Semblanza de una ausencia (dos años y un día)
Recuerdo a la figura de Manuel Alcántara
Juan López Cohard recuerda al amigo y escritor cuando se cumple el segundo aniversario de su muerte
Málaga/Dos años y un día, porque uno de ellos fue bisiesto, hace que Manuel Alcántara cogió el atajo de morirse para reunirse con sus amigos muertos. Fue el 17 de abril de 2019. Luego vendría la pandemia. En todo este tiempo, con impuestos encierros y cerrados esparcimientos, no he dejado de escuchar con mis ojos al Maestro y de hablarle en silencio. Sobre la mesa de mi despacho ha estado, y estará siempre, el hilo conductor de nuestras conversaciones: Mar de Fondo. Poesía Reunida. 1955-2018.
He disfrutado horas conversando con el poeta prometeico que un día fue "un niño jugando a la alegría" y, de joven, comenzó a enseñar "a andar palabras de la mano". Esas palabras que, adoptando una Manera de silencio (Publicado en 1955), me llevan a la Málaga de su niñez, esa que "naufragaba y emergía…", si bien me dice que "lo mejor del recuerdo es el olvido…". Y llevando palabras de la mano me introduce en su mundo metafísico: el ser, la vida y la muerte, el tiempo y el espacio, Dios… "La vida se me ha vuelto una pregunta./ Sin entendernos, Dios y yo, distintos,/ llevamos nuestras soledades juntas".
Después me sigue hablando de la vida. Y lo hace con un mar metafórico por el que navega la vida humana haciendo su singladura para acabar en la muerte, "En la lista de embarque/ me miro/ ¿Quién escribió mi nombre?/ ¿Por qué lo hizo?/ (Cualquiera sabe, / a lo mejor estaba escrito". Comienza la singladura en El embarcadero, (Publicado en 1958), y recorre un camino en el que hay alegrías, amores, desengaños, penas…: Poemas, canciones, "Por la mar chica del puerto/ el agua se pone triste/ con mi naufragio por dentro", y un manojo de cabales sonetos, a los que llamaba la inmortal composición renacentista, dan cuenta de las vicisitudes de la singladura humana.
Sigo escuchándole y vienen a mis recuerdos su gran preocupación por España y la deriva política de estos últimos años. Espero que mi vida no sea capicúa, me decía tomando un dryMartini en el restaurante El Cobertizo, en referencia a la contienda que él bautizó como "incivil". Le escucho leyendo Plaza Mayor (Publicado en 1961). Lleva las palabras de la mano por toda la geografía española.
Me quedé absorto escuchando el soneto Vuelta a la mar de Málaga (Rincon de la Victoria), "Vine a la mar y me encontré en la arena/ -niños llevando cubos a la pena/ y palas a la orilla del verano-./ Me hice a la mar, estando hecho al recuerdo,/ por perderme otra vez como me pierdo/ junto al que fui, cogidos de la mano".
Y si en su recorrido por España recala en su mar del Rincón, la vida hace que regrese a su Málaga con aquellas palabras que aprendieron a andar cogidas de su mano y que le dieron la gloria con el Premio Nacional de Poesía por Ciudad de entonces (Publicado en 1962). Me habla de sus recuerdos. Están impresos en su Carnet de Identidad: "Nadie avisó. Más tarde o más temprano/ se supusieron que lo aprendería./…/ Me dijeron vivir a quemarropa:/ siglo XX -acordaron-, en Europa,/ en Málaga, en enero y en Manolo./ Todo lo dispusieron: hambre y guerra,/ España dura, noche y día, tierra/ y mares… luego me dejaron solo".
El ingenio del Maestro siempre está presente. Su maestría siempre resalta enmarcada en la orla de su inteligencia y su agudeza. Su Radiografía es un ejemplo de ello: "¡Qué vocación de muerto es mi esqueleto!/ En el cliché de la radiografía/ he visto al que seré -quién sabe el día- / el día en el que Dios me ponga el veto./…/ No es que me importe, pero qué sorpresa/ que me flote en la sangre un ahogado,/ que esté de pié y que tenga mi estatura".
Hicimos una pausa en nuestra conversación. Añoré verle encender un pitillo y dar una profunda calada. Y ver cómo, tras coger con parsimonia la cónica copa, se deleitaba con un sorbo de dryMartini; mientras pensaba que también el Maestro hizo una pausa en su poesía. A partir de éste premiado libro, ya tan solo hace algunas breves publicaciones, con poemas sublimes, hasta su último poemario. Continué escuchándole con Anochecer privado (Publicado en 1983). Bastan unos versos para saber que el genio está ahí. Le escucho con deleite una soleá que titula Telegrama a Bécquer: "Mis cuentas no están cabales/ me falta una golondrina/ y me sobran tres cristales".
Hablamos de Francisco Hernández y sus ilustraciones que acompañan a los diez poemas de Sur, paredón y después (Publicado en 1984). Las musas de Manuel siguen activas, "He venido a buscarme./ Hay un niño extraviado/ en medio de la calle./ (Calle de la Victoria,/ Plaza de la Merced./ La mitad de mi historia/ ni yo mismo la sé)".
Y terminamos nuestra conversación recordando Este verano en Málaga (Publicado en 1984). Con este libro obtuvo el premio Ibn-Zaydún de poesía del Instituto Hispano-Árabe. Me regaló un ejemplar una noche que cenamos en el restaurante Frutos. Venía con esta dedicatoria: "Para Juan López Cohard, estos versos de nuestra tierra y nuestro mar, con la amistad de M. Alcántara".
Escuché con mis ojos, de pe a pa, el maravilloso poemario con aromas de jazmines y de mar: "Este verano en Málaga/ recorrí mucho mundo/ a la vera del agua"; "El mar no puede morir./ Se quedará navegando/ aunque no haya nadie aquí."; "Tengo bastantes motivos/ para no querer morirme/ y para no seguir vivo".
Termino cerrando la última página de Mar de Fondo. Manolo se ha ido. He soñado estar con él. Él sí que ha estado conmigo.
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