Cultura

Recuerdo a Quique Paredes

  • Un accidente de tráfico obligó al tocaor, del que ahora se reedita su primer disco como solista, a dejar la guitarra

La afición tiene muy presente la memoria tocaora de Quique Paredes, a pesar del olvido de las instituciones públicas: algunos, como saben, acaban de llegar a este arte: otros no acaban de llegar, esperando en la vía muerta el tren de la Unesco. La reedición por vez primera en CD del debut como solista de Paredes, de 1987, nos sirve para evocar su figura y su toque. Sucedería una segunda entrega en 1993, Amanece el día. Enrique Fernández Muñoz (Sevilla, 1955) es uno de los más importantes guitarristas del panorama flamenco. Hace unos años sufrió un fatal accidente automovilístico, que se ha erigido en la gran espada de Damocles del toque flamenco contemporáneo, que lo mantiene apartado de la escena flamenca a causa de una lesión en un brazo. Acompañó a algunos de los más destacados intérpretes de la escena sevillana, tanto del baile como del cante, desde Farruco a José Menese, registrando discos junto a las voces de Antonio Chacón, Peregil o Paco Taranto entre otros: lo podemos ver secundando por tangos a Remedios Amaya y Aurora Vargas en Flamenco de Carlos Saura. Su guitarra, y la grabación que se reedita es un buen ejemplo, es característico del toque imperante en los años 80: brillante, y con un punto de eufórica melancolía. La obra se abre con unas bulerías en las que destaca la claridad de la composición y la precisión y fuerza de la ejecución. La voz del Boquerón reproduce a la perfección estas características. Una grabación directa, en que la guitarra sólo se dobla al final de la pieza en una serie de variaciones sobre la misma rueda de acordes, recurso muy popular en la época.

En la misma línea estética la granaína morosa, que estira las falsetas a lo largo de siete minutos. Paredes se recrea con sobriedad en cada nota, en cada frase melódica. El esquema de composición es la clásica alternancia de variaciones melódicas, falsetas, y rasgueos tradicionales, lo que es lo mismo que decir Montoya. Desde luego que es el lugar adecuado para que Paredes muestre la firmeza de su trémolo que finaliza en una coda perfecta. Los tangos, airosos, canasteros, dentro de estas mismas características de fuerza y claridad, y de cantables melodías, con el cajón brioso de Joselito Fernández, y con una deliciosa cita, sin acreditar, de la rondeña de Montoya. En el zapateado el tocaor se vuelve a doblar, practicando el arte noble de la polifonía, siempre en forma de variaciones sobre una rueda de acordes. Destaca la última parte de la pieza con una serie de progresiones en tono menor que preceden a la irrupción de los rasgueados clásicos de este tradicional toque de baile.

La gravedad de la soleá queda en Paredes atemperada por la brillantez de su pulsación que dirige siempre su toque a la espectacularidad. Así, al abundante uso del pulgar característico de su estilo, sucede un rasgueo poderoso, sin olvidar recursos más intimistas como el trémolo y otros más abundantes como los ligados o el alzapúa. Una pieza cortada de una vez. El cierre de la grabación va por seguiriyas, que presenta las variaciones más elaboradas y personales, dentro de su sencillez clásica, de este brillante debut.

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