Cultura

Ricky Martin o la discoteca boricua

  • El astro del pop latino repasó ayer su carrera en el Auditorio Municipal, donde brilló con una abrumadora producción

Familias, jóvenes parejas, adolescentes, embarazadas, cámaras de televisión, abuelas. Ni un alma había acampado en los aledaños del Auditorio Municipal la noche anterior, pero se hicieron las ocho de la tarde y allí no cabía un alfiler. Media Málaga estaba haciendo cola encantada para ver a Ricky Martin en concierto. Una cola que, según se iba moviendo, exhibía sus modelitos como quien va a la feria de paseo. "Algunos vamos a verlo con prismáticos", bromeaba entre el público una chica joven. A ritmo de La gozadera o Danza kuduro, manos arriba, más de 10.000 personas calentaba motores minutos antes de arrancar el directo. Vestido con un elegante traje y puntual, el astro del pop latino pisó el escenario acompañado de sus bailarines, de los que poco se despegaría en toda la noche. Furor, gritos -de Martin también-, guitarrazos, electrónica y sexys movimientos. "Venga, gente, a sentir este calor", exclamaba el cantante mientras interpretaba This is good, una declaración de intenciones: "So don't say no, dance with me tonight". Adrenalina, Muévete duro. Nadie podía ni quería parar de bailar. La parada malagueña de ayer permitió comprobar que el One World Tour da a su público exactamente lo que esperaba: una mera excusa para no dejar de mover el esqueleto. Y si hace tanto calor, pues peor para él.

A los pocos temas de empezar, Martín, sin música de fondo, agarraba el micrófono: "Va a ser una noche mágica y especial porque es el primer concierto de la gira europea. Esta noche nos olvidamos de los problemas del país y del trabajo. Esta noche nadie te juzga. Esta noche eres libre". El artista puertorriqueño bajaba el ritmo del show para interpretar Tal vez. Miraditas, poses, lágrimas de algunos seguidores. Málaga se derretía frente a un bombón quizá algo seco, algo parco en canto. Los llantos desaparecieron para mutar en movimientos descontrolados de caderas con Living la vida loca, cantada en inglés y acompañada de juguetones bailarines (sin olvidar esas benditas guitarras, esas benditas trompetas). Como bien dijo Martin, éste era un directo para ser libre. Así que no dudó tampoco el artista, entre cambio y cambio de ropa, en ponerse una falda.

En el ecuador del concierto, el cantante sacó a pasear su último disco A quien quiera escuchar con una empalagosa balada titulada Disparo al corazón, coreada por sus miles de fans, que no paraban de gritar su nombre. Hasta que llegó Lamari de Chambao, "una diosa", en palabras del artista, para cantar a dúo Tu recuerdo. Aprovechando el íntimo ambiente, el puertorriqueño se animó a cantar una ristra de "temas antiguos" a las que le tiene "mucho cariño". Banderitas, manos y móviles arriba. Sin embargo, el éxtasis llegaría como no podía ser de otra manera: bailando y gritando "ale, ale, ale". Triunfó, una vez más, la discoteca boricua Ricky Martin.

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