Luis eduardo aute. músico, pintor y escritor

"Vivimos en el Medievo: el capitalismo se ha hecho feudalismo, hasta con cruzadas"

  • El autor de canciones propias de la memoria musical de España participó el jueves en el ciclo 'Poesía en el Picasso' Antes, atendió a 'Málaga Hoy' para conversar sobre lo viejo y lo nuevo

Basta citar canciones como De alguna manera, Al alba, A por el mar y No te desnudes todavía para presentar a Luis Eduardo Aute (Manila, 1943). El pasado jueves estuvo en el Museo Picasso para leer sus poemigas ante el público: una oportunidad para alentar la conversación más inspiradora.

-¿Qué conduce a un texto hasta ser canción o poema?

-A veces, la palabra viene con música y entonces deviene en canción naturalmente. Pero si la palabra viene sin música, es poema, sin remedio. No hay manera de hacerla canción. He puesto música a algunos poemas, pero no es desde luego lo más común. De todas formas, la poesía que llevo siempre en mis lecturas son poemigas, textos muy breves, aforismos, greguerías, aerolitos. Son miguitas poéticas, en el caso de que llegaran a tener un vuelo poético.

-¿Es preferible la miga al pan entero a la hora de hacer poesía?

-Es más fácil hacer harina que hacer un pan. Pero un poema siempre debe tener miga. Sin eso, no tendría razón de ser. Yo compongo los poemas siempre que entiendo que hay algo que quiero contar, no me diversifico en palabras deconstruidas e hilvanadas para no decir nada. Si no hay nada que decir, no hay poema. Los poemas van siempre al grano.

-Pero, ¿puede llegar a ser más importante lo que no se dice?

-Sí, la poesía tiene muchos vacíos. Una elipsis bien sugerida puede decir más que las palabras, sobre todo si se invita al lector a que complete el hueco.

-Usted publicó su primer libro de poesía, La matemática del espejo, en 1975 en Málaga, en la colección de Ángel Caffarena. ¿Cómo terminó aquí su manuscrito?

-Me lo propusieron. Había publicado antes algunos poemas en otra editorial, Demófilo, y luego me invitaron a editar algo más amplio para la colección de Caffarena. Precisamente, de los poemas de La matemática del espejo salió el disco Sarcófago: ahí sí que hubo un traslado del verso a la canción.

-¿Le ofrece algún equilibrio la clandestinidad de la poesía ante la evidencia de que todo el mundo conoce sus canciones?

-No es lo mismo, desde luego. Una canción llega en mucho menos tiempo a mucha más gente. Pero la poesía siempre ha sido una cuestión minoritaria, requiere un ámbito más intimista, más personal. Lo curioso es que llevo ya muchos años leyendo mis poemigas y siempre viene mucha gente. Los espacios son pequeños, pero se llenan. Hay una curiosidad, viene gente que habitualmente no acude a otras lecturas de poesía, y eso me parece importante. De todas formas, suelo participar en festivales de poesía de España y Latinoamérica y, por mi experiencia, puedo decir que estas actividades reúnen cada vez a más público.

-¿Pero sigue siendo la pintura su ocupación predilecta?

-Es la tarea más autoliberadora. La recomiendo para todo aquél que tenga problemas psíquicos, ayuda bastante. En los 70 hice una exposición en la Diputación de Málaga que para mí fue muy importante. Hace ya unos tres años que no hago una exposición, pero no hace mucho se exhibió una retrospectiva de mi obra que abarcaba desde mis primeros dibujos, que hice allá por el año 50 o 51, hasta los últimos. Comencé a dibujar de niño y ya entonces estaba todo el rato con los lápices. En el colegio suspendía todas las asignaturas menos el dibujo, ahí me ponían siempre sobresaliente. Así que siempre he tenido bastante claro lo que tenía que hacer. En mi casa, de hecho, no tengo estudio de grabación, sino de pintura. Es una experiencia de libertad, sí. Un espacio en blanco que rellenas como quieras, sin reglas de juego. La poesía también es una tarea muy libre, a no ser que te metas en métricas rigurosas. Lo que sucede es que ahí trabajas con palabras, y las palabras son muy hijas de puta, muy tramposas. Hay que tener cuidado cuando pones una palabra al lado de otra. Pero en la pintura no hay palabras, no hay nada, sólo lo que te dé la gana.

