carlos sÁnchez ramade. director del teatro alameda

"Siempre hemos deseado que Málaga sintiera este teatro como su casa"

  • Pocos días antes de la clausura del Teatro Alameda para la intervención que habrá de convertirlo en el Teatro del Soho de Antonio Banderas, su responsable hace memoria y balance

La cartelera prevista para los próximos días se ve reducida pero jugosa. Hoy domingo actúa Manu Sánchez con el espectáculo El buen dictador, y el próximo día 26 habrá sesión de comedia malagueña con Manolo Sarria, Tomás García y Dani Rovira. Habrá un par de funciones más y, del 29 al 31, la reposición de En ocasiones veo a Umberto, la producción propia que regresa a Málaga tras una temporada a plena taquilla en Madrid. A partir de aquí, se acabó. El Teatro Alameda cerrará sus puertas después de más de medio siglo de cine y escena para afrontar las obras que lo convertirán en el Teatro del Soho de Antonio Banderas, cuya inauguración está prevista para el comienzo de la temporada 2019 / 2020 y que, si nada se tuerce, tendrá como protagonista sobre las tablas al mismo Banderas con el musical Zorba el griego, en coproducción con Broadway. El director del teatro, Carlos Sánchez Ramade, seguirá siendo propietario del inmueble de la calle Córdoba (y anuncia, de paso, que el personal fijo del Alameda se quedará en el Teatro del Soho bajo la dirección de Miguel Gallego, hoy día director de producción del Teatro Cervantes) pero, una vez entregadas las llaves, dará vía libre a uno de los proyectos culturales más sonados de los últimos años. En esta entrevista, Sánchez Ramade hace memoria y balance y prefiere hablar de continuidad antes que de despedida. La magia, al cabo, seguirá anidando en el mismo sitio.

-Hagamos memoria.

Empezamos en esto poco a poco hasta tener el único teatro privado de gran formato en Andalucía"No se podía decir que no a un proyecto como el de Banderas. Y no se me ocurre mejor opción para el teatro"

-El inmueble se construyó en 1961 y mi abuelo lo compró en 1967. Sufrió un incendio en 1988 y tras la rehabilitación y su posterior arrendamiento a otra empresa se convirtió en teatro-multicines. El edificio ha sido siempre un local polivalente, orientado tanto al cine como al teatro. En sus primeras décadas estuvo más dirigido al cine, aunque acogía ocasionalmente a compañías de teatro. Sin embargo, a partir de 1995, que es cuando volvemos a tomar las riendas y cuando yo me instalo en Málaga, mi padre, mi hermano Jesús y yo decidimos darle una mayor relevancia a la programación teatral. Desde entonces, yo he trabajado aquí como gerente y mi hermano Jesús lo ha hecho en Madrid, donde se ha ocupado de la contratación de las compañías y de la administración. Mi padre falleció en 2003 y para entonces la apuesta por el teatro estaba muy consolidada: ya no era un cine-teatro, sino más bien un teatro-cine, aunque más tarde la exhibición cinematográfica se convirtió en una cuestión imposible y tuvimos que renunciar del todo a ella.

-¿Cómo fue aquel empezar de nuevo bajo su dirección en 1995?

-Muy difícil. El teatro ni siquiera tenía caja escénica. Para las funciones teníamos que alquilar los focos. Pero es que veníamos del sector audiovisual para meternos en el teatro, que era un ámbito poco conocido para nosotros. Sin embargo, fuimos evolucionando, poco a poco, solos, sin ningún tipo de ayuda pública, hasta convertirnos en el único teatro privado de gran formato en Andalucía. El último que queda actualmente.

-¿No era descabellado mantener la titularidad exclusivamente privada en Málaga?

