquí no hay noema, no existe certeza alguna de lo que representan sus obras, y, en cambio, hay una gran ambigüedad, ambivalencia y comunión de opuestos, con lo que sus imágenes se hallan en ese resbaladizo espacio de la sugerencia paradójica que exige de nuestra proyección sentimental para connotarlas. Ese escurridizo status de certeza propicia un ejercicio de desplazamiento y simbolización, esto es, salvar esos huecos o déficits de certeza con nuestras experiencias y convertir esas imágenes en símbolos, tal vez propios.

En Obra reciente se contraponen dos series de distinta fecha y que actúan casi como opuestos. De un lado Quietud (2008), producida por el Centro Andaluz de la Fotografía que Espacio Emergente ha tenido el acierto de acercarnos tras una itinerancia por Sevilla, Córdoba y Huelva, y, de otro, Las aguas del escorpión (2009). La confrontación arroja disparidades lingüísticas y de concepto. En Quietud crea una sucesión de imágenes simbólicas y metafóricas (no dramatizadas), despliega un catálogo amplio de encuadres expresivos, halla resonancias a través de la belleza y lo poético, así como relaciona al ser humano con el paisaje compartiendo valores y fundiéndose, mientras que en Las aguas del escorpión retoma la fotografía escenificada y narrativa, repite un mismo encuadre y escena aumentado lo aséptico y pseudo-catalogador (paradójico puesto que hay una interpretación), las sugerencias paisajísticas desaparecen y dota a las obras de una innegable inquietud y enigma. Adquieren, también, ese sentido complementario porque ambas tienen en el agua algo más que un recurso escenográfico. Además de ser un referente ineludible en Verdejo, el agua es ambigua por naturaleza, dadora de vida tanto como peligro para ella, asociada a la purificación y la salvación tanto como a la muerte y a algunos de sus ritos, actuando como origen de temores, esperanzas y metáforas.

En Quietud nos enfrentamos al iconotipo de la mujer en el agua que rememora a la Ophelia shakesperiana. Las bañistas-ofelias de Verdejo representan estados de catarsis, esperanza y reparación. Parecen conciliar lo ambiguo del sufrimiento y el placer -hasta qué punto algunas no se encuentran en tránsito y éxtasis como la Santa Teresa de Bernini-, de la muerte en las aguas estancadas (como Ophelia) y de un renacer en esas aguas maternales y amnióticas.

Las aguas del escorpión destierran la esperanza e implantan el desasosiego de una dramática y recurrente pesadilla (la falta de nitidez de algunas fotografías redundaría en lo evocador del sueño y la pesadilla). Aquí, como en la anterior, Verdejo nos ofrece un ámbito presidido por las angustias vitales.

Esta presencia del agua y el componente humano asociado a ella, cierta enunciación de lo sublime, la ambigüedad y el rescate de miedos y pesadillas, facilita que hagamos converger sus obras y algunos de sus intereses con los de Mayte Vieta, como podemos ver en series de 2009 como Cuerpos de luz (hasta hace unas semanas en la Fundación Miró), Vértigo (2001) o Tan sólo son mis fantasmas (1997).

Si quieren saber si son ustedes un blanco para las flechas de Verdejo expónganse, explórense y tranquilos, todas las heridas se curan y, algunas, hasta nos curan.

Rocío Verdejo Unicaja Espacio Emergente Dr. Manuel Pérez Bryan, 3-2ª planta. Hasta el 16 de enero.

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