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"Siempre estoy moviendo mi suelo para hacerme temblar, la comodidad me asusta"

  • Rocío Molina y Silvia Pérez Cruz consagran cuerpo, alma y voz a un desbordante y más que singular canto a la maternidad

  • La bailaora malagueña cierra hoy con 'Grito Pelao' el Terral

Rocío Molina en Barcelona el pasado mes de julio.

Rocío Molina en Barcelona el pasado mes de julio. / marta pérez / efe

En una "decisión romántica" Grito Pelaomorirá "cuando aparezca la vida". Por eso, esta experiencia única, se mantendrá en cartel tan sólo hasta el mes de octubre. Después de pasar esta noche por un Teatro Cervantes con todas sus localidades agotadas, el 18 y 19 de septiembre estarán en el Maestranza de Sevilla.

-Estrenó Grito Pelao hace un mes, ¿está cobrando ya vida propia?

-Sí, es sorprendente que en tan poco tiempo, esta obra que está más viva que ninguna, se va transformando. Cada día es diferente.

-¿Cómo está siendo la acogida?

-Bueno, yo no suelo echar mucha cuenta a lo que dicen, pero sí es verdad que el público francés fue muy agradecido. En Barcelona fue aún más efusivo, resultó una experiencia preciosa.

-Hace unos meses decía que estaba trabajando en proyecto muy particular, muy peculiar. ¿Qué estaba buscando?

-Más que nada era una necesidad personal, querer ser madre y centrar toda la energía en que eso sucediera. Eso ya lo hacía particular, porque es algo que no puedes calcular, que hay que dejarse llevar. Te ponías en el abismo, te decías a ti misma, sucederá o no, pero era cuestión de ir bailando lo que iba sucediendo.

-¿Éste es su particular homenaje a la maternidad?

-Sí, de hecho la obra gira totalmente en torno a la maternidad. Yo con mi caso personal, porque afortunadamente hay un cuerpo embarazado, pero también en el caso de las mujeres que estamos en escena. Cada una cuenta la experiencia de su maternidad.

-¿Cómo surgió su trabajo con Silvia Pérez Cruz?

-La verdad es que fue una coincidencia, se paró el mundo y hubo que escucharlo. Fue una casualidad, nos encontramos en un avión, nos admirábamos mucho pero nunca habíamos coincidido. Yo estaba de vuelta de gira y ella cantaba en Sevilla, fui a verla y de forma espontánea me invitó a bailar, improvisamos y ahí es cuando todo se detuvo y tuvimos que ver qué estaba sucediendo. Ese fue el origen y la fuerza.

-¿Y cómo ha sido la gestación de este trabajo conjunto?

-Lo primero, y fue propuesta de Silvia, fue empezar las dos solas, sin músicos, sin nada, desde el silencio, desde el vacío, desde lo que cada una somos y también desmontar lo que éramos. Solo había una voz y mi cuerpo en movimiento. Desde el primer encuentro dejé de ser bailaora para ser persona y ella dejó de ser la cantante para crear entre las dos una masa madre, como lo llamamos. Empezamos a crear una criatura muy extraña en la que a veces ella bailaba, yo hablaba, sacaba la voz, algo un poco inexplicable. Tenía una vida propia. Ha sido una experiencia muy fuerte.

-¿A partir de ahí nació la música?

-Sí, a partir de esas improvisaciones Silvia iba componiendo según lo que hablábamos, nuestros imaginarios, también junto a Carlos Marquerie, porque es una obra dirigida por los tres.

-¿El nivel de compromiso en cada espectáculo es siempre el mismo o aquí hay más?

-La verdad es que en cada obra hay un nivel muy alto de compromiso, pero en esta obra es particular porque te metes en algo muy personal, quieras o no. También es muy intenso, te metes en un tema tan de mujer y tan afondo que requiere mucho compromiso.

-¿En el plano físico es complicado llevar el espectáculo al tiempo que el cuerpo cambia?

-Es una transformación brutal. Para mí ha sido más difícil trabajar previamente sobre un cuerpo que no conocía aún, un cuerpo llenísimo de energía y pensar en cómo iba a ser si luego no la tenía. Me vi obligada a aprender a frenar el cuerpo. Eso ha sido un trabajo de un año antes de quedarme embarazada y ha sido el proceso más duro. Una vez que te quedas es más fácil porque el cuerpo empieza a hablar solo, no hay conflicto, lo que puedes lo haces y lo que no puedes ni siquiera quieres hacerlo. Te entra un sentido lógico de protección y empieza a tener su razón de ser la quietud. Cuando ves que tu cuerpo se está transformando de verdad entiendes la fuerza que tiene. Ahora poco a poco has de ir midiendo, la barriga va creciendo y es el propio cuerpo el que te va dictando todo.

-¿Con qué cree que se quedará más fascinado el espectador del Cervantes esta noche?

-No lo sé, depende. Es una obra compleja, y más si estás acostumbrado a verme de una manera. No puedes exigir como espectador lo que suelo dar porque estoy embarazada de cuatro meses y medio y el tiempo y el ritmo es diferente. Hay mucha fuerza en la obra, a nivel de imagen y emocional, pero son recorridos distintos, no el que estoy acostumbrada a dar. Hay una fragilidad y mostramos una parte nueva. Tanto Silvia como yo nos hemos arriesgado mucho para mostrar el lado que quizás peor se nos da. Me parecía muy atractivo. Intento sacar la voz, uno de mis tabúes porque lo hago mal. Y Silvia utiliza el movimiento como forma de expresión. Ella lo hace muy bonito aunque no sea bailarina. Es la particularidad. Hay cosas que extrañan, ritmos que hay que permitirlos, damos mucho lugar al silencio... Es diferente.

-Siempre se ha asociado su creación a la libertad, ¿qué precio se paga por ella?

-El precio de la libertad es que a veces hay cosas difíciles de afrontar a nivel artístico, te metes por un camino, quieres ser fiel y llegar hasta el final, pase lo que pase. Para mí es importante mantener la fidelidad con mi arte y mi persona, la libertad es la verdad y mientras encuentre la mía lo demás no me importa.

-¿La valentía le lleva a huir de su zona de confort?

-Mi mayor miedo es quedarme en esa zona de confort. Siempre estoy moviendo mi propio suelo para hacerme temblar. Es incómodo, pero prefiero ese temblor a la comodidad, que me asusta bastante.

-¿De dónde le sale un nuevo baile, del cerebro, el corazón o de las tripas?

-Sale del cuerpo, no me gusta que vaya antes la mente. O de un deseo, también. El cuerpo es el que me va guiando. Luego ya traduces lo que éste dice.

-Con 33 años y habiendo llegado a donde lo ha hecho, ¿podría pensar que ha logrado lo que quería?

-Es que esas no son mis metas, la verdad. Para mí lo único importante es seguir bailando, me da igual dónde. En una plaza, en mi estudio, delante de un auditorio o para mis amigos. Sin lo demás puedo vivir perfectamente, sin mi baile y mis zapatos, no. Los éxitos están bien, los disfrutas, pero puedo vivir sin ellos.

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