-Tal vez, pero precisamente por eso hemos intentado tener siempre una programación atractiva y orientada especialmente a los malagueños. Nuestro deseo ha sido siempre que Málaga sintiera este teatro como su propia casa. Por eso hemos colaborado de manera muy estrecha más allá de lo cultural con el tejido social de la ciudad, hemos cedido el teatro a muchas organizaciones que trabajan en Málaga con colectivos en riesgos de exclusión social, desde Los Ángeles Malagueños de la Noche hasta la Fundación Andrés Olivares pasando por la Fundación César Scariolo, sólo por citarte a algunas. Nos gusta pensar que hemos contribuido a facilitar la actividad de estas organizaciones.

-¿Cuál ha sido el momento más dulce en todo este tiempo?

-Ha habido muchos, pero uno de los momentos que más hemos disfrutado fue cuando empezamos con la producción propia y cuando vimos que funcionaba, que la gente respondía. Que una obra producida por nosotros se estrene en el Teatro Alameda y guste al público, eso no tiene precio.

-¿Y el más amargo?

-Tal vez el momento más difícil fue la muerte de mi padre. Él tenía mucha ilusión con este teatro, estaba muy arraigado a él, no dejaba de aportar ideas para mejorarlo, siempre estaba ingeniando cosas y buscando opciones. También fue muy difícil para nosotros la subida del IVA cultural: de la noche a la mañana nos encontramos con una piedra en el zapato que sólo pudimos quitarnos a base de austeridad, y eso porque la crisis nos pilló en una situación financiera que nos permitió hacerle frente.

-¿En qué situación llega el Teatro Alameda a su cierre?

-Nuestra situación a día de hoy es bastante buena. Aquella tormenta de la crisis ya pasó. Estamos funcionando bien, la gente responde a nuestras propuestas y hemos encontrado un nicho de mercado en el que podemos llegar a ser muy competitivos. En Málaga el público nos conoce, sabe quiénes somos, aunque no te creas que fue fácil: hasta hace poco casi todo el mundo se refería a nosotros como el Cine Alameda, y de hecho algunos lo hacen todavía. Pero sí, hemos evolucionado dentro de lo que hemos podido. En los últimos años ha cambiado todo, especialmente la forma de vender el teatro. Las nuevas tecnologías lo han transformado todo. También los espectáculos, ahora es mucho más fácil crear una puesta en escena espectacular. Aunque nosotros siempre hemos tenido muy claro que la parte técnica no debe eclipsar el trabajo humano, que sigue siendo fundamental.

-De todas formas, ¿la titularidad privada les obligó en cierta medida a ser pioneros respecto a la reconversión tecnológica?

-Sí, claro. Para nosotros es esencial, por ejemplo, trabajar con escenografías que podamos retirar y modificar rápidamente, dado que estamos obligados a meter el máximo número de espectáculos en el menor tiempo posible. Y esto es algo que la tecnología facilita mucho hoy día. No puedes depender de un cartucho. Tienes que jugar siempre sobre seguro.

-El Teatro Alameda fue sede del Festival de Teatro de Málaga y ha formado parte de otros proyectos conjuntos con los teatros públicos. ¿Cómo ha sido su relación con la administración?

-Nuestra relación con la administración ha sido siempre buena. Muy buena, de hecho. Es verdad que nunca hemos recibido ayudas públicas, salvo una pequeña cantidad, casi simbólica, que nos enviaba la Unión Europea cuando el cine formaba parte de la red de cines europeos; pero sí hemos recibido un buen trato, siempre ha habido buena sintonía. Especialmente con el Ayuntamiento, con el que por razones obvias hemos tenido más relación y en el que siempre hemos encontrado una mano amiga. Eso se ha traducido, por ejemplo, en las programaciones: nosotros siempre hemos estado orientados al teatro más comercial, necesariamente, para poder sobrevivir, y dado que los teatros públicos sí pueden cubrir esa carencia programando otras funciones no hemos chocado a la hora de querer programar tal o cual cosa. Nos hemos compenetrado siempre. Mi relación personal con el director del Teatro Cervantes, Juan Antonio Vigar, es estupenda. Es un gran profesional. Y estoy seguro de que Miguel Gallego hará un gran trabajo aquí a partir de ahora.

-¿Qué recuerdos prefiere guardar a nivel artístico?

