Cultura

Ubú Rey con las bragas sucias

Para decirlo rápido y no andarme con tonterías, Es-puto cabaret puede no ser el nuevo espectáculo de El Espejo Negro, porque en gran parte está formado por números de anteriores montajes; pero es endiabladamente divertido. Posiblemente el más libre, el más redondo, el más directo, el más loco de los trabajos de Ángel Calvente. Quizá esta primera sensación engañosa de estreno inmaculado se deba a que la naturaleza freak de la propuesta, hecha de retales pasados, responde con bastante exactitud a la idiosincrasia de una compañía de marionetas, que deshace las criaturas de cada obra y con los trozos construye las de la siguiente. Pero lo cierto es que Eva Lorena, la niña enferma de cáncer, me pareció ayer mucho más salvaje que la primera vez que la vi en un escenario, hace ya unos cuantos años. Durante este tiempo, claro, la sensibilidad del público hacia lo grotesco se ha modificado sensiblemente y el espectador presenta hoy cierta inmunidad sentado en su butaca. Calvente lo sabe y ha tensado la cuerda en correspondencia hasta llevarla a límites insospechados. El chiste sobre el aborto de Mariana Travelo, la travesti que dirige el cotarro, sólo puede disfrutarse desde una absoluta libertad exenta de prejuicios y supersticiones tanto del creador como de aquél a quien va dirigido. Igual que cuando la heroína se compara con la Servita, con tantas luces. La compañía malagueña ha creado un monstruo que pone a prueba la tranquilidad de conciencia del respetable. Todo un lujo en esta época de mal llamada corrección política, en realidad servidumbre a los de siempre.

Por su condición de antología, Es-puto cabaret puede considerarse la muestra más fidedigna de lo que es El Espejo Negro. Y, en este sentido, ayer me acordé mucho de Ubú Rey, de cuyas desventuras Alfred Jarry escribió también una adaptación para marionetas. Igual me equivoco a estas alturas, pero creo que no puede encontrarse hoy en el teatro europeo una maquinaria de la calaña del Espejo Negro, cuya forma de hacer teatro encierra con magistral sintonía, por mucho que otros muchos hayan aspirado a lo mismo (y que me perdone Albert Boadella), la esencia de lo que pretendió Jarry: un teatro sin ataduras, nada más y nada menos. Calvente ha travestido a aquel monarca que decía "¡Mierdra!", le ha pintado los labios, le ha puesto tetas y lo ha vestido con bragas sucias. El resultado es un regalo para quien se atreva a mirar. Por si quedaban dudas, Es-puto cabaret ha venido para confirmarlo.

Allí estaban, anoche en el Cánovas, Joselito cabalgando a lomos de una jeringuilla antes de cantar a la princesa Letizia, los Reyes de España convertidos en un payaso y un conejo, un pene y una vagina cantando Las cosas del querer, un entrañable Freddie Mercury , Lola Flores gitana y rapera, Rocío Jurado ondeando al viento la bandera de España, al que no le guste que se vaya, saeteras politoxicómanas y legionarios dudosos. Todo manejado con una apariencia artesanal pero con muchísimo estudio detrás. Ah, mi amigo Antonio Guirado también estuvo fantástico.

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