Cultura

Ratas en palacio

Drama histórico, Francia-España, 2012, 94 min. Dirección: Benoît Jacquot. Guión: B. Jacquot, Gilles Taurand. Fotografía: Romain Winding. Música: Bruno Coulais. Intérpretes: Diane Kruger, Léa Seydoux, Virginie Ledoyen, Xavier Beauvois, Noémie Lvovsky,Vladimir Consigny, Julie-Marie Parmentier, Michel Robin, Grégory Gadebois. Cines: Albéniz.

Del último Benoît Jacquot (À tout de suite, L'Intouchable, Villa Amalia) nos seducía su gusto por la deriva narrativa, por las historias de personajes en fuga, casi siempre por delante de una cámara inquieta y observadora a la que, podríamos decir, le costaba centrarse en el relato para dejarse llevar por sus alrededores.

En Adiós a la reina, traducción no exactamente precisa de lo que debería ser Los adioses de la reina, Jacquot parece algo más pegado al guión y a sus personajes, y no sólo eso, ha cambiado el viaje, la huida hacia adelante, por una historia que transcurre íntegramente entre las rejas y los muros de Versalles en plena Revolución Francesa.

Aún en ese tiempo y esa época, y no demasiado lejos de la operación desmitificadora de la Maria Antonieta de Sophia Coppola, resulta indudable que Benoît Jacquot se resiste a aplicar una mirada academicista a sus materiales, que adaptan la novela de Chantal Thomas: su cámara sigue estando atenta a los detalles, a veces con un gozoso sentido del erotismo, la fotografía de Romain Winding brilla en su luminoso naturalismo, la música de Bruno Coulais evita el cliché barroco para decantarse por los modos contemporáneos.

Tampoco cae Jacquot en la fácil tentación del fuera/dentro o el arriba/abajo. El adiós de la reina no sale de palacio para centrarse en la mirada perpleja de Sidonie Laborde (hermosa y pálida, como siempre, Léa Seydoux), lectora de la reina Maria Antonieta (Diane Krüger) y seducida por su figura, elemento desclasado y transversal que comunica la altiva soledad del reinado en su agonía con el caos y el desconcierto de los súbditos y pieza angular que escruta, escindida entre la devoción y el desencanto, un mundo que no acaba de comprender del todo.

Con todo, la película no termina de despegarse de cierto amaneramiento o de sobrevolar y liberarse aún más de sus anclajes escritos. Infiel a sí mismo, Jacquot abandona ocasionalmente a Sidone en algunas escenas para recrearse en el recitado regio de Maria Antonieta o el rey, o, en otros casos, resulta demasiado obvio en su apunte de la pasión amorosa lésbica que atraviesa la relación entre la reina y la duquesa de Polignac que interpreta una no menos esplendorosa Virginie Ledoyen.

Por otro lado, no recordábamos ya lo desagradable que puede ser ver una película como ésta doblada y no en versión original. Flaco favor le hacen sus distribuidores.

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