-Uf, por aquí ha pasado mucha gente. Arturo Fernández es siempre un caballero inolvidable. Alguien que se porta siempre especialmente bien con nosotros y al que queremos mucho es Rafael Álvarez El Brujo. Josema Yuste es amigo y además socio desde que entró en la producción de nuestra obra Taxi. Y bueno, Antonio Ozores, que no sólo ha venido al teatro sino que incluso hicimos una película con él, Cuando Almanzor perdió el tambor, de los tiempos en que la familia Sánchez Ramade funcionaba también como productora cinematográfica. Por cierto, con aquella película Almanzor perdió el tambor y nosotros algo más. Pero, a lo que íbamos, guardo el recuerdo de otros muchos artistas: Moncho Borrajo, Anthony Blake, Dani Rovira, que ha querido volver a actuar aquí antes del cierre. Por no hablar de Concha Velasco, José Luis López Vázquez, Charo López... Hay de todo en la viña del Señor, pero por lo general hemos tenido aquí a gente estupenda además de grandes artistas.

-En cuanto al público, ¿se ha dado el relevo generacional?

-Sí. Es que si no lo hubiera habido, ya llevaríamos mucho tiempo cerrados. Es cierto que tenemos un público fiel de cierta edad, pero también vemos mucha gente joven y, más aún, gente que ha crecido con nosotros. Creo que la clave de esta fidelidad es la consideración del teatro como ocio. Aquí se viene a pasarlo bien. Hay gente que ha descubierto el teatro ya mayor, con nosotros, y se ha enganchado, ha seguido nuestra programación con interés. Aunque tampoco hay que dejar de lado que el teatro debe adaptarse a los tiempos, debe tener presencia en las redes sociales y seguir conquistado a todo el público potencial que aún no viene a ver teatro.

-¿Y ahora, qué? ¿Piensa participar de algún modo en el proyecto de Antonio Banderas?

-No. Damos un paso atrás y cedemos la gestión de todo al proyecto de Antonio Banderas. No se podía decir que no a un proyecto así. Y tampoco se le podía decir que no a Antonio Banderas, que ama el teatro como pocos y también ama a su ciudad. No se me ocurriría a nadie mejor para seguir adelante aquí. Mientras tanto, seguimos con nuestras producciones. En ocasiones veo a Umberto ha estado toda la temporada en Madrid, en el Muñoz Seca; ahora viene aquí para las últimas funciones del teatro y en julio vuelve a Madrid. Será nuestro colofón ideal, sin duda: una producción del Teatro Alameda en el Teatro Alameda.

-¿No se plantea hacer más producciones teatrales en el futuro?

-Podría ser, aunque ya no sería aquí y eso lo complicaría todo mucho. Disponer de un teatro a la hora de producir lo hace todo mucho más fácil. El Alameda ha sido una especie de portaaviones privilegiado para nuestras producciones: hemos lanzado a las compañías desde aquí, hemos dado a probar las producciones y cuando ya lo hemos tenido todo en contacto con el público las hemos llevado con más seguridad a otros sitios. Ahora, sin el teatro, habría que ver cómo lo hacemos. No lo descarto, aunque personalmente tengo ya en mente otros proyectos fuera del mundo de la cultura.

-¿Habría preferido mantener el Teatro Alameda como tal, aunque fuese en otra parte, con tal de no dar por perdido lo logrado?

-En realidad no se pierde nada. No es eso. El Teatro Alameda cierra una etapa y empieza otra. Así de fácil. Y no se me ocurre una mejor evolución para el teatro que el proyecto de Banderas. Sería difícil hacer lo que hacemos en otro espacio. Necesitaríamos seguir en el centro, desde luego, y ahí ya no queda sitio, no sé dónde podrían meternos. Eso sí, intuyo que el nuevo teatro va a mantener una línea similar a la que hemos seguido nosotros, con una propuesta hecha para los malagueños y con un ojo puesto siempre en la cantera de artistas de aquí. Hemos concluido una etapa satisfactoriamente y eso es un éxito.

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