Cultura

Sánchez Adalid viaja en su nuevo libro a la decadencia de la Grecia clásica

  • El autor extremeño, que describe en 'Los milagros del vino' la apertura de una cultura "ya agotada" al cristianismo, defiende que las crisis son "purificadoras"

Podalirio, sacerdote que rinde culto al dios Asclepio, alberga en su interior una incomodidad de espíritu, se ve asaltado por las dudas tras comprobar cómo la devoción no salva al ser humano de la enfermedad y la muerte. Su malestar se atenuará cuando conozca el testimonio de Saoul y Lucius (San Pablo y San Lucas), portadores de un nuevo mensaje que devuelve la esperanza al protagonista. El extremeño Jesús Sánchez Adalid, interesado en explorar los rincones del alma en sus libros, vuelve a plantear un relato iniciático en Los milagros del vino (Planeta). A pesar de que la novela narra la transformación de un hombre que recobra la fe, su autor rechaza que sea una novela religiosa, "sino que se trata de un libro histórico". En su retrato de una "Grecia ya agotada" que se abre a "un cambio trascendental", el narador encuentra paralelismos con la crisis actual y señala que "la Historia es un espejo interesante donde nos podemos ver reflejados".

El ganador del Premio Fernando Lara en 2007 por El alma de la ciudad sentía "algo de pena" ante el hecho de que Grecia "hubiese desaparecido de nuestra cultura". En opinión del autor, "los mitos griegos tienen mucho que decirnos de lo que somos" y el pensamiento de aquella civilización es "la columna vertebral" de Occidente. Cansado de que la complejidad de aquel tiempo quede reducida a "las batallitas" y se olvide el legado intelectual de entonces, Sánchez Adalid se fijó el objetivo de reconstruir una sociedad que se abría al cristianismo y que había sido contada, principalmente en el cine, "a través de pastiches que poco tienen que ver con la realidad que se vivió".

La acción, que tiene sus dos escenarios principales en Corinto y en Séforis, la capital de Galilea, recorre también un dinámico itinerario que pasa por otros lugares como Siracusa, Epidauro, Tiberiades y Cafarnaún, en los que se encadenan diversos episodios, en la línea que sigue el narrador de que "no hay que asustarse, se puede contar la Historia de una manera divertida".

En la trama de su nueva novela, Sánchez Adalid toma la "enorme fuerza simbólica" del vino como camino para la "exaltación y la hermandad", la solución idónea para "desnudar el corazón de los hombres". El tema le interesa no sólo por la utilización del vino en la liturgia religiosa: descendiente de una familia consagrada a las bodegas, el escritor admite que la enología "forma parte" de su personalidad y dedica un homenaje a la sabiduría y la dedicación que esconde el cultivo de la vid.

El novelista, párroco de la localidad extremeña de Alange, cree que el lector se sentirá identificado con la crisis que narra su obra. "Llevábamos dos décadas hablando de ella. Había una crisis de valores, de identidad, que se mantenía oculta, hasta que ha llegado a lo material. Pero las crisis son purificadoras: se abandona lo superficial, y hay un deseo de creer", argumenta. También la Iglesia debe afrontar algunos replanteamientos, según el autor. "Es posible que haya fórmulas que estén agotadas", dice de una institución que, añade, "tendrá que renovarse". Su trabajo como sacerdote, sin embargo, le colma de felicidad. "Me permite estar en contacto con personas de muchas generaciones, y entender mejor al ser humano", concluye.

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