Cultura

Remedios Zafra: "La precariedad y la ansiedad dificultan la capacidad emancipadora de la cultura"

  • La escritora atendió a este medio antes de resolver el cluedo filosófico de cómo nos relacionamos con las pantallas en el CC La Térmica

  • "En los ojos captados hay una nueva forma de pago", afirma

La escritora y pensadora Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973).

La escritora y pensadora Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973).

Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) llegó hace una semana a Málaga para resolver un crimen en el Centro Cultural La Malagueta que tutela La Térmica. En este particular Cluedo tuvo que diseccionar el maremágnum de las pantallas. Se da por seguro que si Zafra fuese investigadora sería la poli buena del interrogatorio, su voz se desliza con amabilidad y delicadeza, casi como si no quisiera importunar. Pese a que sus conversaciones suelen acabar por ramificarse, la científica titular del Instituto de Filosofía del CSIC argumenta con total seguridad, cuida no dejar ningún hilo suelto que pueda malinterpretarse. Esta visita a Málaga fue tan fugaz que ni siquiera le dio “tiempo a comerse un espeto” y pese a ello aprovechó para atender a Málaga Hoy.

¿Se puede dejar en algún momento de trabajar teniendo un trabajo creativo?

Hay trabajos con horario y trabajos que se transversalizan en la vida. Los trabajos creativos son de los segundos, atraviesan cada faceta de nuestra vida, incluso el sueño. Se es artista todo el tiempo, uno no deja de ser artista cuando se duerme o cuando come. La característica de esos trabajos creativos es que requieren no sólo unas tareas de ejecución, sino unas tareas constantes de investigación. Es muy difícil alejarse de ello, más si cabe ahora con la tecnología: donde hay un portátil o un ordenador, allí está con nosotros el trabajo creativo. Es la contrapartida de los trabajos que no requieren de la vocación, pero que sí tienen la capacidad de acotarse en el tiempo, por eso los trabajos creativos son hoy un gran reto para quiénes los desarrollamos. En mis trabajos hago un gran esfuerzo por diferenciar cuando este entusiasmo es movilizado por uno mismo o cuando es instrumentalizado por otros. Ahí radica también una de las vulnerabilidades del trabajo creativo, que los demás creen que lo haremos de todas maneras porque nos gustan. Eso nos convierte en objeto de abuso por parte de otros.

¿Se nos jodió el Perú de la cultura cuando Warhol industrializó la creación artística?

Siendo este un punto de inflexión importante, hay varios momentos relevantes para entender cuándo cambia la práctica artística. Yo creo que más con cómo se produce el arte tiene que ver con la aparición de tecnologías como internet, que han cambiado la concepción del arte en el imaginario, dejando de ser un privilegio de los artistas. Ahora todas las personas conectadas son productoras de contenido.

¿Cómo encaja un sistema que sólo te valida cuando generas beneficio económico rápido con el trabajo cultural que necesita reposo?

Aquí hay un desajuste, si cuando pensamos en los trabajos culturales pensamos en aquellos que son capaces de proporcionarnos experiencias, emancipación, disfrute… más allá del sistema capitalista productivo; estamos neutralizando su capacidad de emancipación. Generar beneficio es en sí la base económica de cualquier trabajo, pero hay en él también esa opción que lo precariza de generar mucho invirtiendo poco. Esto hace que se contrate a veces por capital simbólico o en espera de obtener un mayor beneficio en un futuro en lo que algunos llaman autoexplotación y yo creo que es más una forma de explotación insertada en el sistema.

Yo creo que todo aquello que conlleve un ejercicio de no repetición requiere un pensamiento que necesita de profundización y distanciamiento, que son dos prácticas que no se favorecen en estas lógicas económicas. Esto se hace a costa de poner en juego la posibilidad de dar sentido y de hacer cosas que no reiteran al sistema. A mí me interesa la creación que nos hace frenar y nos ayuda a pensar por nosotros mismos, porque todo lo demás favorece la inercia de la lectura superficial, epidérmica.

"Me interesa la creación que nos hace frenar y nos ayuda a pensar por nosotros mismos"

No sé si le preocupa que el consumo del audiovisual hiperestimulado en pantallas nos aleje de la realidad, que todo nos parezca poco.

Esa idea está muy presente en el consumo audiovisual y en el consumo cultural contemporáneo. Las industrias digitales llevan mucho tiempo rentabilizando productos que nos muestran como gratuitos, pero que dan a cambio de datos y tiempo. Generando la necesidad de consumir y de estar siempre enganchados a la máquina. La desigualdad ya no viene tanto definida por quiénes tienen o no acceso a la tecnología, sino por quiénes tienen control sobre el tiempo de acceso a la tecnología. En las familias más humildes los niños pasan más tiempo con las tecnologías, sin embargo en las escuelas de Silicon Valley no se permiten los dispositivos digitales.

No es en absoluto inocente el poder de adicción de las pantallas. Cuando estamos acostumbrados a verlo todo, difícilmente las noticias nos perturban. Las ficciones nos muestran un mundo tan plagado de tragedias que es difícil generar ya  un zarandeo de las personas y esto es preocupante. Esto nos convierte en sujetos desapasionados por estar muy saturados de imágenes.

Hay psicólogos y sociólogos que señalan que el nuevo aspecto relevante en la diferenciación va a ser la capacidad de atención y no la inteligencia.