-¿Echa de menos esa libertad a la hora de hacer una canción?

-Hacer una canción es una tortura. Hay que combinar demasiadas cosas, la métrica, el ritmo, la armonía, la estructura, la melodía, y encima contar algo en tres o cuatro minutos. Yo empecé a hacer canciones porque defendía que se trataba de un género tan digno como otro cualquiera. Para los músicos y para los poetas las canciones son una especie de subgénero, pero yo estoy en desacuerdo con eso: hacer una buena canción es mucho más complicado que escribir una novela, una obra de teatro o una sinfonía. Hay que articular en poco tiempo algo que llegue a emocionar, que invite a reflexionar y que esté hecho con rigor. Hoy sigo defendiendo lo mismo, no sólo que la canción tiene la misma dignidad que otras artes, sino que incluso está un poco más arriba.

-En su Tríptico de luces y sombras situaba usted a Picasso en el cierre de la historia de la pintura. ¿Tiene sentido seguir pintando después de Picasso?

-La historia de la pintura empieza en Altamira y termina en Picasso. La pintura que viene después son sólo revisiones. El arte posterior a Picasso procede de Man Ray, que inventó el arte contemporáneo y odiaba la pintura de Picasso. Creía que el arte era una cosa completamente distinta, que poner a la gente a mirar un cuadro enorme en blanco y negro hecho como con engrudo era una aberración. Man Ray sostenía que el arte era algo mucho más mágico. Y creo que, en parte, tenía razón. En la pintura de Picasso no hay magia. Picasso era un gran pintor, pero un artista mediano. Y con esto quiero decir que en su obra no hay mucha poesía. Hay vigor, fuerza, pero no poesía. Como poeta, habría que poner a Picasso en cuarentena.

-En los últimos años ha seguido lanzando discos nuevos junto a los Auterretratos. ¿Significa eso que se le ha curado la nostalgia?

-La nostalgia te da a ratos, y cada vez más conforme te vas haciendo mayor. Pero no tengo nostalgia del tiempo pasado, sino de momentos vividos. Si recordar con afecto y emoción ciertos episodios es sentir nostalgia, pues sí, a veces siento nostalgia, pero no soy un nostálgico en el sentido de que añore tiempos pasados que, en algunos casos, sin duda fueron mejores.

-¿Han cambiado sus referentes?

-Sí, es inevitable vivir tu tiempo y reflexionar sobre él, compararlo con el pasado, con las expectativas... Hay espejos todos los días. En unos te ves, en otros no. Otros son espejos rotos. Yo quisiera no estar muy atado al tiempo que vivo, pero el tiempo que está siendo testigo de nuestras vidas acosa a todo el mundo. Lo que vivimos hoy es un sinsentido, y es imposible no sentirse afectado por esa realidad. Fíjate, uno de los títulos que barajo para el próximo disco, en el que ya estoy trabajando, es La selva no deja ver el árbol, porque hemos perdido la noción del árbol en medio de la selva, ya no son los árboles los que no dejan ver el bosque. La selva está ahí, no puedo soslayarla, porque diariamente acosan absurdos menos entendibles.

-Y ante la selva, ¿revolución o renacimiento?

-Ésa es una muy buena pregunta. Si tuviera respuesta, te la daría. Lo extraño de estos tiempos es que no hay respuestas. Nunca las ha habido, pero ahora menos. La historia es larga, y ha ocurrido de todo. El hombre tropieza millones de veces con la misma piedra, no termina de aprender. No hay referencias a las que agarrarse, es una situación nueva. La crisis no es sólo financiera, afecta a todos los ámbitos, el cultura, el social, el político, las ideas, la convivencia. Son síntomas de un final de etapa. La Edad Contemporánea, que empezó con la Revolución Francesa, acaba ahora. Si lo piensas bien, la situación que vivimos es propia del Medievo: el capitalismo se ha convertido en feudalismo, y ya ni siquiera nos faltan las cruzadas. A mí, personalmente, me gustaría desarrollar una nueva ideología, que no es nueva, es de toda la vida: el sentidocomunismo. Yo me considero sentidocomunista, aunque el sentido común sea el menos común de los sentidos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios