Julia Navarro se encontró hace varios años de forma "casual" con un "regalo inmenso de la vida". Después de leer una noticia en un periódico se encontró fantaseando con aquella historia. Esos pensamientos desembocaron en La Hermandad de la Sábana Santa, primera de sus tres novelas ambientadas en tiempos remotos junto con La Biblia de barro y La sangre de los inocentes. Esos libros la convirtieron en un fenómeno editorial que traspasó fronteras y cuyas ventas se cuentan por millones. Pero la autora (Madrid, 1953) temía quedarse "estancada", y comenzó a pensar en "poner un punto y aparte, cambiar de estilo, contar historias de otra forma".

El resultado puede leerse ya en Dime quién soy, una voluminosa novela (casi 1.100 páginas) editada por Plaza & Janés con la que Navarro se propuso "el reto de novelar el siglo XX". "Me apasiona el siglo XX porque es mi siglo, es nuestro siglo, y es apasionante y terrible a la vez. Es seguramente el siglo en el que más se ha matado en la historia de la humanidad y en el que se escribió su página más negra, con el nazismo y los campos de exterminio", dice la escritora, "satisfecha" de su respuesta a tal desafío. "Siento que es una buena novela, la mejor que he escrito, y que con ella he dado un salto importante como novelista", añade.

El libro arranca con un joven periodista que es empujado por su familia a investigar la vida de su bisabuela, quien huyó de España tras abandonar a su marido y a su hijo poco antes del estallido de la Guerra Civil. La reconstrucción de este puzle, que se revelará gigantesco, llevará al lector a numerosas ciudades en distintos momentos cruciales de los últimos cien años: de los estertores de la Segunda República española a la Europa de entreguerras, de la Rusia estalinista a la Alemania de Hitler, de la Guerra Fría a la caída del Muro de Berlín... Y es que la obra, explica Navarro, tiene "un componente político muy fuerte, pues toma partido contra cualquier tipo de totalitarismo"; una naturaleza "beligerante" que combina con un tono "introspectivo" y pasajes "muy duros y dramáticos" para que su lectura provoque "todo tipo de emociones".

A la "enorme carga" de sentimientos que ofrece la novela contribuyen en igual medida los personajes, "complejos, auténticos, de carne y hueso". "Ninguno es un héroe. En ellos afloran las grandes pasiones que afloran en todos los seres humanos: el amor, el egoísmo, el odio, la generosidad...". Habla de Guillermo, el joven periodista; Santiago, un joven republicano también español; el soviético Pierre, revolucionario comunista; Albert, un periodista norteamericano enamorado de la Europa de entreguerras; Max, un médico militar del Ejército nazi; y de Amelia Garayoa, la mujer alrededor de la cual orbitan las vidas de todos estos hombres, cuyas vicisitudes ilustran el devenir de la Historia.

Navarro, con una carrera de tres décadas en el periodismo que aún mantiene mediante colaboraciones, siente más "cariño" por Guillermo. "Hay algo de mí en él", afirma la autora, quien al incluir la figura de este colega imaginario ha querido invitar a pensar en la situación que atraviesa la profesión. "Yo me formé en la Transición, que supuso, también en las redacciones, una explosión de libertad. No pienso que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero eso sí lo echo de menos. El periodismo está demasiado mediatizado por la política y los intereses económicos. Y además la precariedad de los jóvenes, esos sueldos irrisorios, es algo cada vez más preocupante. Yo ya no me juego nada, pero me veo en la obligación de hacer esta llamada de atención y en voz alta", dice.

Respecto a su éxito colosal, y a muchos de los prejuicios que lo acompañan, Navarro se limita a lamentar "la arrogancia y la soberbia" de quienes "desprecian algo que ni siquiera han leído". Y mientras tanto, recibe llamadas de su sello: la semana pasada recibió una en la que le informaron de que los 300.000 ejemplares de la primera edición se habían agotado y la segunda se había puesto en marcha; esta misma, tras contestar a otra, ha sabido que se está preparando también la tercera.