Llevamos mucho tiempo comentando que la capacidad de atención es una de las cuestiones que está más en crisis y que más desapercibidas nos pasa. La crisis de la atención como características del sujeto contemporáneo y también como consecuencia en gran medida de ese mundo cargado de estímulos donde el exceso convertido en saturación se convierte en una forma de ceguera. Esto lo ilustra bien Marisa Olson cuando habla de que surfeamos los textos más que leerlos, el texto casi se convierte en imagen. Así es difícil leer y comprender el texto, de forma que la atención se pone en riesgo. Por eso se busca cada vez más captar la atención con la imagen y con el titular, porque en los ojos captados hay una nueva forma de pago.

La escritora Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) La escritora Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973)

La escritora Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) / Efe (Córdoba)

¿Son las redes sociales una espiral del silencio autoimpuesta? En tanto que elegimos cajones estancos de ideología al seguir sólo a gente afín.

En las redes sociales actuales existe un cierto espejismo que nos invita a pensar que al tener una red en la que tenemos dos mil amigos o tres mil seguidores entre ellos existe diversidad. Bajo esa idea de multiplicidad se esconde mucha homogeneidad. En primer lugar porque el conflicto, la disensión es fácilmente penalizado, en las redes no se favorece un diálogo profundo en el que se puede empatizar con los otros, sino que es mucho más rápido y fácilmente deriva en el bloqueo. Por ejemplo, en un contexto como Forocoches una voz feminista en seguida será desactivada o será acosada. Y también se retroalimenta lo que ya se sabe. Esto contribuye a que ciertas ideologías se hagan más fuertes en estos grupos. Yo creo que esta idea está en la base de la proliferación de movimientos negacionistas o de ideología fascista. Esto es algo que también favorecen las industrias digitales porque aunque tengan apariencia pública nos olvidamos que son empresas que buscan máximos beneficios. Este máximo beneficio se consigue generando usuarios y los usuarios vuelven porque el contexto que se genera es amable, es complaciente; no es baladí que las opciones que nos permiten relacionarnos con los demás tengan una forma de agrado, de sonrisa de like… Estas comunidades homogéneas son un riesgo que hay que evitar en los espacios públicos en los que nos relacionamos. La diferencia siempre ayuda al conocimiento y a la búsqueda de consensos que sean buenos para la mayoría.

"El feminismo es transversal, afecta a todas las personas, no puede quedarse sólo en grupos endogámicos"

Apuntabas que esta tendencia favorece a la creación de grupos de ideología fascista, ¿pero no funciona igual con grupos feministas, por ejemplo?

Yo haría una gran diferencia entre los grupos que desde el activismo denuncian una desigualdad a los que desde el privilegio quieren mantenerlos. Hay una clara cuestión de poder y de asimetría que diferencia el uso que hacemos de las redes sociales y de los distintos instrumentos para socializarnos. El uso de las redes sociales por parte de todas aquellas políticas y reivindicaciones que están denunciando una desigualdad para las personas es algo que está muy por encima de aquellas comunidades que se crean para lo contrario. Cuando hablamos de contextos machistas o patriarcales hablamos no ya de quién ha estado oprimido tradicionalmente sino de quienes han tenido el poder y por lo tanto han tenido una serie de privilegios que quieren mantener. No es lo mismo movilizarse para no perder unos privilegios que para querer que los derechos sean para todos. Si bien, esa tendencia de las redes a relacionarnos con gentes parecidas a nosotros claramente se da a todos los niveles.

Cuando en los noventa surgió el ciberfeminismo y algunas feministas participaban en debates abiertos, hubo quien les reprochaba que ellas ya tenían grupos feministas en los que debatir esas cuestiones. A esto las feministas respondían que no servía de nada retroalimentar el debate en grupos endogámicos, que el feminismo es algo que afecta a todos. Puede haber algunos grupos que necesiten de esos entornos seguros de expresión, pero lo que tiene que ver con el feminismo como política que busca la igualdad de las personas, ahí yo creo que tiene que estar infiltrado allí donde haya personas, no solamente mujeres.

¿Con el teletrabajo hemos dejado de ser una persona en la oficina para ser un nombre detrás de una pantalla?

El teletrabajo tiene multitud de aristas y yo soy una gran defensora del teletrabajo. Para mí la oficina nunca fue cálida, muchas personas no tenemos nostalgia alguna de la oficina y la que podemos tener tiene que ver con personas concretas. Estos espacios se habían convertido en sustitutos del trabajo, pensábamos que el trabajo es el lugar al que se va y no la práctica que se hace. Además las relaciones de poder siempre han estado más presentes cuando hay una corporeidad. Me parece que volver a lo de antes no sería lo idóneo, porque es muy mejorable. Aunque lo que tenemos ahora también es muy mejorable. La situación actual nos ha volcado prácticamente en el trabajo sin horarios, sin una legislación que nos proteja. Se trata de dar sentido a la práctica que hacemos siempre y cuando tengamos control del trabajo que hacemos, que sean elegidas y no impuestas.

Durante los primeros meses de confinamiento aumentó el uso de redes sociales para ligar, ¿necesitamos sentirnos más amados o más deseados cuando estamos aislados?

Esto tiene que ver con que en tanto que somos seres sociales necesitamos compensar la falta de socialización con otro tipo de contactos. La tecnología en este sentido ha sido una vía de acceso a otros que nos ha permitido experimentar otras formas de relación afectiva y física con otros. Esto ha tenido que ver también con una pandemia que se basaba en la estigmatización del cuerpo del otro, es decir en la búsqueda de distancia social. Eso ha generado esa contradicción de necesitar a los otros, pero de tener miedo a abrazar a los otros; en ese juego de fuerzas hemos vivido con mucha ansiedad cómo gestionar los afectos.

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